A CONTRACORRIENTE

Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Muchas gracias por la invitación a comentar este interesante trabajo. Quiero felicitar a los autores porque creo que el estudio entrega datos importantes. Sabemos que hay ciertas hipótesis sobre cómo funciona verdaderamente la economía chilena y que distan mucho de ese pensamiento mágico que sostiene que en Chile la economía crece así como el empleo decente y la felicidad, o sea, todos estamos bien.

Este tipo de estudios demuestra lo contrario y son un aporte real y contundente para entender nuestra realidad, son cables a tierra para conocer al país en el que estamos viviendo. Lamentablemente, este tipo de publicaciones deben enfrentar severos problemas de difusión. Esto de no hablar de lo que no conviene hablar es una nueva forma de represión, corresponde a las formas actuales con que se conculcan libertades fundamentales, las que, después de tantos años de democracia como tuvimos de dictadura, deberían haber sido restituidas.

Es importante preguntarse por qué esta información no está en la prensa ni en el debate público, siendo que constituye evidencia contundente respecto a una industria de alta connotación nacional. Resulta sorprendente la inexistencia de figuras públicas que se muestren escandalizadas ante la inocultable contradicción entre la imagen de un país “democrático” y la práctica sistemática de no discutir ni difundir y derechamente ocultar información relevante y clave para conocer el funcionamiento del país.

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Este tipo de estudios no tienen titulares en los medios de comunicación y la cobertura mediática ni siquiera se asemeja en medida menor a la que tienen esos programas faranduleros –exquisita gala de vulgaridad– tan interesantes y culturalmente profundos con los que bombardean a la ciudadanía y a este país “civilizado”, “desarrollado”, entrando al primer mundo como uno de los países líderes de América Latina.

No obstante lo anterior y, a estas alturas de la transición política chilena, debo decir que no me sorprenden ni la poca difusión de este trabajo ni sus resultados que para mí son matemáticamente consistentes con el mal llamado modelo económico chileno.

Esto de que el país está creciendo, al mismo tiempo que mejoran las condiciones de vida, y que la justicia hoy está más extendida que ayer, es un discurso que proviene del uso abusivo del pensamiento mágico que utilizan los promotores del modelo chileno, que no es otra cosa que un capitalismo brutal de acumulación.

La testaruda realidad habla de otra cosa. El modelo chileno no es el resultado de un consenso científico ni el resultado de una reflexión larga y profunda, sino una simple y vulgar estructura de acumulación de capital que se apoya en la conversión de capital natural en capital financiero y en la sobre explotación del trabajo, para beneficio de unos cuantos grupos económicos y del capital trasnacional.

La subcontratación laboral

Es por ello que la cuestión de la subcontratación es un elemento crítico e insustituible en este engranaje de concentración y acumulación de capital. La subcontratación del trabajo es un mecanismo diseñado para reducir el costo de la mano de obra, con el objeto de incrementar lo que en el ya antiguo lenguaje marxista era la tasa de ganancia y que en el lenguaje de la economía moderna, significa maximizar la función de utilidad; es lo mismo, cambia el lenguaje mas no el mecanismo, éste permanece inalterado.

Esta forma de abaratamiento del trabajo no será fácil de eliminar pues es una condición garantizada a los empresarios por el propio Estado, a fin de evitar su descontento y el activismo político adverso de la elite empresarial.

No sería posible ni siquiera regular en favor de los trabajadores el mecanismo de la subcontratación sin quebrantar la confianza que el empresariado ha aprendido a depositar en la Concertación –que hoy administra el Estado– puesto que es un elemento fundamental en la relación privilegiada que el Estado ha construido con los grupos económicos y las corporaciones multinacionales, y que es, también, parte del compromiso ideológico de los partidos políticos de la Concertación con la globalización financiera.

fotoLa industria salmonera

La industria salmonera es un ejemplo clásico de la forma en que se materializa este patrón de acumulación y concentración económica. Es más: por el impacto ambiental que esta industria genera, hemos empezado a identificar a la producción de salmones como un nuevo «agente naranja».

Como ustedes recordarán, el agente naranja era un herbicida que se desarrolló en la guerra de Vietnam y se usaba para deforestar la vegetación y la selva. Se aplicaron 82 millones de litros de esta sustancia y se destruyeron más de 90 millones de metros cúbicos de madera selvática, se arrasó con la mitad de los manglares del país, se contaminaron con este tóxico, ríos y manantiales que afectaron a más de 3.851 aldeas vietnamitas.

