Bacteria que pudo haber matado a Neruda «sí la producía la dictadura de Pinochet»/ El bioquímico Berríos

441

La bacteria que probablemente mató al reconocido poeta Pablo Neruda sí la producía la dictadura de Augusto Pinochet para aniquilar a opositores políticos, afirmó en entrevista con La Jornada la diputada comunista chilena Carmen Hertz, a propósito de la presentación este miércoles de un informe preliminar sobre el deceso del premio Nobel de Literatura 1971.

La ministra en visita de la Corte de Apelaciones de Santiago, Paola Plaza González, recibió un expediente que reúne los resultados de laboratorios de Canadá, Chile y Dinamarca, así como el análisis de expertos sobre la muerte del escritor y militante comunista. Las conclusiones definitivas, con la adición de anexos, bibliografías y otro tipo de materiales, serán entregadas a Plaza González el 7 de marzo. La ministra rechazó este miércoles en conferencia emitir conclusiones, pues se trata de una investigación que se encuentra en etapa de sumario y no ha leído los textos que le fueron entregados ayer. Viene etapa de estudio y revisión, puntualizó.

 Según la agencia de noticias Afp, la funcionaria que ahora encabeza la investigación, iniciada hace más de una década, no tenía conocimiento del contenido de estos informes hasta el día de hoy y se deslindó de cualquier trascendido. Las partes podrán emitir las declaraciones, opiniones que convengan y cada una es dueña de manifestar lo que crea conveniente a sus intereses. El tribunal es el que debe mantener el principio de imparcialidad.

Carmen Hertz dijo que son muy claros los indicios que apuntan a una posible introducción por un agente externo de la botulimia en el cuerpo de Pablo Neruda y reiteró que esa sustancia se utilizaba contra opositores políticos. Rodolfo Reyes, el sobrino del poeta chileno, tuvo acceso a una parte del informe preliminar y su opinión fue que a su tío se le inoculó la bacteria. Refirió que se halló la bacteria (Clostridium botulinum) en los restos del poeta, que no tendría por qué haber estado ahí; esto quiere decir que fue asesinado, que hubo intervención de agentes del Estado (La Jornada, 14/2/23).

La indagatoria actual, relató Reyes, surgió cuando en 2017 se exhumó el cuerpo del autor de Para nacer he nacido con el fin de hacer peritajes y se halló dicha bacteria en una de sus muelas, lo que habría dado pie a este último informe para corroborar la tesis del envenenamiento.

Según la versión oficial, Pablo Neruda, de 69 años, murió en una clínica de Santiago como consecuencia del cáncer de próstata que padecía. Por otro lado, existe controversia en la misma familia del poeta. Bernardo Reyes, sobrino nieto no querellante de Neruda, desestimó la causa y rechazó la tesis del asesinato, difundió Afp. “La conclusión científica –dijo– no podrá determinar su asociación a un acto homicida. Sin siquiera mencionar que para 1973 aún no existía en el país, en la dictadura, un desarrollo en asesinatos mediante técnicas químicas”.

Neruda, nacido en la ciudad chilena de Parral y quien militó toda su vida en el Partido Comunista de Chile, murió 12 días después del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, que derrocó a su amigo, el presidente Salvador Allende.

El autor de Canto General falleció pocas horas antes de abordar un avión que lo llevaría a un exilio en México. Durante el régimen de Pinochet, más de 28 mil personas fueron torturadas, 3 mil 227 asesinadas y unas 200 mil obligadas al exilio, según cifras oficiales.

El informe pericial concluye que Pablo Neruda murió envenenado, según la familia | EL PAÍS ChileLa prensa chilena destacó que la actual causa es de importancia mundial porque recuerda al orbe quién fue Neruda: uno de los poetas más populares del siglo XX, así como la naturaleza abyecta de la dictadura chilena, que desde su inicio cometió crímenes aberrantes, como el posiblemente perpetrado contra esa figura de alcance internacional, cercana al gobierno de Allende y a quien se elimina, si se comprueba su homicidio, siendo un hombre enfermo e indefenso, en la cama de un hospital.

