Rubén Martínez Dalmau*
Hace un par de años, en un seminario de expertos sobre el fracaso de
Tampoco las abuelas irlandesas se han quedado calladas, y en Irlanda ha vencido la decisión de negar la aprobación del Minitratado, que no era otra cosa que una puerta de atrás para endosar
Lo único que le agradecí a mi compañero durante la cena es que hubiera sido sincero con lo que muchos otros pensaban, pero no decían. El colega dio en la diana. ¿Qué saben los ciudadanos de Europa como para tomar decisiones sobre su futuro? La verdad es que conocen bien poco, y desde ese punto de vista es tentador actuar con la honestidad de mi colega. Es un tema de técnicos, déjennos decidir a nosotros, y no se preocupen; están en buenas manos. Las manos de aquellos que, por ejemplo, fueron tan duchos que, siguiendo a pies juntillas el informe realizado por todos los gobernadores de los bancos centrales europeos, decidieron con el Tratado de
Pero el regaño a los ciudadanos europeos sobre dónde se ubican y qué les supone
Quizás en un momento histórico podía comprenderse el oscurantismo y la lejanía de las instituciones, la complejidad de su creación, el hecho de que las cosas no pudieran disfrutar de toda la transparencia, porque no podía refregarse por la cara de los Estados lo que hoy en día es una obviedad: que una buena parte de las decisiones que nos incumben, y que determinarán nuestro futuro, se toma en instancias europeas. Por ejemplo, la tasa de interés que pagamos por nuestras hipotecas, condicionada directamente por las declaraciones puntuales del señor Trichet.
Por ejemplo, ¿quién sale beneficiado de la afirmación del Presidente del Banco Central Europeo sobre la posibilidad de que más adelante se suban los tipos de interés? Es obvio: los banqueros. Sin que el Banco Central les haya aumentado una milésima el precio al que les venden el dinero, sorpresiva y, para ellos, agradablemente, le han colocado en bandeja de plata la oportunidad de cobrar más por el dinero que prestaron. Más dinero para las bancos, menos dinero para los hogares, empeñados hasta las cejas en hipotecas hereditarias. ¿Puede el Sr. Trichet ser cuestionado por los Estados u obligado a dimitir? Institucionalmente, no. El Banco Central Europeo, capacitado para imponer sanciones o legislar, y directamente responsable del tipo de interés en la zona euro, es “independiente” de cualquier fórmula institucionalizada de control democrático.
De todo esto surge una evidencia: que
El problema de si se vota o no, por suerte, está superado en Irlanda, mal que le pese a muchos y, en particular, a mi colega. La victoria del “no” en el único referéndum convocado (no cabía otra posibilidad, porque el sistema constitucional irlandés lo requiere) ha supuesto un revés casi peor que el fracaso de
* Profesor de Derecho Constitucional en
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