El abundante uso de tóxicos y colorantes que se aplican en la salmonicultura, produciendo grandes daños a la fauna, al ecosistema, al medio ambiente y a la salud humana, nos habilitan para utilizar el símil del agente naranja, tanto como el uso y abuso del pensamiento mágico para construir una imagen idílica de esta industria.

No debemos olvidar que hay abundante evidencia que permite asociar el desarrollo de esta industria con el fenómeno de las mareas rojas, básicamente porque diseminan una enorme cantidad de nutrientes en los cuerpos de agua. Más o menos el 70% de los nutrientes –fósforo y nitrógeno– que utiliza esta industria para la alimentación de los salmones queda en la columna de agua.

Además se genera una enorme presión sobre los recursos pesqueros disponibles en las costas, dado que para producir un kilo de salmón al menos se necesitan entre 3 a 5 kilos de pescado natural para producir el alimento que los salmones requieren. Entonces, si en Chile se producen 500 toneladas de salmón, se necesita al menos, convertir en alimento un millón y medio de toneladas de pescado natural. No es despreciable entonces el impacto que produce este agente naranja sobre los ecosistemas naturales.

En esto consiste…

En esto consiste el proceso de conversión de capital natural en capital financiero: los recursos pesqueros disponibles en las costas chilenas se convierten en harina de pescado que la industria pesquera vende a los salmoneros, los que luego liquidan en los mercados de alto ingreso, produciéndose una acumulación de capital que favorece a los grupos económicos que explotan las pesquerías y a la industria salmonera.

Por su parte, el país no recibe royalty alguno por la entrega de estos recursos y los trabajadores, a través del sistema de subcontratación, reciben salarios miserables en puestos de trabajo indecentes. La apropiación de los recursos naturales y las bajas remuneraciones explican entonces el enorme enriquecimiento y la maquinaria de acumulación de capital que existe hoy en día en Chile y que cuenta con el apoyo político explícito de la Concertación.

Es necesario hacer hincapié en que la destrucción de los recursos naturales no es un tema menor, puesto que estamos hablando de la desaparición de un capital productivo, con un valor económico. Obviamente, si tuvieran que pagar por el uso de los recursos y si la sociedad les imputara los costos por la destrucción y la contaminación, la maximización de las utilidades o la tasa de ganancias serían menores.

El costo que sufre el país y particularmente las personas que viven en torno a los cursos de agua en donde se desarrolla esta industria, es socializado y pagado por el país y sus ciudadanos, permitiéndole a la industria una suculenta caja de ganancias, gracias a que se evitan pagar estos costos.

En relación al otro factor de acumulación de capital, el factor social que se expresa en salarios bajos y precariedad en las condiciones de empleo, el estudio que estamos comentando abunda en evidencia y documentación que, no sólo permite documentar y sustentar el argumento de la acumulación basada en la sobre explotación del trabajo, sino también, nos permite contrarrestar el discurso cínico de los salmoneros, quienes, habiendo descubierto o aprendido –nada menos que del propio presidente Lagos– el uso torcido de los resultados del último censo, han pretendido convertir en evidencia de bienestar y desarrollo que provee este agente naranja, la disponibilidad de más refrigeradores, televisores, celulares y de toda esa avalancha de cachivaches electrónicos que nos provee la era digital.

En primer lugar, no es tan claro que tal abundancia se pueda asociar a mejores condiciones de vida y menos aún es posible vincular dicha abundancia a la mayor producción de salmones. Esto último si que constituye un desenfadado abuso de confianza.

La verdad según los hechos

Revisando la encuesta Casen de 2003, que es información mucho más pertinente para evaluar el desarrollo social, tanto del país como de las regiones, encontramos que, en relación con la pobreza, los indicadores para la décima región, en donde se desarrolla la industria del salmón, no han mejorado en los últimos años.

En dicha región se despliega el 95% de la industria, la que después de 10 años de desarrollo debería haber provocado un impacto significativo –y positivo– en cuanto al bienestar social. Sin embargo, según esta encuesta la décima región tenía un 21.8% de pobreza el 2003 mientras que el promedio del país era de 18.6%, o sea, muy por sobre el promedio nacional. En Puerto Montt que es la capital de la salmonicultura, la pobreza pasó del 16.9% en 1998 al 18.6% el 2003, lo que no es precisamente una disminución de la pobreza.

En educación el promedio nacional de escolaridad es de 10.2 años, pero, para la décima región sólo de 9 años. Ninguna comuna salmonera tiene índices de escolaridad superior al promedio nacional, ninguna. Esto demuestra que el aporte en términos de contribuir a fortalecer la formación de capital humano no es precisamente una de las características que se puedan destacar de esta industria. En analfabetismo ocurre lo mismo. Mientras la tasa de analfabetismo promedio nacional es 4%, para la décima región llega al 5.4%.

