Argentina. – LECHUGA Y HORTALIZAS, ARMAS DE DESTRUCCIÓN MASIVA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

En el mes de mayo de este año, el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, hizo publica una denuncia escalofriante: fondos varios de inversión –aquellos cuya administración especula con las economías de los países emergentes y viven haciendo malabarismos ilegales con el dinero ajeno– estaban comprando cantidades masivas de lechuga y otras hortalizas para luego destruirlas y elevar así el precio de estos alimentos que influyen directamente y de manera sensible en la inflación calculada por el índice de precios al consumidor (IPC) del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) de Argentina.

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Los inversores poseen un total de 180 mil millones de la deuda Argentina ajustada por el CER (Coeficiente de Estabilización de Referencia) que fue un recurso implementado por el ex ministro de economía Lavagna (abajo, der.) para compensar los bonos argentinos de una eventual perdida de valor frente a una posible inflación y volverlos así más atractivos para los mismos inversores (sic).

Esta decisión de indexar según el CER nunca le gustó al presidente Kirchner, que veía en la medida un regalo adicional innecesario y peligroso aplicado a los bonos. A nadie se le ocurriría de indexar con una medida similar los bonos del tesoro de Estados unidos o la China o cualquier otro país del mundo. Sin embargo la indexación vía CER fue presentada, con astucia (y se presta a suspicacia), como un incentivo necesario, en parte, para hacer frente a la crítica situación del 2002, cuando ardía el país por el desastre económico provocado por los especuladores de siempre –que con mucha probabilidad son los mismos que compraron estos nuevos bonos–.

Se podría haber ofrecido un punto a más o dos de la tasa internacional que también hubiese significado un buen incentivo, pero no se hizo.

Es así que la indexación vía CER de los bonos públicos abrió las puertas de la corrupción. Tenemos que tener en consideración, también, que hablamos de la Argentina, país con un vasto historial de prebendas generosas y favores amistosos hacía quienes destrozaron el poder adquisitivo de los ciudadanos con préstamos en dinero e intereses usureros, anulando la capacidad de desarrollo de su economía también gracias a la vista gorda de algunos funcionarios del gobierno que luego se presentan como héroes nacionales (vide Lavagna) y el apoyo de la mayoría de los medio de comunicación periodística.

Estos préstamos están indexados según los índices del IPC emitidos por el INDEC. Por cada punto de inflación oficial –declarado por ese organismo del gobierno argentino– salen de las arcas del estado la friolera de 1.800 millones de pesos en un año; si la inflación oficial es de 10% esos 1.800 millones de pesos suben a la cifra espantosa de 18.000 millones de pesos, tanto así como unos 60 mil millones de dólares.

Conociendo esas cantidades es fácil deducir que si los señores especulativos/inversores tan amados y protegidos de la gran prensa nacional e internacional hacen aumentar los índices de inflación el negocio se vuelve mucho más redondo para ellos.

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Al principio fue el verbo

Los fondos de inversión y sus administradores primero convencieron, pagando un sobresueldo generoso y secreto, a los empleados del instituto INDEC para que fueran otro tanto generosos en calcular el índice de inflación. Éstos, en la practica, pasaron a ser empleados de los fondos de inversión que los incentivaban a aumentar los dígitos de la inflación. Lindo regalito del señor Lavagna quien, ahora (vuelta de la vida) se presenta como candidato a la Presidencia de la República.

Me asombra que algunos editores de medios de comunicación que se autocalifican de periodistas cometan actos de traición a los intereses de su propia tierra, como también la capacidad de muchísimos políticos de «dejarse convencer» para diagramar medidas económicas que favorecen a sectores especulativos que se llevan toda la plata del país con nada de trabajo o nada a cambio.

Negocios turbios hechos como si fueran legales, funcionarios que embolsan cifras astronómicas –luego puestas a resguardo en poderosos bancos privados: solución de por vida de sus problemas económicos–.

Desde tiempos inmemorables el sétimo mandamiento de la Biblia, «No robar» es desobedecido por casi todos los humanos que habitan esta Tierra a veces convertida en infierno.

