El mundo corporativo: – UNA PERSONALIDAD PSICOPÁTICA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

 
Chris y Luke son los primeros seres humanos en el mundo patrocinados por una corporación para completar su educación post-secundaria. En retorno, ellos tienen que promover las tarjetas de crédito de la compañía en el campo universitario. Su historia, y sus infinitas variaciones, son las que hoy simbolizan la creciente normalización y aceptación de la comercialización en, virtualmente, cada área de la vida.

Si en el pasado la iglesia definía lo que éramos, hoy día, en términos prácticos, lo hace la corporación. A través de la historia las instituciones dominantes han establecido modelos e identidades a seguir que engranan con su naturaleza, sus necesidades y sus intereses.

Modelos y valores

El ser humano tiende a reflejar el orden social en que habita. Hoy día, las corporaciones gobiernan nuestras vidas. Son ellas las que en la vida diaria determinan  lo que comemos, lo que vemos en televisión, lo que vestimos y donde trabajamos. Inescapablemente estamos rodeados por su cultura, iconografía e ideología y al igual que otras instituciones del pasado ellas se presentan como infalibles y omnipotentes.

Dictan las decisiones en el gobierno y controlan dominios de la sociedad que una vez fueron parte de la esfera pública. En la medida en que la corporación se transforma en el factor dominante de la sociedad a través de la privatización y la regulación, su ideal de «noción humana» se vuelve, también, dominante. Y es este dominio hegemónico el que ha empezado a producir rechazo y oposición debido a la creciente sospecha de que la corporación posee una personalidad sicopática … esencialmente auto-interesada, incapaz de consideración por los otros, amoral y sin conciencia, como dice Joel Bakan –escritor y profesor de Derecho de la Universidad de British Columbia–.

En palabras de B. Chomsky, el ser humano ideal para la corporación es el del individuo totalmente disociado  de los otros, sin mayor consideración por sus semejantes y cuya auto-valoración depende de cuantos deseos pueda satisfacer. La fuerza y motivación detrás de la privatización es la del reforzamiento de esta concepción particular de lo humano.

La privatización del Sistema de Seguridad Social, por ejemplo, tiene como consecuencia el debilitamiento del principio mismo en que se basa: el que nos importa el sufrimiento y el hambre de nuestros semejantes. De acuerdo con la ideología corporativa esto no debiera preocuparnos. Su responsabilidad es solo la ganancia económica. 

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Un siglo y medio después de su nacimiento, la corporación comercial moderna, una persona artificial hecha a la imagen de un narcisista compulsivo, ahora busca rehacer al individuo de acuerdo a su propia figura. Desde el punto de vista de la corporación el ciudadano ideal es un consumidor insanamente insaciable guiado por un interés psico-patologico.

 Según algunos personeros del mundo de los negocios, «en las ultimas tres décadas ha habido una transferencia de la autoridad del gobierno a las corporaciones y estas necesitan asumir esa responsabilidad, realmente necesitan conducirse como ciudadanos corporativos del mundo; necesitan respetar las comunidades en las que operan y  asumir la auto-disciplina que en el pasado el gobierno les exigía» (Swam Gibara).

Por supuesto que necesitan hacer todo esto, pero la pregunta es: ¿cómo, de acuerdo con su diseño legal, contenido en cientos de leyes a través del mundo, esto podría ser posible?

Asuntos e intereses

Según Milton Friedman la corporación es propiedad de los accionistas. Su interés es el interés de estos últimos. Mas allá de esto, no debiera gastar el dinero de los accionistas en operaciones que pudieran considerarse socialmente responsables, pero que no aumentan la ganancia. Solo existe una responsabilidad social para los ejecutivos de una corporación: hacer tanto dinero para sus accionistas como sea posible. Este es su imperativo moral. Aquellos ejecutivos que eligen objetivos sociales y ambientales por sobre la gerencia, que tratan de actuar moralmente son, en el hecho, inmorales.

A pesar de que esta visión no es compartida universalmente, en especial por hombres de negocios mas sofisticados, en la práctica, dice Débora Spar, profesora de la Escuela de Negocios  de Harvard, ella permanece. Las corporaciones, agrega, no son instituciones creadas para ser entidades morales. Son instituciones que tienen sólo una misión y ésta es la de aumentar el valor de las acciones. Las corporaciones son creaciones legales definidas por propósitos legales. La ley dicta lo que sus directores y ejecutivos  puedan hacer o lo que no puedan hacer.

En EEUU y otros países industrializados, en tanto entidades creadas por la ley, sus lideres están obligados a darle prioridad a los intereses de la compañía y a sus accionistas por sobre toda otra consideración, y les prohíbe ser socialmente responsables, a lo menos, genuinamente. Este principio legal, conocido como «el mejor interés de la corporación», fue establecido en el juicio Dodge contra Ford en 1916. Esta norma, dice J. Bakan, forma parte de la cultura corporativa.

