A pesar de todo… ¡Feliz Navidad!

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Es sabido que la mayoría de nuestras actuales manifestaciones culturales provienen de aquellas arraigadas en Europa en los tiempos de la conquista y colonización. Una de esas cuestiones es el calendario que rige la organización cronológica del tiempo, de sus diferentes partes y de sus distintos tipos de festividades.

En nuestro caso concreto rige el calendario gregoriano impuesto por el Papa Gregorio XIII (1582) y continuidad del juliano, aprobado por el emperador romano Julio César en los primeros años de la era cristiana. Esos calendarios están ligados a la reiteración de ciertas características de la naturaleza.

Gran parte del pueblo argentino, fuertemente influenciado por sus ancestros europeos, ha tomado como propia esa cultura. Pero ocurre que ella se ha colocado por encima de otros valores sostenidos por pueblos indígenas cuyos ancestros, desde miles de años antes, estaban radicados en estas tierras.

Europeos unos, indígenas los otros, tenían cosmovisiones ancestrales distintas, con puntos en común y diferencias determinadas por la evolución de los hechos históricos, pero también por el lugar que físicamente ocuparon en el planeta compartido.

La organización del tiempo en ambas cosmovisiones tenía su punto clave en los propios ciclos de la naturaleza. Uno y otro colocaban en el centro el solsticio de invierno. Dicho evento de la naturaleza que indica el inicio del invierno y el día más corto del año en el hemisferio Norte -Europa forma parte del mismo- se produce entre el 20 y 23 de diciembre. Pero en el hemisferio sur, en el que estamos, ello ocurre entre el 20 y 23 de junio. En ese período los pueblos originarios del sur de América celebran su año nuevo, que para los pueblos andinos recibe el nombre de Inti Raymi.

La conquista y colonización fue instalando el sometimiento de la cultura de los pueblos indígenas. Ello fue acompañado con el traslado de la cultura europea, que incluía su calendario, al territorio de Nuestra América. Las consecuencias culturales de esa política se manifiestan en la ausencia de una clara identidad común de  nuestros pueblos y en la adopción de conceptos que tienen otras raíces y particularidades.

Navidad Guaraní | EL TERRITORIO noticias de Misiones.Estos desfasajes y contradicciones tienen múltiples expresiones en el contenido y la forma de muchas costumbres actuales.

Una de ellas, casi anecdótica, la encontramos en las fiestas navideñas. Ellas están cargadas de opíparas y sustanciosas comidas que podrían ser una respuesta festiva al inicio del duro invierno europeo, pero poco tienen que ver con los calurosos días del inicio del verano en nuestro hemisferio.

El choque de estas diferencias está produciendo un sincretismo en el cual sobreviven aspectos de la cultura de los pueblos indígenas.

Esto es particularmente importante en los pueblos guaraníes. Allí se dio una relación especial con los indígenas porque las autoridades españolas tuvieron la necesidad de acudir a los mismos para fortalecer su presencia y dominio ante el acecho de los brasileños portugueses.

Esto impulsó a fortalecer la presencia de las misiones jesuíticas, en cuya jurisdicción, reconocida como República del Guairá, se realizó, en el año 1613, la primera Misa de Navidad. Ello ocurrió en las reducciones de Loreto.

En la actualidad, los guaraníes se suman a los festejos navideños, pero en lugar de colocar el centro en lo material y el consumismo, lo hacen rindiendo culto al “Niño Ára”. Lo hacen entremezclando la belleza de las melodías dedicadas al “Niño Ará o Jesús” con esa bullanguera fusión de lo guaraní y lo jesuítico que es el chamamé. Navidad en Guaraní – Postales Navideñas. – Plataforma e-Learning de Lengua Guaraní

Música que acaba de ser declarada por Unesco como “Patrimonio de la Humanidad”, reconociendo su fuerza como identificación de una cultura cuyos portadores más significativos, desde hace 2 mil años, habitan en la región que abarca las fronteras de Brasil, Paraguay y Argentina.

En toda esa área las festividades religiosas de la Navidad reflejan el modo en que se dio la mezcla entre religiosidad cristiana y cosmovisión indígena. Pero ese sincretismo cultural y religioso no se tradujo ni siquiera en compartir la tierra con sus dueños naturales, los pueblos originarios. Para los conquistadores, la tierra no formó parte de esa integración. Los indígenas lo recuerdan así: “Nosotros, los indígenas, somos como las plantas. ¿Cómo vamos a vivir sin nuestro suelo, sin nuestra tierra?”

*Juan Guahán

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