Chile. – EN BUSCA DE UNA MORAL

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Y esa sensación se transforma en realidad demasiado a menudo, cuando líderes de opinión asoman en la arena lanzando sus diatribas o mensajes inspiradores –nadie parece conocer la diferencia– acerca de variados temas. El objetivo que persiguen es invariablemente el poder.

En estos días le ha correspondido aparecer a Sebastián Piñera, candidato presidencial de facto de la derecha. Resultó “tocado” en su faceta de empresario. Fue condenado por la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS) a pagar una multa de más de $360 millones (unos US$ 680.000). Su falta, realizar una compra de acciones de Lan Chile, empresa de la cual es propietario y director, un día antes de que se conociera el ejercicio del segundo semestre 2004. Él contaba con información privilegiada.

Desde el comienzo, Piñera y su defensa intentaron levantar una cortina de dudas sobre el actuar imparcial de la SVS. Se dijo que había persecución política y que lo que se pretendía era desacreditar al empresario. Los mismos argumentos fueron esgrimidos una vez que se conoció el fallo. Pero, cosa curiosa, de inmediato Piñera anunció que no apelaría y que, pese a lo injusta de la sanción, la pagaría.

Nadie duda de la cuantía de la fortuna de Piñera, pero su actitud no está determinada ni por su desapego al dinero, ni por un interés filantrópico de ayudar con las arcas fiscales. El objetivo es claramente político. De haber apelado a la justicia, el juicio habría durado lo suficiente como para estar pendiente cuando se realice la próxima elección presidencial, a fines de 2009.

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O sea, el empresario hizo una movida precisamente en el campo en que denunció jugaba la SVS. Al pagar, quedaba con las manos más libres para maniobras políticas. Y, sobre todo, confiaba en que, de aquí a dos años, nadie recordará vívidamente la multa que le impusieron. Además, él podrá hacer alguna jugada espectacular. Es posible que anuncie que ha dejado sus negocios en manos de operadores extranjeros. Con ese fin habría viajado recientemente a los Estados Unidos. Es una jugada espectacular… de espectáculo. Más digna de la farándula que de la política. ¿A alguien le importa la diferencia?

El caso de Piñera es uno más de esta enredada urdiembre en que ha transformado el poder a la economía y la política. Sin duda, él tiene una connotación especial por ser empresario, situación que es explotada en su contra hasta por integrantes de la propia Alianza que debería levantar nuevamente su candidatura. Pero está lejos de ser el único.

En situaciones similares, desde la perspectiva moral, se encuentran otros personajes que, habiendo ejercido cargos en el gobierno, aparecen luego integrando directorios de empresas en áreas relacionadas.

Frente a tales situaciones, la dirigencia política se limita a hacer declaraciones altisonantes. Frases que más parecen dichas «para el bronce» que para mostrar un rumbo moral por el que debería encaminarse la política. Y este es un tema no menor. Es evidente que nos encontramos en un momento en que los antiguos valores están mutando. La religión ha dejado de ejercer el papel preponderante que jugaba en el campo moral.

Hoy, como sostiene Luc Ferry, la religión se bate en retirada, pero aumenta la religiosidad. En otros términos, la moral laica que pueda imponerse tendrá una concepción que mirará hacia la trascendencia, aunque ello parezca una contradicción. Pero mientras surgen los nuevos valores, la política será tierra de nadie en términos valóricos. Y lo peor, desde todos los sectores se seguirán esgrimiendo argumentos seudo morales y condenas éticas para justificar cualquier maniobra que les asegure una cuota mayor de poder.

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Es evidente que vamos hacia una concepción moral distinta a la que ha debido someterse la Humanidad en las últimas centurias. Tal vez más libertaria y, al mismo tiempo, más comprometida. Pero antes de llegar a ella seremos testigos de trapacerías variadas y de la más diversa envergadura.

Lo peligroso es que mientras vivimos esta especie de inflexión civilizatoria, quienes están llamados a ejercer liderazgo, no cumplen tal función. Algunos, especialmente líderes morales, porque son incapaces de ponerse a la altura de la realidad. Y otros, dirigentes políticos en su mayoría, porque están más preocupados de su bienestar que de cumplir con la misión que la sociedad les encomendó.

Mientras no se supere este dilema. Veremos a muchos Piñera denunciando maniobras políticas y haciendo las propias. Y a otros muchos dirigentes políticos oficialistas y opositores utilizando su misión para el lucro personal.

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* Periodista.
wtapiav@vtr.net.

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