Si bien, como consignan los medios locales, la biografía de Neruda ha sido revisitada con los ojos de hoy y se le ha juzgado por aspectos reprochables como la supuesta violación que habría cometido, según esboza en Confieso que he vivido, y el abandono de su hija enferma, eso no borra otros aspectos luminosos de su vida. Son encomiables su profusa poesía traducida a prácticamente todas las lenguas o su actividad diplomática que llevó a rescatar a miles de españoles republicanos derrotados en la guerra civil y desamparados en Francia, cuando los trajo a Chile por su cuenta en el navío Winnipeg.

(Addendo)

El bioquímico Berríos

Ya recuperada la democracia, el 13 abril de 1995, en una playa de El Pinar, cerca de Montevideo, en Uruguay, un ex funcionario policial encontró enterrados restos óseos humanos. Los análisis forenses aseguraron que se trataba de un asesinato. El cuerpo tenía dos impactos de bala en el cráneo y la víctima había sido maniatada, ejecutada y sepultada cabeza abajo en la arena. Parecía una ejecución de la mafia, un castigo por traición. La víctima fue identificada como el bioquímico chileno Eugenio Berríos Sagredo, de 45 años, ex agente de la DINA y ex empleado del Ejército, vinculado a diversas operaciones secretas de la dictadura, y a la producción y tráfico de cocaína y otras drogas. Su historia se remontaba a varias décadas atrás y, particularmente, desde los inicios de la dictadura cívico militar en 1973. Y su nombre reaparece con la investigación del envenenamiento de Neruda.

Estudió bioquímica en la Universidad de Concepción, donde se aproximó al Movimiento de Izquierda Revolucionario, MIR,  pero decidió cambiarse bruscamente de bando, sumándose en 1970 a los militantes del Movimiento Nacionalista Patria y Libertad, fundado para emprender una tenaz resistencia a la Unidad Popular y al gobierno socialista del presidente Salvador Allende. En esa época nació su vínculo con el técnico electrónico estadounidense Michael Townley, amistad que le cambiaría la vida, llevándolo por los oscuros intersticios de los aparatos represivos que creó la dictadura tras el golpe de Estado de septiembre de 1973.

Eugenio Berríos

Berríos fue ayudante de Townley en el cuartel de la agrupación Quetropillán -dios volcán en lengua mapuche- un apéndice de la Brigada Mulchén de la DINA, el aparato represivo que dirigía el coronel Manuel Contreras Sepúlveda. Tenía el nombre clave de Hermes, un antiguo dios de la alquimia. También lo hacía ahí el bioquímico Francisco Oyarzún, quien años más tarde sería académico de la Universidad de California, en Estados Unidos. Allí se fabricó el temible gas sarín, un compuesto elaborado sobre la base de arsénico que desarrollaron los nazis en la década del 40 con el propósito de incluirlo en la ojivas de las bombas voladoras que lanzaron sobre Londres. Allí también fue asesinado con gas sarín Carmelo Soria, un español que era funcionario en Chile de las Naciones Unidas y quien fue capturado por los agentes de la DINA.

A fines de los años 70 Berríos se integró al Complejo Químico Industrial del Ejército ubicado en Talagante. Se presume que en esas instalaciones tuvo una decisiva participación en la fabricación de bombas y ojivas químicas para cohetes y misiles vendidos al extranjero. A mediados de 1990, luego de que un equipo de periodistas del diario La Época encontrara a la desaparecida agente de la DINA Liliana Walker, la justicia reabrió el caso Letelier y el juez Adolfo Bañados ordenó a la policía de Investigaciones que ubicara y detuviera a Eugenio Berríos.