La expectativa de los inversionistas, sean estos instituciones o individuos, es la de asegurarse que la fuerza dirigente es la producción y retorno de ganancias y no la acción filantrópica que pueda disminuir las perspectivas financieras. Millones de seres humanos mueren cada año de enfermedades que no tienen tratamiento porque las drogas necesarias para su curación no son comercialmente valiosas.

La retórica benevolente y las acciones socialmente responsables crean imágenes corporativas atractivas y, en ocasiones, producen algún beneficio en el mundo. Pero ello no cambia la naturaleza institucional de la corporación que es su compromiso irrenunciable al auto-interés. «La caridad, en tanto tal, no tiene lugar en la mesa de directores. Hay, sin embargo, un cierto tipo de caridad que produce beneficio económico al que la practica y es sólo en esa medida, una medida no muy filantrópica, que la caridad puede tener un lugar en la mesa, pero no por otro propósito» (Lord Bowen, juez en el caso Hutton contra West Cork Railway Company, siglo XIX).

Este auto-interés desenfrenado victimiza tanto al individuo como a la sociedad e incluso, en ocasiones, a los mismos accionistas, cuando es liberado de los constreñimientos legales gracias a la desregulación y la transferencia de la autoridad que logra con la privatización. 

La cuestión ética

Al igual que una criatura sicopática, la corporación no puede reconocer y actuar en base a razones morales para limitar el daño que pueda hacerle a otros. Nada en su diseño legal la constriñe en la persecución de sus fines egoístas cuando el beneficio que obtiene es mayor que el costo. Sólo consideraciones pragmáticas y legales controlan su instinto rapaz, a pesar de que en muchas ocasiones éstas no son suficientes para impedir que destruya vidas, dañe comunidades y ponga en peligro al planeta entero. La corporación considera este daño aceptable porque es una consecuencia inevitable de su actividad productiva.

En jerga técnica se conoce como «externalizaciones». De acuerdo con M. Friedman «estas son el efecto de una transacción en un tercero que no ha consentido ni ha participado en la ejecución de esa transacción». Estos efectos pueden ser positivos, tales como la creación de trabajos y productos. Pero, en última instancia, la compulsión corporativa a externalizar sus costos es la raíz de la mayor parte de los problemas sociales y ambientales.

El sistema regulador impone límites legales a lo que las corporaciones y sus ejecutivos puedan hacer y castiga a aquellos que violan estos límites. En teoría evitan las conductas socialmente irresponsables. Pero, como muchas otras teorías, ésta tiene muy poca relacion con la realidad. Las ilegalidades corporativas las podemos encontrar a través de toda la economía. La compañía General Electric, por ejemplo, de acuerdo con Multination Monitor, incurrió en 42 transgresiones legales mayores entre 1990 y 2001. Y el 67 por ciento de la industria de la moda no cumple con los estándares locales.

Cuando los ejecutivos de una compañía deciden cumplir o quebrar la ley actúan racionalmente y basan sus decisiones en la efectividad económica. Según Bruce Welling, profesor de leyes, una actividad prohibida no deja de ser ejecutada simplemente por el temor a una multa. Lo que importa considerar es si la ganancia es mayor que la multa multiplicada por la probabilidad de ser descubierto y sentenciado. 

El monto de las multas no es en si mismo una razón suficiente para no incurrir en una acción ilegal. Si la corporación es condenada y multada la experiencia servirá para que en la próxima ocasión cubra sus huellas mucho mejor. Ninguna de ellas esta exenta de esta lógica. Robert Monk, uno de los hombres de negocios mas influyente en América, dice que no es cuestión de malevolencia o mala voluntad. La empresa tiene dentro de ella, en la misma forma en que el tiburón tiene dentro de él, aquellas características que la capacitan para hacer lo que esta programada a hacer.

Encrucijadas y direcciones

La dificultad con la entidad corporativa es que posee una dinámica que no toma en cuenta la gente de carne y hueso que forma el mundo en el que existe. En nuestra búsqueda de riqueza  y de prosperidad hemos creado algo que eventualmente nos destruirá. La gente que dirige la corporación, en su mayor parte, es gente buena, con estándares morales personales como cualquier otro. Pero el dinero que ellos manejan e invierten no les pertenece. No lo pueden usar para curar al enfermo, conservar el ambiente o alimentar al hambriento. Su deber como ejecutivo es poner el interés de la corporación por encima de cualquier otro. No importa cuan idealistas sean sus intenciones, sus decisiones deben orientarse primariamente al servicio de la compañía y al interés de sus dueños.

El egoísmo y los deseos materiales son, obviamente, parte de nuestro ser. Pero no todo nuestro ser. La cuestión es: ¿podemos basar completamente un sistema económico en los rasgos que el neo-liberalismo ha elevado a categorías fundamentales? Desde el punto de vista público tenemos que preguntarnos qué tipo de sociedad creamos cuando ponemos a las corporaciones encargadas de la dirección de la sociedad… Instituciones que definen lo que somos, lo que nos une y lo que nos capacita para sobrevivir con cierta seguridad.

