A golpes, en África intentan expulsar a la colonialista Francia
Cada vez que se produce un golpe de Estado en África, surgen preguntas, especulaciones e hipótesis. La expulsión del ocupante del palacio presidencial de Gabón es el séptimo golpe de Estado en África en menos de 3 años, tras los de Malí, Guinea, Burkina Faso, Chad, Sudán y Níger. Pero, ¿quién está detrás de Oligui Nguema el nuevo mandatario: Francia, Estados Unidos, Rusia, o el pueblo gabonés?
Un mes después del golpe en Níger, una junta militar autodenominada Comité por la Transición y la Restauración de las Instituciones (CTRI) puso en arresto domiciliario al presidente Ali Bongo Ondimba y anunció la formación de un nuevo gobierno. Bongo, que gobernaba el país desde 2009, acababa de ganar su tercera reelección en unos comicios ampliamente cuestionados.
En la última serie de golpes de Estado, de Malí a Níger, pasando por Burkina Faso, Sudán y Guinea, los militares golpistas no encabezaban un movimiento popular, sino que actuaban desde dentro de los regímenes que decían querer cambiar, abolir, limpiar. Parte de la juventud urbana apoya a los golpistas, en Niamey como en Bamako o Libreville, atribuyéndoles un patriotismo antifrancés.
El golpe en Gabón parece tener un guión y una estética similares a los precedentes. El denominador común es la precariedad económica, y el hartazgo con regímenes autoritarios y dinásticos que garantizan los intereses neocoloniales de Francia a cambio de quedarse con una parte del saqueo principalmente del petróleo y la minería.
El 30 de agosto, la junta militar improvisada disolvió el congreso y la corte suprema. Y puso bajo arresto a Bongo, su familia y miembros de su gabinete con cargos que van desde fraude y gobierno irresponsable hasta traición. Como en otros países de África francófona, también en Gabón hubo escenas de júbilo popular ante la caída de Bongo, y consignas contra el neocolonialismo francés y sus socios de las elites locales.
Viendo la experiencia reciente del golpe en Níger, no parece que haya ni fortaleza ni voluntad para que las instituciones proocidentales de África -la Unión Africana, la CEDEAO y otras por el estilo- o las potencias imperialistas, se embarquen en la aventura de reinstalar mediante la fuerza a los viejos socios caídos en desgracia. El discurso más enérgico fue del presidente Emmanuel Macron, que habló de una “epidemia de golpes” contra sus aliados, una enfermedad que debilita la ya pálida impronta neocolonial francesa.
Gabón
Los africanos saben que la supuesta “democracia” que dicen defender Francia, Estados Unidos y las potencias occidentales es a todas luces una farsa. Omar Bongo fue puesto en funciones por el gobierno francés del general De Gaulle y apuntalado por el imperialismo francés. Hasta 1990 existía en Gabón un régimen de partido único, el Partido Democrático Gabonés, que representa los intereses de la familia Bongo y de la elite endogámica construida en su entorno.
Según el Banco Mundial, Gabón es un país de ingresos medios-altos. Como exportador de petróleo y miembro de la OPEP, tiene un PBI per cápita de 9.000 dólares, comparado con 500 de Níger, 890 de Burkina Faso, o incluso 2.000 de Nigeria, considerado una potencia regional. Pero, al igual que sus vecinos más pobres, un tercio de la población vive bajo la línea de pobreza, y el 40% de los jóvenes de entre 15 y 24 años están desocupados.
Por eso, más allá de las particularidades nacionales, el odio a las elites locales y el profundo sentimiento anti francés -es decir, anticolonial- es el denominador común en la convulsionada situación en África.
Estados Unidos tiene sus propios intereses en la región. En el marco de la guerra de Ucrania, su principal preocupación es evitar que el rechazo al imperialismo francés y este “espíritu de época anticolonial” sean utilizados por Rusia y China para profundizar su penetración en África.
¿Antiimperialismo?
Y hay algo que queda claro, mientras se aclara el panorama: ninguno de quienes ocupan ahora los sillones presidenciales de transición son Thomas Sankara, Jerry Rawlings o incluso Amadou Toumani Touré (ATT)(1).
Y mucho menos son un Patrice Lumumba, el líder anticolonialista y nacionalista congoleño, primer primer ministro de la República Democrática del Congo entre junio y septiembre de 1960, tras la independencia de este Estado de la ocupación colonial belga. La concesión de la independencia fue concedida obligando al Congo a heredar la deuda externa de Bélgica.
Tras un golpe de Estado apoyado por el presidente Kasa-Vubu, el coronel Joseph Désiré Mobutu se hizo con el poder en diciembre de 1960. Bob Woodward, periodista y escritor estadounidense, recordaba que los lazos de la CIA con Mobutu se remontaban a 1960, el año en que la CIA planeó el asesinato de Lumumba.
“Un cable del 25 de agosto de 1960 al jefe de la oficina de la CIA del entonces Director de la Central de Inteligencia, Allen Dulles, señalaba que «la destitución de Lumumba debe ser un objetivo primordial y urgente y que, bajo las presentes condiciones, debería ser una prioridad fundamental de nuestra acción encubierta». Antes de que pudiera concretarse el plan de la CIA, Lumumba fue asesinado por otro grupo de seguidores de Mobutu», afirmaba.
