Los derechos de las mujeres en América Latina

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

fotoYa no se discute la importancia de la mujer en la dinámica social. Su participación en las actividades de la economía, la política y la cultura. La mujer no sólo es un factor clave en la constitución del hogar, sino que su incorporación al trabajo es cada día más relevante. La mujer tiene un sentido de responsabilidad que muchas veces se ha elogiado. Es un factor de primera importancia en la educación. En el área de la cultura –artistas, promotoras o administradoras– son cada vez más cargos ocupados por mujeres.

En Venezuela, por la forma acelerada en que se ha  precipitado el estallido de la crisis económica y social, han surgido determinaciones muy importantes en la redefinición del papel de la mujer y de la orientación que deben cobrar sus luchas. La incidencia de la inestabilidad económica y laboral de la mujer se ha agravado, sobre todo la de estratos socioeconómicos inferiores, que ya venían soportando sobre sus hombros los deberes vinculados a la supervivencia del grupo familiar en términos de levantar un mayor rendimiento a los cada vez más limitados recursos de cada familia.

En este momento esas mujeres se enfrentan a la definición de estrategias de supervivencia en términos muy críticos, y muchos de sus roles privados pasan a ser únicos. La mujer de escasos recursos no solo debe defender su presupuesto familiar sino que, incluso, se ve en la necesidad de generar ingresos complementarios, en muchos casos la totalidad de las entradas cuando su pareja está desempleado –o ausente–.

Existe una nueva actitud política para enfrentarse a la solución de esos problemas. En este sentido, se ha puesto de manifiesto la necesidad de cambiar el modo de pensar frente a nuestros problemas. En el caso de Venezuela, las investigaciones sobre la situación social, económica y política son probablemente mucho más completas que en el resto de las naciones latinoamericanas.

En base a esos diagnósticos hemos puesto de manifiesto nuestra condición discriminada y hemos venido reclamando lo que nos corresponde con sistematicidad y constancia. Se impone una actitud responsable por nuestro destino que, aunque supone un panorama mucho mas duro y difícil para la lucha, también constituye la actitud realmente madura, tanto psicológica, emocional, como históricamente.

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CAMBIAR LA ACTITUD,

ACEPTAR EL RETO DE LOS TIEMPOS

Es pasar del complejo de que somos discriminadas, a hacer las cosas importantes organizadamente, solidariamente, con claridad ideológica y con seguridad en nosotras mismas. Todo esto no es sencillo, pero es la base de una nueva proyección en todos los aspectos de la vida moderna: político, económico y social, donde tiene en cada una, el reto y la oportunidad.

El desafío importante que tiene la mujer venezolana es pasar del promedio y la calidad relativamente mediocre de participación –y liderazgo– a un salto cualitativo, mejorar nuestra dirigencia y hacer más abundante, presente y calificada, nuestra intervención en las cuestiones públicas.

Tenemos  que desarrollar, y no puede hacerse desde una perspectiva únicamente individual, el ejercicio de la palabra, de la opinión, de la propuesta. Esa es una manera de introducirnos, porque, de otro modo, cuando se habla de la inserción de la mujer generalmente se la piensa trabajando exclusivamente en el ámbito local y en posiciones de servicio. Todo eso hace falta, es lo que hemos hecho siempre y, sin embargo, es una tarea que ha estado descalificada y totalmente desvalorizada cuando se hace la contabilidad de los aportes de las mujeres y de los hombres a la democracia, al progreso, etc.

DISCRIMINACIÓN

Por considerar que todas las formas de discriminación hacia la mujer, constituyen violaciones de derechos humanos esenciales, las Naciones Unidas, aprobaron una “Carta” donde  reafirman “la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres”, y en la Declaración Universal de Derechos Humanos,  señala que “toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”.

Con estos instrumentos fue que, de manera progresiva, se les reconocieron a las mujeres sus derechos políticos, civiles, laborales, educacionales, el sufragio, y la posibiliodad de ser elegidas, ocupar cargos públicos, igualdad en el salario y a la protección de la maternidad. A la mujer casada se le reconoció  el derecho a conservar, adquirir o cambiar de nacionalidad, a administrar sus bienes y a ejercer profesión independiente, entre otros derechos.

En 1967 se proclamo en la Asamblea General de la ONU, esta Declaración sobre la eliminación de la discriminación contra la mujer. El interés se centro prioritariamente en una perspectiva humanitaria, social y cultural, para lograr el reconocimiento de los derechos de las mujeres en las legislaciones nacionales.