Pinochet ordenó entonces a la Dirección de Inteligencia Nacional del Ejército, DINE, que sacará a Berríos hacia Uruguay y lo ocultara. El bioquímico no sólo podía hablar sobre el caso Letelier, también podía contar muchos secretos de la guerra química y bacteriológica, y del tráfico de armas y de drogas. La DINE encargó la misión a un pequeño núcleo de agentes del servicio secreto que ubicó y escondió a Berríos en el cuartel del Batallón de Inteligencia del Ejército, BIE, y luego lo sacó del país a fines de octubre de 1991. Tiempo antes, Berríos había decidido producir metanfetaminas, actividad que lo vinculó al grupo de peruanos, apéndice del cartel de Cali,

Una mañana el bioquímico fue abordado por el ex detective chileno Jorge Alarcón Dubois, quien tenía oficinas en la embajada estadounidense y que reclutó a Berríos y más tarde ofició de enlace para pedir y recibir información. Los detectives  consiguieron precisar más tarde que Berríos se reunió en un bar céntrico de Montevideo con funcionarios de la embajada chilena, con el peruano conocido como El Coke -tercero en la jerarquía del cartel de Cali- y con un comerciante uruguayo.

En noviembre de 1991 Berríos viajó hacia Buenos Aires acompañado por dos agentes de la inteligencia militar chilena. Se desplazó portando un pasaporte falso a nombre de Tulio Orellana Bravo. En la capital argentina permaneció unos dos o tres meses. El canciller Guido Di Tella admitió la presencia del ex agente en territorio trasandino, pero eludió explicar cómo había entrado y salido hacia Uruguay. Berríos permaneció por lo menos siete meses bajo la protección del Ejército uruguayo. En algún momento de octubre de 1992 la condición pasó bruscamente de protegido a prisionero. Sus custodios decidieron ocultarlo en el Parque de La Plata, en una casa de propiedad de los padres del capitán de inteligencia Eduardo Radaelli.

Artículos sobre Eduardo Radaelli | la diaria
Eduardo Radaelli

En la primera semana de noviembre, eludiendo la vigilancia de dos capitanes del Ejército uruguayo y de dos oficiales chilenos, tomó contacto telefónico con el consulado chileno en Montevideo. Se presentó y pidió un salvoconducto para regresar a Chile, aduciendo que había extraviado su pasaporte. El 15 de noviembre de 1992 Berríos optó por escapar de la casa del Parque de la Plata donde estaba cautivo. Los siguientes episodios, todos en el cuartel policial de Parque del Plata, 52 kilómetros al este de Montevideo, dejaron a la vista la red tendida para ocultar a Berríos.

Pinochet me mandó matar, aseguró el bioquímico al comisario del balneario, Elbio Hernández. – Mis superiores me fusilan si no me lo llevo conmigo, dijo el capitán Radaelli. – A éste deberíamos haberlo matado hace tiempo, declaró un capitán que llegó al frente de un piquete de soldados. Al parecer, Berríos accedió a regresar con sus captores cuando apareció el teniente coronel Tomás Casella, en quien parecía tener confianza.- Todo se va a arreglar, aseguró el jefe de la policía de Canelones, coronel retirado Ramón Rivas, quien llegó al lugar convocado por el coronel Héctor Luis, otro oficial de infantería que por esos días servía como segundo jefe de la inteligencia uruguaya.

El piquete militar se llevó a Berríos. El coronel Rivas ordenó manchar con tinta el parte policial donde constaba la denuncia del secuestro y las declaraciones de varios testigos civiles, y escribir otro parte falsificando las firmas. Cuando se retiraba, el jefe de policía se dirigió por última vez al comisario Hernández.- ¿Vio como todo se arregló?  le dijo.

Al final, tras una larga investigación de Investigaciones y de la Justicia, en agosto de 2015, la Corte Suprema sentenció a 14 militares, chilenos y uruguayos, a largas condenas por el secuestro y el asesinato de Berríos. Los autores materiales del crimen fueron un oficial chileno y otro uruguayo. El chileno era el mayor en retiro Arturo Silva Valdés, quien, aparte de haber sido agente secreto del Ejército, se desempeñó en los servicios de inteligencia de la dictadura y fue uno de los hombres de confianza de Pinochet, encargado de su seguridad personal en los años 90. El resto de los condenados eran los altos oficiales del DINE, varios de sus agentes y el ex fiscal militar Fernando Torres Silva. (Informe de Luvis H. Pareja)

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.