Computadoras, redes, programas: Chile, país al que le cuesta entender

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Alejandro Tesa

Hace un tiempo algunos parlamentarios –no demasiados– hicieron saber al Poder Ejecutivo la a su juicio conveniencia de que los organismos el Estado utilizaran en los ordenadores electrónicos versiones del denominado "software libre" –léase versiones desarrolladas a partir de Linux–; para entonces el Estado de Chile había firmado* un más que combatido por la comunidad informática local Acuerdo-marco de colaboración con Microsoft, fabricante estadounidense de software. Hay naturalmente oposición a esta idea. Veamos.

 

Existe y opera en el país una Asociación Chilena de Tecnologías de la Información, que según parece no representa tanto a quienes investigan y producen soluciones para la actividad –una actividad todavía en pañales–, sino más bien mantiene vínculos que la conforman como un brazo –largo– de las transnacionales comerciales que copan el mercado del software no libre y pagado. Resulta obvio que la iniciativa de que el Estado utilice en sus despachos, oficinas y redes programas libres no gusta a la ACTI.

Pequeña disgresión sobre software

Aquí conviene una precisión: el software libre (software es lo que "mueve", hace funcionales a las computadoras) no siempre significa programas gratuitos –muchos se transan legalmente por un precio–; quiere decir que sus códigos base están a disposición de los usuarios y que éstos pueden modificarlos y compartir esas modificaciones. Por otra parte un programa gratuito puede o no ser de código abierto.

En términos generales, para el lego en estas materias, son más fáciles y cómodos de usar –al menos en un principio– la mayor parte de los programas comerciales "cerrados" (aquellos de los que se adquiere sólo una licencia que autoriza su utilización en una máquina). Los programas más usados en el planeta son el sistema operativo Windows, en sus distintas versiones, y el "paquete" Windows Office, que comprende básicamente un procesador de textos (Word), una estructura para base de datos (Excel), un armador-visualizador de diapositivas (PowerPoint), un navegador de red (Explorer) y un administrador de correo electrónico. Todos ellos son fabricados y propiedad de la Corporación Microsoft.

Microsoft mantiene una posición dominante en el mundo –más del 90% de las máquinas se venden con sus programas instalados–; lejos, aunque aumentando su cuota, está el sistema operativo de Apple (Mac OS), con alrededor de un cinco por ciento del mercado y una cuota probablemente menor en programas para tareas específicas; el resto de los sistemas operativos son antiguos, desaparecidos ya del comercio formal o integran las redes de quienes prefieren alguna variante de Linux.

Lo importante es considerar que para cada tarea –salvo algunas de campos muy especializados; medicina, por ejemplo– existe la alternativa de elegir –gratis o no– un abanico de software. Explorer,para no ir más lejos, destronó (dicen que con malas artes) al legendario Netscape, que hoy cobra venganza con un hijo lejano: FireFox, que viene mordiendo infatigable la participación del primero y "corre" en distintas plataformas. No es el único, está el noruego Ópera, el Solaris, el iCab –para Macintosh–, etc…

En otros campos sucede lo mismo; FileMaker es la contracara de Excel –y basta buscar en la red para encontrar más de una docena de estos programas, menos complejos y quizá mejores para uso doméstico que aquellos, sea que se haya elegido la plataforma Mac o la Windows –porque en Linux la oferta, aunque a veces algo caótica, es enorme. Open Office –sobre el modelo de prestaciones de MS Office– es de código abierto y además gratuito. "Corre" en todas las plataformas.

¿Por qué entonces no se han popularizado estos programas? Hay varias razones. Una, desde luego, la habilidad promocional de Microsoft, que tiene convencidas a las personas –y buena parte de las empresas– de que sus "soluciones" son únicas, en otras palabras: que no hay más programas asequibles para la compu que tenemos en casa o en la oficina. Y por eso incluso en portales estatales o de empresas del Estado chileno –como el Banco Estado y el Servicio de Impuestos Internos– solía leerse o puede todavía leerse "Sitio desarrollado para resolución de 800×600 píxeles. Explorer 6.0 o superior ".  ¡El Estado chileno como agencia de publicidad u oficina de presión de Microsoft! Es ridículo y es una vergüenza.

