Venezuela: – PALO DE AGUA Y APALEO DE VOTOS

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Ocho años en el ejercicio de la presidencia, un golpe de Estado y haberse sometido al referendo que en mitad del mandato pudo haberlo expulsado constitucionalmente del poder; la plena inserción de Venezuela en el ámbito suramericano y su proyección extra continental; la feroz sátira al presidente de Estados Unidos ante la asamblea de la ONU y su amistad con Fidel Castro; la apertura solidaria con los enfermos pobres latinoamericanos.

Más una dura batalla –que ha prometido ahondar– contra la tradicional corrupción de los estamentos burocráticos del Estado, el oído presto a los defensores del ambiente natural y una misión educativa inédita probablemente en América del Sur fueron las semillas cuyo dulce fruto –en elecciones ejemplares– cosechó Hugo Chávez a lo largo del domingo tres de dicembre de 2006.

El periodista Ernesto Carmona, conocedor de la realidad venezolana, recordaba antes de conocerse el escrutinio que una encuesta atribuyó el 60,3% de los votos al presidente Hugo Chávez y 27,3% a Manuel Rosales; el sondeo lo difundió en el exterior la empresa Venezolana de Opinión Pública de Barquisimeto CA. La muestra, levantada en el Municipio Iribarren del Estado Lara, es decir, en la ciudad de Barquisimeto, entre el 25 y el 27 de noviembre, arrojó los siguientes resultados:

foto Hugo Chávez: 60,3
Manuel Rosales: 27,3%
Jesús Caldera: 0,8%
Ninguo: 2,8%
Indecisos: 7,3%
Na/Nc: 1,8%

Ante la misma pregunta (¿Si en el día de hoy se realizaran las elecciones para Presidente de la República, por cual candidato votaría Ud.?), pero excluyendo las opciones Nngun, Otros candidatos, Nadie, Sin ningún candidado, el resultado fue:

Hugo Chávez: 68,8%
Manuel Rosales: 31,2%

Cuando faltaba por conocerse los sufragios de alrededor del 12% de la masa de votantes, los números señalaron oficialmente que Chávez obtenía el 61% y Manuel Rosales el 38% de los votos emitidos. Un triunfo algo más que contundente, que sin embargo no dejaba huérfana a una oposición heterogénea y contradictoria, con un candidato débil sumado hace tres meses al bloque, al acceder casi al 40% del electorado. Si bien un porcentaje de la votación de Rosales no le pertenece –son en rigor votos antichavistas, pero no necesariamente pro oposición tan cual ésta se conforma en la actualidad–, el mensaje ciudadano parece claro:

Que Chávez siga en el gobierno, pero que la oposición contribuya a estructurar un diálogo político y democrático que asegure a las instituciones y mantenga al gobierno del país lejos de aventuras golpistas y asesorías foráneas. La tarea no le será fácil. Pasa por aceptar íntimamente la legitimidad de la República Bolivariana y el mandato del presidente, por una parte, y por la otra la emergencia de los más postergados como actores sociales y políticos válidos.

Pese a que la pobreza es una amarga realidad social en Venezuela, las acciones de gobierno –gracias el escudo que proporcionan las mayores entradas fiscales debidas al precio del crudo, pero también a la reorganización de PDVSA, la petrolera estatal– comienzan a abrir un surco de esperanza. De hecho hay una revolución educativa que aprende de sus errores, comienza a mejorar el sistema de salud, se estimula y apoya la creatividad popular, está en marcha un programa económico y de creación de fuentes de trabajo productivo, se remoza el sistema de transporte de carga y pasajeros, se renueva la red vial.

Durante demasiados años, desde la dictadura de Pérez Jiménez y hasta el último gobierno de Rafael Caldera, la política de Estado tendió a la formación de la llamada «clase media» –mayoritariamente en las ciudades principales y a costa del erario nacional– postergando a la mayoría de la población que nunca gozó de trabajo estable ni bien remunerado, aunque ocasionalmente accedió a los símbolos del bienestar, no al bienestar real. La fraseología urbana caraqueña, por ejemplo, lo muestra sin lugar a otros eufemismos: la «gente decente» vive en colinas, los pobres en cerros. Las capas medias en urbanizaciones, los pobres en barrios.

Chávez y su equipo parecen decididos a fomentar y apoyar instancias de organización popular, no a reemplazarla por un verticalismo autoritario. Esa es la mejor señal y ese será el juego que la oposición debe jugar si aspira a lograr un rol legítimo en la Venezuela que acaba de indicar cuál es el futuro que quiere. En cierto modo el aplastante triunfo del bolivarianismo ha entregado la pelota al campo adversario. Le corresponde ahora a éste ponerse a la altura de la paradoja democrática.

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