Diez años antes y después al 11/9: de la unipolaridad a la multipolaridad

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En mi libro Los 11 frentes antes y después del 11/9: la guerra multidimensional (también descargable gratuitamente) evoco cómo las crisis financieras de EU (quiebra de LTCM, estallido de la "burbuja Internet" Nasdaq en 2000, disolución de la gasera texana Enron, bajo el paraguas bushiano) y de sus satélites (desfonde neoliberal en Argentina) desembocan ineluctablemente en que el 11/9 haya sido un auto-atentado y/o perpetrado por los operadores jihadistas de la CIA; da igual cuando el resultado es el mismo: la ultramilitarización global de la superpotencia unipolar herida de muerte financierista que requiere de las pócimas de hidrocarburos del Medio Oriente para intentar rellenar sus agujeros negros contables y, de paso, impedir su libre acceso a China e India.

Sea quien fuere el "autor intelectual" del derrumbe de las torres gemelas (conste que siempre he pertenecido al campo de los asépticamente escépticos, como Santo Tomás), sin contar la extraña implosión de la tercera torre por la tarde y sin aviones –además de que varios de los indiciados en las fotos montadas del FBI están vivos en cierto país del Medio Oriente–, en términos rigurosamente objetivos, el 11/9 desemboca en la doble invasión de la OTAN a Afganistán, dos meses después, y a Irak (la segunda guerra del nepotismo de los Bush), 18 meses más tarde.

En contraste con los 10 años triunfantes previos al 11/9, la década posterior no fue exitosa: la dupla anglosajona se empantana en Afganistán (rebosante de litio y metales raros) ni puede capturar los hidrocarburos de Irak donde la superpotencia unipolar es derrotada por las patrióticas guerrillas islámicas (de la confesión de sus militares y estrategas).

Un año después de la fallida invasión anglosajona a Irak, en la primavera de 2004, emerge el barómetro del nuevo orden mundial: derrumbe del dólar, inversamente proporcional al ascenso irresistible del oro/plata y el petróleo/gas.

Durante la invasión anglosajona a Irak en la primavera del 2003, el oro andaba en 200 dólares la onza, hoy, 10 años después al 11/9, ha roto la barrera de los mil 900. El alza espectacular de la plata (de la que México es el primer productor "estéril" mundial porque nada se queda aquí) ha sido similar. El petróleo oscilaba entonces entre 8 y 20 dólares el barril y hoy se ubica en 111 (en la variedad Brent).

Sin contar la derrota de Georgia –apuntalada por EU, Gran Bretaña e Israel–, en Osetia del Sur (Transcáucaso), aplastada por Rusia que ya había resucitado entre los muertos gracias al alza notable de los hidrocarburos, ya no se diga, las dos debacles de Israel (la única potencia nuclear, además de clandestina, del Medio Oriente) frente a dos guerrillas islámicas en Líbano (Hezbolá) y Gaza (Hamas), ¿cuáles fueron las consecuencias de las dos derrotas humillantes de EU en Afganistán e Irak, dos engendros del 11/9? Pues el advenimiento de los BRIC y el incipiente nuevo orden multipolar.

Diez años más tarde al 11/9, la crisis financierista de EU, muy bien ocultada y que detonó desde la quiebra de LTCM en 1998, se ha acentuado a los dos lados del Atlántico (doble crisis del dólar y el euro) cuando la desregulada globalización financierista neoliberal del G-7 (y sus caricaturas tropicales) se encuentra a la deriva.

Visto estrictamente con una mirada geostratégica de 20 años, el 11/9 fue un accidente y/o una iatrogenia y/o un obstáculo y/o una coartada que no pudo alterar "el orden natural de las cosas", como solían explicar juiciosamente los clásicos griegos.

La anormalidad no fue el 11/9, sino la unipolaridad del aberrante orden mundial que retorna a su equilibrio con la multipolaridad que pregonan los BRIC.

*Anbalista internacional mexicano, columnista de La Jornada
 

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