Hasta el momento han fracasado y, la verdad, han empeorado algunos de los problemas mas urgentes del mundo: pobreza, explotación social, guerras, destrucción ambiental y salud publica. Desde el momento en que el capitalismo definido por  las corporaciones está lejos de derrumbarse –y aun no hemos podido imaginar un modelo alternativo al sistema capitalista– lo que nos queda, entre tanto, es comprometernos en una lucha hegemónica por el control del poder que hoy ejercen las corporaciones multinacionales.

Una de las fantasías democráticas es la idea de que todos los ciudadanos, todos los individuos son iguales, a lo menos, en la esfera política. Cada uno posee un voto independientemente de su riqueza o posición social, signicando con ello que en relacion a las corporaciones cada ciudadano tiene el mismo derecho a participar en cómo estas poderosas instituciones deben conducirse.

Según J. Bakan, el traspaso de  la regulación de las corporaciones, del gobierno al mercado, inmuniza a éstas de los efectos de la participación ciudadana en el proceso político y deja el control a una institución en donde un dólar, y no una persona, equivale a un voto. Cuando trasferimos el poder al mercado creamos una asimetría total entre el mas humilde y el mas poderoso. Es este ultimo el que concentra un poder tan inmenso que, literalmente, puede aplastar al primero. 

Ésta es una de las razones históricas de que el mercado necesite ser regulado para detener el daño y la explotación ejercida por las corporaciones. Las organizaciones no gubernamentales pueden complementar el proceso democrático y proveer educación e información que nos capacita para promover leyes gubernamentales, pero no pueden reemplazarlo. Es la aprobación  de estas leyes lo que debe ser su ultimo objetivo, que es el de forzar a las compañías a internalizar sus costos.

Si es cierto que la regulación incrementa los costos comparados con la desregulación que genera mayores ganancias, beneficia al consumidor con precios mas bajos y ahorra dinero al gobierno y a los contribuyentes, no es menos cierto también que, mayormente, lo que se ahorra reaparece con venganza en otro lugar. En realidad, la desregulación es una forma de desdemocratización ya que le niega al pueblo, que actúa a través de sus representantes, el único instrumento oficial que posee para controlar la conducta corporativa. 

…La vieja política

No podemos decir que haya democracia real en un sistema que confía mayormente en las fuerzas del mercado y en las organizaciones no gubernamentales para promover responsabilidad social corporativa. Las corporaciones no son instituciones democráticas. Sus directores y ejecutivos no dan cuenta a nadie, a excepción de los accionistas que los emplean. Los gobiernos democráticos, a pesar de todas sus limitaciones, son responsables ante la sociedad en general. Como dice Chomsky, cualquiera que sea la opinión que uno tenga del gobierno éste responde, en una medida limitada, públicamente. Una de las razones de porque la propaganda trata de hacernos odiar al gobierno es porque es la única organización existente en la cual es posible participar en alguna medida y limitar la irresponsabilidad de poderes tiránicos.

Sin el Estado la corporación no es nada, por lo que es un error pensar que si ésta es fuerte y poderosa el Estado es débil. La transferencia de poder implica que la globalización económica y la desregulación han disminuido el poder del Estado para proteger el interés publico, pero al mismo tiempo, han reforzado su poder para promover el interés de la corporación. El poder estatal no ha disminuido, solo ha sido redistribuido. 

La desregulación no disminuye la participación del Estado en el mercado. Solo cambia su naturaleza. El problema que las corporaciones hoy plantean es uno de los más difíciles y urgentes de nuestro tiempo y su solución no es fácil. Un futuro libre de la explotación, del egoísmo y de la capacidad destructiva de estas instituciones clasistas era el sueño revolucionario. Pero hoy nos hemos quedado, momentáneamente, sin modelo para su implementación. Y mientras imaginamos uno, el movimiento anti-globalista propone por ahora, la lucha por controlar las corporaciones y someterlas a los constreñimientos democráticos para protegernos de sus tendencias predatorias.  

Pero, en ultima instancia, tendremos que plantearnos la cuestión de si es cierto que el capitalismo esta aquí para quedarse y constituye el ultimo horizonte de nuestras expectativas, y que lo único que nos queda es continuar reformando el sistema, dejando  su homogeneidad básica intacta.

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* Escritores y docentes. Residen en Canadá.

 

Addenda
SEIS MILLONES DE DÓLARES

Luke McCabe fue el primer muchacho en convertirse en estudiante de preuniversitario patrocinado (sponsored en la jerga en boga) por una corporación. Facturó para aquella seis millones de dólares estadounidenses en publicidad. A fines de 2001 su fotografía se había impreso más de 80 millones de veces y había sido entrevistado por medios de comunicación en todo el territorio de su país.

Con su amigo Barret están disponibles para modelar, actuar y cantar. Disponen de una página-web (http://www.chrisandluke.com).

 

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