CHILE: LOS CONDONES DE LA DISCORDIA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Seguro que el ministro Sergio Bitar (abajo, con el presidente Lagos) jamás pensó que su cartera sería tan movida. Sabía, sin duda, que no iba a ser una taza de leche. Eso es una cosa, pero muy distinta a que haya verdaderas olas y que la taza sea un mar que llega hasta el horizonte. Así es la educación. Y cada minuto que pasa trae más conocimiento y, por ende, un mayor desafío para quienes tienen que responder en el escenario de la docencia.

Que los retos son variados, Sergio Bitar lo tiene claro desde hace tiempo. Pero lo ocurrido recientemente, seguro que no estaba entre sus preocupaciones. El Secretario de Estado se mostró molesto porque en un colegio de Temuco se habían repartido condones con la venia de la autoridad regional. Montó en cólera, –moderada por cierto– y lanzó su frase. Los colegios son para enseñar valores, conductas, entregar conocimientos. Y –me imagino yo– no para repartir condones. Hubo excusas, marcha atrás y hasta el ministro de Salud, Pedro García, tuvo que dar explicaciones.

Cuando hacer es tampoco pensar

fotoA mí, al menos, no me bastaron. La gran excusa de apoyo para el ministro Bitar es que el Centro de Padres protestó. Reconozco el derecho de los padres a molestarse por una medida de esta naturaleza. Respeto su libertad a optar por la educación que deben recibir sus hijos. Estoy con ellos en que los valores tienen que ser monitoreados desde la casa. Más que eso, es allí donde está el punto de partida.

Si quieren entregarle valores que los lleven al celibato o a una sexualidad controlada, bien por ellos. Lo concreto es que hay diez mil adolescentes embarazadas. Tal cifra me hace pensar que las prácticas sexuales a temprana edad están mucho más extendidas. Eso es un problema. Y mientras no haya políticas públicas eficientes para prevenir embarazos no deseados, el contagio del SIDA u otra enfermedad de transmisión sexual, algo hay que hacer.

Sí, se trata de un problema valórico. Pero también es un problema social de gran magnitud. El paso del tiempo potencia el problema social. Lo otro tampoco puede ser dejado de lado. Pero la trasmisión de valores es más lenta que la ebullición hormonal. Por eso, las respuestas deben ser diferentes.

Ideología y condones

Cada una tiene que respetar sus propios tiempos. Lo que no puede ocurrir es que sigamos poniéndonos vendas en los ojos. O, lo que es lo mismo, reaccionar con rigideces que huelen a políticamente correcto, pero que dejan el problema intocado. ¿O el ministro no se ha dado cuenta en que sociedad vive?

Si sus valores cristianos se molestan porque se reparten condones en un colegio, sería bueno que viera los programas televisivos que se emiten en el horario especial para adolescentes. Allí el hedonismo toma la variante aplastadora de una sensualidad provocativa. En eso no sólo cae la TV.

Los padres tienen razón al molestarse por los condones. Pero si los valores que les entregan a sus hijos en la casa son fuertes, bastarán para que no sólo no acepten los preservativos, no los necesitarán. Sin embargo, eso no soluciona el problema de las diez mil niñas que se han complicado la vida. ¿Cuál es la solución, señor ministro? Su ejercicio moral no es suficiente.

Se habla mucho de poner al país a la altura de los tiempos. De responder a los desafíos que nos trae la globalización. De la necesidad de capacitar para que los chilenos sean competitivos a nivel mundial. ¿Eso es todo lo que trae la modernidad? Al menos es lo que se entiende cuando uno escucha hablar de “capital humano” al hacer referencia a la mano de obra o al intelectual que estamos preparando. Hasta allí se ha llegado.

Es posible que mi sensibilidad esté exacerbada en estas materias. Lo acepto. Pero sé que el lenguaje dice más de lo que dice. Si estamos hablando de capital humano es porque, inconsciente o conscientemente, no vemos en mujeres y hombres más que factores productivos. Y eso es un tremendo error.

No basta con formar buenos productores. Porque en ese mismo momento también estamos formando buenos reproductores. Pero no para prolongar la vida sana y elevada enmarcada en valores transparentes, sino para responder a las necesidades que crea un ambiente cargado de sensualidad. Ese es el mundo que estamos viviendo. Y tenemos a la vista los resultados. El problema es ¿Qué respuesta se debe dar?

Lógica, no pacatería

La autoridad cree que los colegios no son el lugar para entregar condones. Pero si los adolescentes van al consultorio a buscarlos, no se los entregan porque… son adolescentes.

Que deberían iniciar su vida sexual más tarde, claro, es una solución. Es la solución que vivieron las generaciones anteriores, con numerosas excepciones. Pero así era. Ahora resulta que las cosas cambiaron y el ministro Bitar, como Don Otto, vende el sofá.

Más inmoral que entregar condones a los muchachos es cerrar los ojos ante el problema que enfrenta una juventud que es arrastrada por un ambiente cargado de lujuria. Y también es inmoral no reconocer que los valores se van adecuando a las formas de convivencia. Porque, en definitiva, lo que persiguen es salvar al ser humano de su animalidad o, si lo quiere en términos religiosos, de sus propios demonios. Que los tiene.

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* Periodista. Columnista de POR LA LIBRE, informativo digital (www.ongcidets.cl/porlalibre).

 

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