En salud, de 14 comunas salmoneras consideradas en la décima región, 13 presentan porcentajes de población afiliadas al sistema público –Fonasa– muy por sobre el promedio nacional, lo que a la hora de evaluar el ingreso disponible de las personas, la permanencia en Fonasa es una variable relevante, puesto que, a mayor nivel de ingreso las personas emigran hacia el sistema privado de salud.

En alcantarillado tenemos también situaciones similares; el 80.4% de la población del país está conectada con la red de alcantarillado. En las comunas salmoneras ninguna tiene porcentajes superiores al promedio país. Existen algunas en donde el porcentaje de conexión a la red es bajísimo, por ejemplo, Puqueldón 2.4%, Cochamó 4.4% y Quemchi 4.7% y ésta es más o menos la realidad de la mayoría de las comunas salmoneras.

En cuanto a la red de agua potable el 92% de los hogares en Chile está conectado a la red pública de agua potable; ninguna comuna salmonera, salvo Puerto Montt, alcanza esos niveles. En las comunas de Cochamó sólo un 27.5%, en Curaco de Vélez un 30.5% y Puqueldón un 37.1%, lo que es absolutamente inferior al promedio nacional.

En consecuencia, el planteamiento de que el desarrollo de la industria salmonera ha provocado un salto en el mejoramiento social de la décima región, sólo es posible entenderlo a la luz del uso y abuso del pensamiento mágico, puesto que los indicadores duros nos muestran más bien una regresión hacia condiciones más precarias de vida en aquella región donde la industria salmonera se ha enquistado como un cáncer maligno y devastador.

La distribución del ingreso

En cuanto a la información disponible respecto del estado de la distribución del ingreso, ésta es consistente y completamente concordante con lo que se desprende del estudio que estamos comentando.

Como todo estudio, éste no está absuelto de limitaciones y problemas metodológicos, los cuales son hábil y astutamente detectados por los adalides de la industria salmonera, porque para encontrar limitaciones ellos sí que utilizan el pensamiento racional, son expertos, pero, a la hora de dar cuenta del beneficio social de la industria, nada mejor que recurrir al pensamiento mágico.

En cuanto a la distribución del ingreso, esta industria no ha contribuido en nada a reducir la extrema desigualdad; muy por el contrario, la ha agudizado. En la décima región, por ejemplo, los ingresos monetarios del 20% más rico de la población son 12 veces más grande que los del 20% más pobre; esto considerando todos los ingresos monetarios que incluyen los subsidios del Estado.

Sin contar con esos subsidios, es decir, tomando en cuenta sólo la capacidad real que ofrece el mercado de generar ingresos para los trabajadores, la diferencia entre el 20% más rico y el 20% más pobre llega a 15 veces. Es decir, el quintil más rico captura el 55.1% de los ingresos mientras que el más pobre sólo un 3.7%.

Evaluando esta situación en términos del ingreso per cápita, la desigualdad entre el 20% más rico y el 20% más pobre sube a 23 veces. Lo anterior debido a que a mayor nivel de ingreso el número de hijos se reduce, haciendo que el ingreso recibido por los sectores pobres esté más recargado.

O sea, claramente la décima región es una zona en donde las condiciones de desigualdad son mayores que las que se dan a nivel nacional y esto demuestra que la industria salmonera, después de más de 10 años de operación, llegando a ser la primera industria a nivel mundial, lejos de contribuir a mejorar las condiciones de vida de la región donde se ha asentado, ha sido un factor de degradación ambiental y precarización social.

Al mismo tiempo hay que tener presente que esta industria tiene una tasa de rentabilidad promedio de más o menos un 60%. En ciencia económica una rentabilidad superior al 12% constituye un excelente negocio. Entonces, un 60% califica como para exigir un aporte más contundente al desarrollo del país.

El estudio de ICAL que me han pedido comentar constituye, desde mi punto de vista, una parte de esos pequeños aportes que necesitamos para tener una reflexión más honesta del país invisible que ha sido desterrado de los medios de comunicación.

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* Ditector de Océana, Oficina para América del Sur y Antártica.

Artículo publicado en la revista del Programa de Estudios Laborales del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschtuz –ICAL– de enero de 2006.
(www.revistalaboralical.cl/ver_noticia.asp?id=fu1pqi&tipo=SUMARIO).

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