Otra razón puede consistir en que las máquinas que operan con Windows requieren constante y periódica supervisión técnica; ¿algún técnico recomendaría, nos preguntamos, las plataformas Linux o Mac que lo dejarían sin trabajo? Pregúntele a un conocido que use un PC Mac o de soft libre cuántas veces ha requerido asistencia técnica el último año –o cuántas veces se le ha "colgado"… Y no hablemos de aquellos que trabajan con ordenadores en red.

La inquietud, la recomendación

Se informó que la ley de Presupuesto 2009 establece: "La cotización de equipos computacionales que incluya el costo de licencias debe indicar al menos una alternativa con software licenciado bajo la modalidad de fuente abierta o libre de costo. La cotización deberá acompañarse por una justificación especial si es que existe un software de código abierto o libre de costo que realice la misma función”.

La modalidad del "soft libre" se impone, lentamente, cierto, en muchos países. En parte por las demandas judiciales a que se ve sometido habitualmente Microsoft por práctica comercial desleal, en parte por lo elevado del costo de sus licencias y en parte porque no siempre sus productos cumplen con la "promesa básica" de su publicidad.

Prácticamente en cualquier ordenador es posible cambiar Windows por una versión de sistema operativo Linux. En el fondo quizá lo que se pide al Estado es que contribuya a un cambio de mentalidad que democratice y abarate el uso de computadoras, porque lo cierto es que las personas no utilizan un procesador de textos ni planilla de cálculo o base de datos , ni navegador; piensan que deben adquirir (o piratear) Word, Excel, Explorer.

No es un misterio que la migración de Windows a Macintosh, lejos de ser traumática, es gratificante para el 95% de los que la hacen, pero la plataforma Mac es también comercial y pagada, y aunque en la actualidad a igual prestación el ordendor Mac no resulta más caro que un ordenador equipado con Windows, tampoco se trata de salir de uno para caer en otro. Aprender la serie de comandos Linux, por otra parte, está lejos de ser una tarea imposible –el cerebro no se gasta por el uso– que, además, se facilita al pensar en el alivio de la falquitrera…

En el bolsillo, sin duda, pero también en otro concepto, que en Chile es cada vez más difuso (y confuso), el de soberanía, pensaron en Brasil cuando se ordenó que todas las reparticiones fiscales utilizaran "soft libre". El Estado chileno eroga anualmente un suma no menor de 20.000 millones de dólares –quizá un 20% más– por concepto de instalación de redes, mantenimiento y renovación del parque de computadoras y de manera especial licencias por el uso de programas; la mayor parte de este último ítem a Microsoft y un saldo a otras empresas por programas específicos.

No se trata de abogar por la "muerte" de Microsoft para entregar la virginidad informática a algún distribuidor o comerciante en Linux o abrazar a los a veces bastante bucaneros que representan el sector Apple; se trata de hacer realidad en este terreno un postulado democrático por antonomasia: el de la elección conciente e informada de los ciudadanos. ¿Porque ahí radica todo, no? Ser ciudadanos.

Y si ACTI protesta porque se vería perjudicada la "pujante" industria nacional del software, la solución se encontrará fácil; basta con que la Asociación exponga quiénes serán los programadores y empresas de software "chilenas" que se verán agredidas en sus legítimas expectativas. Y precise en qué rubros existe competencia.

* Sobre el El acuerdo-marco de colaboración Microsoft – Gobierno de Chile, puede leerse el artículo Chile, tecnología digital. Cuando un país es soberano… para entregarse en Piel de Leopardo, revista que se integró a este portal.

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