Gaza, 195 muertos y contando

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Rivera Westerberg

Cierto: los erráticos misiles lanzados a lo largo de más de dos días por combatientes por la liberación de Palestina –país parcialmente invadido y ocupado por Israel– habían causado heridas a algunas personas y daños de poca consideración. Según expertos en materias bélicas, los proyectiles son más una molestia que un peligro real. La respuesta israelí –incursión aérea (aviones y helicópteros)– en minutos mataba a más de 100 personas. Poco después los muertos se acercaban a los 200, pero el mortal recuento no ha terminado. En la madrugada del domingo se contaban sobre 250.

Aviones de guerra y helicópteros de combate de Israel atacaron este sábado la llamada –desde el mandato británico en Palestina– Franja de Gaza causando la muerte al menos a 195 personas según los equipos médicos que actúan en el lugar. No menos de una treintena de misiles fueron apuntados sobre las calles, casas e instalaciones de Hamas en la ciudad de Gaza.

Mientras la nube de humo asciende desde techos, paredes y vehículos que arden, el seco y amargo olor de la muerte iba desprendiéndose de decenas de cadáveres, algunos medio calcinados entre los escombros.

El objetivo señalado por el gobierno y las fuerzas armadas judías fué –como señala un despacho de la agencia de noticias Reuters apuntar "contra la infraestructura terrorista tras días de ataques con cohetes por parte de militantes desde Gaza hacia el sur de Israel que causaron daños pero pocos heridos.

Tras el bombardeo los militantes palestinos respondieron con misiles tierra-tierra que provocaron la muerte a un hombre y heridas a varios otros. Voceros israelíes afirmaron que la ofensiva continúa al caer la noche en el territorio.

La Franja de Gaza, es una de las áreas más pobladas –y pobres– del mundo. En sus 340 kilómetros cuadrados moran alrededor de 1.5 millones de almas, muchos en los ocho campos de refugiados que allí existen desde la fundación del Estado Israelí, después de la II Guerra Mundial. Pero los palestinos no son libres allí. Gaza está rodeada por el ejército de Israel, que controla también el acceso por vía marítima. Ocho retenes militares, muro y alambradas cuidan que no puedan trasladarse a otros punto de Palestina sin la debida autorización militar, y ésta sólo les permite hacerlo por dos.

En una sus últimas –es de esperar– manifestaciones de hipocresía como Presidente de Estados Unidos, Bush –tras exigir a Hamas que detenga los ataques en la frontera– pidió a Israel que evitara las muertes de civiles en Gaza, lo que eufemísticamente la retórica imperial llama "daños colaterales".

A través de su secretario general la ONU demandó el inmediato alto al fuego. Ni Hamas ni el gobierno israelí parecieron escuchar a Ban Ki-moon.

Las primeras informaciones con alto grado de credibilidad señalan que por el ataque israelí murieron alrededor de 100 integrantes de los cuerpos de policía y seguridad de Gaza, no menos de 16 mujeres y un número no determinado de niños.

La reacción de los palestinos no se hizo esperar y en la tarde del sábado –hora local–, mientras ascendía el número de víctimas, se producían en Jerusalén, Ramaláh y otros sitios enfrentamientos entre civiles y el ejército invasor.

Mientras la comunidad internacional, en especial Europa y países árabes y musulmanes emitían diversas (e inútiles) declaraciones, Hamas amenazaba con llevar a Israel las mismas llamas del Infierno, incluyendo ataques con autoinmolaciones.

Los ataques se produjeron tras el fin, hace unos días, de una tregua de seis meses hace una semana.

Un portavoz del ejército judío, Avital Leibovitch, fue muy claro al señalar: "Cualquier cosa perteneciente a Hamas podría ser un blanco. Pueden interpretarlo como gusten". En marzo pasado en cinco días el ejército de ocupación mató más de 120 personas.

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