Colombia: Escribir derecho con letras cambiadas

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Jorge Gómez Barata 

El cautiverio de Ingrid Betancourt es historia y las poco ortodoxas tácticas de las FARC también. La primera versión con las pruebas más concluyentes que son los retenidos, fue establecida, favorece al gobierno y carece de sentido confrontarla a partir de especulaciones que en definitiva afianzan el mito.

En las memorias de los protagonistas de operaciones de inteligencia y en la literatura inspirada en ellas, se cuenta que, en el proceso de planificación de tales acciones y al tomar las decisiones operativas, se establece el modo y el momento en que sus resultados serán dados a conocer u ocultados a la opinión pública. En tales operativos, la información y la desinformación no son elementos añadidos o dejados a la espontaneidad, sino piezas principales.

Sin dudas, el oficial colombiano que condujo la fase final del operativo de rescate y que pronunció las palabras que la Betancourt se encargó de propagar, no improvisó, como tampoco lo hizo la emisora estatal suiza que inmediatamente que, como quien está preparado, en espera de una señal, propagó la afirmación de que las FARC había vendido los rehenes por veinte millones de dólares. 

Tampoco improvisó el embajador de Estados Unidos en Colombia, William Brownfield que se extendió en consideraciones acerca del involucramiento de su país en la operación, incluyendo altos niveles del gobierno, en revelaciones acerca del papel de los satélites norteamericanos en la ubicación de los rehenes y la cooperación con el ejercito colombiano con tecnología para la intercepción de conversaciones, la exploración y el espionaje.

En la planificación de semejante operativo no podía haber ningún espacio para la iniciativa, incluso lo que parecen elucubraciones acerca de las identidades de los supuestos desertores y traidores, nombrados "Gafas" y "César" y los rumores acerca de su destino que incluye la concesión de asilo y cambio de identidades en España u otros países europeos, son bocadillos de un libreto cuidadosamente preparado.

Inmediatamente algunas personas que hubieran deseado que las cosas, incluyendo la liberación de los retenidos  ocurrieran de otro modo, se aferraron a la versión de la radio suiza que, en lugar de contrarrestar la idílica versión oficial, la reforzó al tiempo que, a la presunta ineficacia o ingenuidad de la guerrilla, añadían la traición y el dinero.  En definitiva, puestos en una balanza es difícil decir que es peor: ¿ser engañado, comprado o traicionado?

Desde mi punto de vista, dado que no se puede omitir ni cambiar los hechos, es preferible actuar como lo hicieron Hugo Chávez y Fidel Castro, no sólo porque ambos saben lo que se traen entre manos, sino porque jamás cederían terreno ni regalarían al imperio y sus cachorros un milímetro de terreno ni harían nada que pudiera perjudicar o desmovilizar a un luchador revolucionario, incluso cuando discreparan de alguna de sus tácticas.
Chávez, que trabajó incansablemente por la liberación de la Betancourt y de los demás cautivos y que puso en marcha la maquinaria que condujo a su liberación, hizo lo único que podía hacer: alegrarse y hacer pública su satisfacción porque se lograra un resultado con el cual se había comprometido, mientras que Fidel Castro, en la estatura del humanista que es, se alegró porque cesaba el sufrimiento de una mujer sometida a un tratamiento inadecuado y, como había adelantado, en el día de ayer, con absoluta transparencia hizo más explicita su posición, a la vez que reunió valiosa información acerca de la participación de los Estado Unidos.

Como revolucionarios maduros que son, Fidel y Chávez no dramatizan lo ocurrido. No es la primera vez que una fuerza revolucionaria comete errores tácticos o estratégicos o es obligada a encajar reveces. Es a las FARC a quien corresponde extraer las conclusiones, escuchar los llamados que estime pertinentes y actuar en consecuencia.

No deja de ser curioso que profesionales calificados, conocedores de cómo cotidianamente la opinión pública es manipulada y desinformada, propósito acentuado ante sucesos extraordinarios que implican reveces para el movimiento popular y éxitos para el imperio y sus acólitos, y que incluso realizan esfuerzos para contrarrestar los efectos de esa actividad ideológica, olvidan lo aprendido.

De pronto una desconocida emisora radial suiza afirma que no hubo tal rescate sino que los guerrilleros, como si fueran tratantes de ganado, vendieron por dinero a los rehenes. Se trata de una tesis, probablemente de una infamia que forma parte del operativo mediático y que al revés, pretende añadir descrédito.

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