NUESTROS DERECHOS

fotoNo fue hasta la década de los años 1961/70 que el asunto de los derechos de las mujeres adquirió una dinámica nueva, al plantearse su integración al desarrollo, a las luchas por la paz y la cooperación a nivel internacional. Estos cambios se manifestaron en 1975, cuando se decretó el Año Internacional de la Mujer. En 1979, la Asamblea General aprobó la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, que abarca 30 artículos, que constituye un texto jurídicamente obligatorio sobre derechos aceptados universalmente y propone medidas concretas para lograr que se otorgue un tratamiento justo  y se ponga así término a la segregación en todas las esferas de la sociedad.

La Convención “se hace eco de la profunda exclusión y restricción que ha sufrido la mujer solamente por razón de su  sexo” y solicita que se reconozca su igualdad de derechos en todas las esferas del quehacer social. Presenta proyectos como el derecho de las mujeres a una participación activa y  plena en la  vida política y pública, la responsabilidad común de hombres y mujeres en cuanto a la libre decisión sobre el número y espaciamiento de sus hijos, así como del acceso a la información que permita ejercer esos derechos.

Para el logro de estos objetivos la Convención propuso la promulgación de leyes nacionales destinadas a erradicar la diferencia, la puesta en práctica de medidas temporales para acelerar la igualdad de facto entre hombres y mujeres y otras disposiciones orientadas a modificar patrones socioculturales que perpetúan la discriminación.

Estas conclusiones y sugerencias, además de las emanadas del Consejo Económico y Social y de las convenciones aprobadas por la Organización Internacional del Trabajo han configurado un marco internacional y regional completo que se han venido formando muy lentamente.

Al consolidarse nuevos espacios democráticos, surgen  nuevas inquietudes, que requieren de acciones encaminadas a la eliminación de la violencia contra la mujer y la adopción de medidas que aseguren su efectiva igualdad de oportunidades y su acceso a los niveles de decisión en las sociedad actual.

El proceso de afianzamiento de la democracia en América Latina y el Caribe tiene profundas relaciones con el establecimiento de una nueva estrategia de inversión internacional, la respuesta a las aspiraciones de la población y las innovaciones institucionales, particularmente a nivel del funcionamiento del Estado. En este marco, el acceso de las mujeres en los niveles de decisión, al ejercicio del poder, y la participación política en general, son temas que han ido adquiriendo cada vez más  una mayor preponderancia en el debate sobre la correcta inserción de las mujeres en la sociedad.

Cuando se habla de la intervención política de las mujeres, el marco de referencia común es el de la reclamación de derechos ciudadanos: a votar, a ser elegidas para puestos políticos, facultades jurídicas y sociales propias de la ciudadanía. El  modernismo hace asumir a las mujeres funciones diferentes, que las integra a un quehacer distinto, y a la vez va mostrando otras dimensiones de la exclusión a la que se le somete.

Estudios realizados por los movimientos feministas, en América Latina y el Caribe,  señalan los problemas relacionados con la distribución de poder en la sociedad y cuestionan la participación en la estructura  vigente, y la necesidad de cambiar  la misma. Actualmente, se puede señalar que las demandas de agrupaciones de mujeres, a que se  ponga fin a la subordinación en las relaciones de poder no se agota con el aumento de la participación en el sistema político, sino que esa colaboración se considera como parte de la conquista de la ciudadanía, que, si bien es un derecho formal, abre posibilidades de articular las demandas en el terreno de la vida pública.

PARTICIPACIÓN

Es necesario incrementar la participación de las mujeres en las instituciones del Estado e incorporar este asunto a nivel del aparato del gobierno. Su finalidad es lograr una paridad representativa de mujeres y hombres en los cargos con facultad de decisión. El avance en este campo se ha expresado en la creación de ministerios, secretarias y oficinas especiales encargadas de ocuparse del tema.

Cabe destacar que los movimientos de mujeres surgen en contextos desfavorables: la exclusión en función de genero, históricamente arraigada en una región donde la religión ejerce gran influencia en el rol que se asigna a la mujer en la sociedad, tiene fuertes vínculos con el mundo privado y se sustenta en un modelo de dominación machista internalizado tanto por las mujeres como por los hombres.

En este momento se produce una reflexión sobre la política y la participación política –que está organizada en las sociedades latinoamericanas– para definir las posiciones que las mujeres pueden ocupar en las mismas. Esto es indispensable si se desea consolidar la cooperación de ellas en todos los niveles del poder. El  trabajo es posible ahora, debido a que los espacios abiertos a las mujeres en la sociedad se han ampliado y vueltos más extensos los limites entre ámbitos públicos, considerados masculinos, y privados, vistos como femeninos –aparte del hecho que la política se plantea en la actualidad nuevas interrogantes–.

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* Periodista venezolana.

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