Tenemos ejemplos en la propia Biblia. El rey David, el mismo héroe que venció a Goliat tuvo una vida dedicada al latrocinio, al asesinado y al genocidio. Recordándolo se descubre que esta costumbre se mantiene intacta hasta nuestros días: ahí lo tenemos al señor Bush cometiendo genocidios y robando el petróleo de Iraq; ahí tenemos a Inglaterra, eterna ladrona y pirata asociándosele junto a algunas complicidades europeas. Y ahí tenemos a los antepasados de los banqueros Rothschild, Rockfeller, Morgan (ahora dueños de la Reserva Federal de EEUU) cada uno emergente en sus especialidades: traficar oro, traficar esclavos, actos de piratería para la corona inglesa.

Al final todo es robar

A través de los siglos robar ha sido la regla y para justificarlo o encubrirlo se declararon guerras y se procedió a invadir países. Ahí están los empresarios inescrupulosos asociados a políticos cómplices que convencen a ministros para que admitan cláusulas deshonestas en sus contratos. Eso sí: que esos robos parezcan acciones totalmente legales. Eso es lo que sucede por lo general con los fondos de inversión. Están constantemente acechando la oportunidad para sacar ventajas.

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Nuestros picaros amigos, los «inversores», cuando entraron en la cuenta de que el gobierno del presidente Kirchner había descubierto la maniobra que armaron en el INDEC –o sea, le cambió las figuritas corruptas por otras más honestas– recién se dieron por aluditos de que se le salía el tiro por la culata y tomaron medidas.

Para reubicarnos en el tiempo y el espacio, repito, estamos hablando de un capital en bonos de 180 mil millones de pesos y de un ajuste anual en torno a 18.000 millones más los intereses que rondan el 7%, una cifra que supera con crece la economía de algunos países.

La gente del dinero fácil, los inversores, nunca se cansan de buscar métodos para llegar a cumplir sus finalidades, fracasado el tema del INDEC pensaron crear una inflación artificial comprando grandes partida de lechuga y otras verduras, que son alimentos sensibles en la medición de la inflación, luego destruyéndola con el pretexto de que las heladas eran las culpables de tamaña tragedia.

¿Que le representa a sus economías, con una danza de centenas de miles de millones, gastar 10 millones de dólares en verduras varias y frutas si recuperan con creces el dinero empleado con los índices de inflación aumentados? Recordemos que un solo punto de aumento de la inflación representa la asombrosa cifra de 1.800 millones en interés. Forzada así la inflación podrán juntarse con buenos lucros adicionales.

Un juego casi lógico para quien tiene a Maquiavelo por cabecera y la tradición de la usura en la sangre. A veces apropiarse de lo ajeno es así de simple.

Es sintomático que ningún medio de la «grande prensa» se haya dignado dar a conocer las declaraciones de Moreno en caracteres cubitales y en primera plana y sólo hablaran del tema cuando lo anunció el presidente de la republica. Por su gravedad la noticia merece una investigación exhaustiva y detallada.

Kirchner, día jueves 21 de julio (2007) dijo, en una declaración por TV, que los fondos de inversión Allianz y Dresdner Bank, junto a otros cincos bancos locales habían vendido gran número de bonos indexados para crear un mercado de baja de esos bonos, desprestigiar el valor de los mismos y luego re-comprarlos con precio de favor y quedarse con las buenas ganancias de la actualización de los mismos con la inflación provocada por el alza de los precios en el mercado consumidor. Como siempre, son maestros para crear una turbulencia controlada …y sacar ventajas.

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Nunca el INDEC fue motivo de controversia. Siempre se aceptaron con tranquilidad sus índices. ¿Por qué ahora tanta polémica? La respuesta es simple. Hay gente que desde los fondos de inversión necesita hacer maniobras especulativas para sacar fabulosas ganancias extras.

En Argentina hay dos tipos de inflación: La real –que refleja la que se manifiesta en todos los volúmenes de venta en el mercado– y la oficial, que se refiere a aquellos productos que, previo acuerdo con el comercio y las industrias productoras (dije acuerdo, no control), se venden a precios contenidos para que la clase menos acomodada resulte menos perjudicada en una economía aún desestabilizada por las fuertes presiones económicas provocadas por sectores cuya cultura es recurrir a argucias legales para sacar ganancias extras por afuera de las previstas.

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* Periodista. Director de losbuenosvecinos.com.ar.

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