Alí heredó el poder de su padre Omar Bongo, quien gobernó Gabón por 42 años, desde 1967 hasta su muerte. En Gabón, tomó el poder el general Brice Oligui Nguema, jefe de una unidad de élite militar, que según analistas africanos es cercano a Washington, con motivos económicos más determinantes que los argumentos geopolíticos, sobre todo cuando el presidente depuesto se había aliado en los últimos meses con Beijing.
El intelectual keniano Ken Opalo, profesor de la universidad de Georgetown, señaló que “Si bien el golpe del miércoles en Gabón comparte algunos factores subyacentes importantes con los acontecidos en los estados sahelianos de Burkina Faso, Malí y Níger, es de tipo diferente y presenta perspectivas mucho mejores para el avance de la liberalización e institucionalización política”.
Níger
Mientras, decenas de miles de personas se manifestaron el sábado a las afueras de una base militar francesa en Niamey, la capital de Níger, para exigir que París retire todas las tropas que tiene estacionadas en el país y también a sus diplomáticos. Las protestas antifrancesas se han sucedido desde el pasado 26 de julio, cuando el ejército nigerino depuso al gobierno profrancés y comenzó un proceso de transición, en el que ya fueron nombradas autoridades civiles.
“Abajo el imperialismo”, “Soldados franceses, Níger es un país soberano, ¡váyanse!” y “Macron, Níger no es de su propiedad”, coreaba la población. A principios de este mes, los nuevos gobernantes cancelaron una serie de acuerdos de cooperación de Níger con Francia en un intento por poner fin a la presencia militar francesa en todo el país y el posterior saqueo de los recursos de la empobrecida nación.
El viernes, el gobierno militar de Níger arremetió contra Francia por respaldar al presidente derrocado, acusando a París de “interferencia flagrante” en sus asuntos internos. “Los comentarios de Macron y sus incesantes esfuerzos a favor de una invasión de Níger tienen como objetivo perpetuar un dominio neocolonial contra el pueblo nigerino, que no pide nada más que decidir por sí mismo su propio destino”, señaló el portavoz del gobierno, el coronel mayor Amadou Abdramane.
Aunque el golpe de Estado cuenta con un amplio respaldo popular al interior de Níger, la nueva realidad no ha sido reconocida por Francia ni Estados Unidos, que han expresado su respaldo a los miembros de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao), organismo liderado por Nigeria que se propone restablecer el statu quo mediante una invasión armada a su vecino.
Níger pertenece a la región del Sahel (transición entre el desierto y la sabana), y Gabón, es un territorio ecuatorial cubierto en su mayor parte por la selva tropical. Los procesos que se viven en ambos países, si bien guardan algunas semejanzas, también tienen importantes diferencias.
Lo más resaltables es que en ambos países las Fuerzas Armadas han contado con el entusiasta respaldo de los ciudadanos, quienes han vivido estos movimientos como una liberación del yugo neocolonial francés y como el despertar de una auténtica soberanía. Hay que tener presente que estos países cuentan con recursos naturales estratégicos que los han convertido en encrucijadas de intereses corporativos y geoestratégicos: uranio en Níger y petróleo en Gabón.
Pero los grupos castrenses de cada uno de los países ha enfocado sus misiones de forma diferente. Desde Libreville, capital de Gabón, se asegura a todos los actores externos que se respetarán los acuerdos y los intereses extranjeros en el país, pero desde Niamey, capital de Níger, se incita al pueblo a sumarse a una cruzada antifrancesa a fin de terminar con el injerencismo de París en su territorio y en toda la región.
No se puede olvidar que allí las potencias occidentales han desplegado tropas en la última década con el pretexto del combate al yihadismo.
Por ahora, la actitud que han exhibido líderes y buena parte de las sociedades de Europa y Estados Unidos es una mentalidad colonial que siempre ha sido injustificable, racista, promotora del saqueo y del enriquecimiento a través del despojo violento, y que no tiene cabida en la actualidad.
No es casualidad que el presidente francés Emmanuel Macron haya sido un ejemplo de los peores conceptos y actitudes: sin siquiera tomar en cuenta que tanto Níger como Gabón son excolonias francesas ha demostrado es que concibe a las sociedades africanas como sujetos políticos inmaduros que deben ser tutelados desde el Norte Global.
Nada de libertad, igualdad y fraternidad. El desprecio por la autodeterminación no sorprende cuando proviene de quien siempre ha demostrado que no tiene consideración alguna por la voluntad de sus propios conciudadanos y de que está dispuesto a recurrir a la represión a gran escala para imponer los intereses de la oligarquía.
Las potencias occidentales deben entender que los pueblos del Sur están sedientos de volver realmente la independencia de la que formalmente gozan desde hace décadas o siglos, y que el único rumbo sensato y apegado a la legalidad internacional es sacar sus manos de la región y dejar que sean los nigerinos, los gaboneses y el resto de los africanos quienes diriman sus asuntos internos.
Notas
1.- Sankara fue un revolucionario y teórico panafricanista que presidió Burkina Faso de 1983 a 1987,una figura carismática e icónica de la revolución, por lo cual es conocido como el «Che Guevara africano». Rawling fue un militar y político ghanés que ejerció conjuntamente la jefatura de estado y de gobierno en 1979. ATT fue presidente de la república de Malí desde 1991 hasta 1992 y nuevamente en 2002, derrocado por un golpe militar en 2012.
*Sociólogo y analista internacional, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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