Chile: – LECCIÓN DE POLÍTICA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Nos referimos a la política que significa el arte de hacer posible la vida en sociedad. Y una lección de tal naturaleza comienza por la humildad. Por el reconocer que quienes detentan el poder son seres humanos. Con fortalezas y debilidades. Con grandeza y chiquezas.

La presidenta ha vivido momentos difíciles en el inicio de su mandato. Y ha tenido que enfrentar situaciones curiosas. No sólo hay interesados en destruir su imagen desde la oposición. Pareciera que también desde la propia Concertación comparten tales intenciones. Con ocasión del cambio de gabinete del lunes 26 de marzo, se volvieron a escuchar voces que la acusan de falta de carácter. Provinieron especialmente desde la Democracia Cristiana (DC). Y tengo la sospecha que tales imputaciones se deben a que la mandataria no hace lo que quiere la DC.

Es curioso. La acusan de falta de carácter porque no sede a las imposiciones que quieren hacerle sus acusadores.

Que la Unión Demócrata Independiente (UDI) cumpla su misión opositora y condene hasta los gestos de humildad de Bachelet, no es extraño. Tampoco lo es que Renovación Nacional plantee dudas. Están cumpliendo su misión. Son las reglas del juego democrático que tenemos. Pero cuando voces de la propia Concertación comienzan a hablar de que las telenovelas no sirven para gobernar. Es como para preocuparse. No por la suerte del Gobierno actual o del que vendrá.

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Es preocupante por el nivel de la política. Porque resulta evidente que a ninguno de los detractores le importa el interés general. La suerte de los más humildes, que son los que han tenido que soportar las mayores penurias por las chambonadas gubernamentales y la venalidad privada en el Transantiago. Y éstos, como mínimo, merecían una explicación.

Cuando el mundo camina hacia la confluencia de lo masculino y lo femenino, como única manera salvar a la civilización, nosotros hacemos lo contrario. Negamos condiciones a una mujer porque demuestra sensibilidad. Pareciera que preferimos que las mujeres pierdan los atributos que las distinguen. Que se transformen en remedos de machos. Que fortalezcamos una casta política que hace gala de insensibilidad. Que sólo sabe mandar. Como si pudieran convencernos que jamás se equivocan. Que el voto popular los ha alejado de su animalidad y los ha puesto en la condición de dioses.

Aparte del discurso de la presidenta, lo que ocurrió el lunes 26 tuvo poco de sorpresa. Uno estará de acuerdo o en desacuerdo con los cambios ministeriales. Pero nadie puede sorprenderse de los nombres que salieron. Sólo es comprensible que los afectados se hagan los desentendidos. Como Isidro Solís, que culpó a la DC de su alejamiento, porque, dijo, ésta exigió que se fuera del gabinete un militante de cada partido. Y como el Partido Radical Social Demócrata tiene un solo ministro –que hasta el lunes era Solís–, pues le tocó a él.

No hay por qué dudar de su palabra. Pero no se necesitaba ser pitoniso para saber que si había reajuste ministerial, él encabezaría la lista de los que se iban o estaría muy cerca de ese sitio. Sus desencuentros con la Corte Suprema y la manera altisonante de sostener opiniones discrepantes, debilitaron su base de apoyo. La señora Vivian Blanlot aseguró que las razones de su partida eran confusas. Posiblemente sean dolorosas, pero no confusas. Si uno está de acuerdo o no que una ministra salga del gabinete por tales motivos, es otra cosa. En cuanto al ministro Sergio Espejo, mantenerlo en el gabinete habría sido sólo ceder a un capricho de la DC. Y como eso no ocurrió, sus correligionarios reaccionaron. El diputado Gabriel Ascencio calificó el discurso de la presidenta de «telenovela barata».

La salida de Paulina Veloso de la Secretaría General de la Presidencia, era inevitable. Durante el año que ejerció el cargo no logró cumplir cabalmente su función. Y esta no era otra que alcanzar entendimientos, primero con los partidos de la Concertación y, luego, con la oposición. En ninguna de esas tareas tuvo éxito. De ello hablan con claridad las dificultades legislativas, el no contar aún con un Contralor General de la República y las frías relaciones existentes en el interior de la Concertación.

Lo vivido puede servir para descomprimir algo el ambiente político. Pero los cambios no significan innovaciones espectaculares. La presidenta no parece dispuesta a dejarse tentar por salidas audaces en sus deseos de resolver problemas de los más humildes. La opción que ha adoptado es acercarse más al sector conservador de la Concertación o, al menos, de su Partido Socialista. La gran novedad es la forma en que hace política. Es ponerle esa pizca de humanidad que la política requiere para que sea cercana a la gente. Y eso lo ha hecho bien.

Ahora tiene tres años para transformar en realidad sus palabras.

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* Periodista.

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