A propósito del «conflicto mapuche»: la violencia ilegal

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Nieves y Miro Fuenzalida.*

En La interpretacion de los sueños de Freud hay una frase bastante enigmática: “Si no puedes cambiar el conjunto de reglas ideológicas explicitas, trata de cambiar las obscenas reglas implícitas que las sostienen”… ¿Cuál es este lado obsceno de las normas sociales? A lo que Freud pareciera referirse aquí es a la violencia, exceso o mancha en que descansa la ley.

Si pensamos, por ejemplo, en la voz de Dios al entregar los Diez mandamientos, la destrucción revolucionaria de un régimen para comenzar otro o la violencia extranjera reclamando traer la libertad para el pueblo oprimido la ley se nos aparece como intrínsicamente dividida entre ordenes irracionales y contenidos potencialmente racionales

Todo discurso, y especialmente el político, siempre esta ligado íntimamente al poder, sea porque esta constituido por él, porque perpetua las relaciones institucionales o porque determina las categorías de verdad, legalidad y normalidad a través de la exclusión de otras perspectivas. El discurso contemporáneo del terrorismo hace obvia esta conexión al prestarse a todo tipo de prácticas de dominación y agresión militar.

Las paradojas de la ley surgen de la complicidad oculta que tiene con la violencia. Y en ninguna otra parte esto es mas obvio que en la ley anti-terrorista. Su búsqueda por eliminar la violencia siempre involucra una violencia propia. La violencia reafirma la ley y la ley reafirma la violencia.

Así como el terrorismo del fundamentalismo islámico pone al descubierto la fundación violenta de la autoridad en las democracias occidentales, en la misma forma la violencia mapuche vuelve a develar, tambien, la violencia a la base de la celebrada democracia chilena. En uno y otro caso, la respuesta del Estado es el intento de ocultar esta violencia a través de su propio terrorismo.

 Si hoy día los terroristas son caracterizados por la ilegalidad de sus acciones ¿no seria bueno preguntarnos por la diferencia entre violencia legal y violencia ilegal?

No seria arriesgado decir que la base de esta distinción la encontramos en el intento del Estado por establecer el monopolio de la violencia al restringir a los otros de su ejercicio. Lo que es amenazante para el Estado no es la legalidad o ilegalidad de las intenciones de la gente, sino las intenciones perseguidas con la violencia. Es decir, la mera existencia de la violencia fuera de la ley es lo que constituye amenaza, independientemente de sus fines.

La institución policial moderna, por ejemplo, usa la violencia para preservar las leyes existentes. Pero, con frecuencia, su violencia va más allá de la mera preservación de la Ley, como la cantidad de denuncias en contra de la brutalidad policial chilena lo atestigua.

Generalmente interviene, por “razones de seguridad”, de manera arbitraria y fuera de los parámetros legales. Es una suerte de suspensión de la autoridad que preserva la ley y, al mismo tiempo, la transgrede a través de la violencia y la arbitrariedad con que se ejerce. Uno podría decir que la ley es suplementada por una obscura zona de violencia ilícita que le proporciona su base y, al mismo tiempo, excede sus límites.

La violencia estatal no es excepcional, sino, esencial a su existencia. La acción de las fuerzas militares y policiales modernas son ejemplos de ello.

En las sociedades pre-modernas, el soberano tenia el poder incuestionable para quitar o perdonar la vida. En las sociedades modernas este poder lo usa el Estado para la preservación y protección de la vida. Solo que las cuestiones de seguridad nacional y protección en contra del terrorismo se han transformado en las características centrales de cualquier programa político en las democracias contemporáneas y la cuestión central en el gobierno de Estados Unidos, por ejemplo.

Los efectos colaterales de esta nueva responsabilidad estatal es la sistemática destrucción de vidas en operaciones militares sin sentido que se inician, paradójicamente, en nombre de la preservación de la vida. El discurso del terrorismo tiene como último propósito el control interno basado en una violencia que encuentra su camino en los códigos, las normas y las tecnologías de regulación… Y es este discurso el que permite construir la violencia mapuche como un acto terrorista y no como un acto delictual y, al mismo tiempo, hacer caso omiso de sus reivindicaciones

La filosofía política acostumbra a distinguir una violencia estatal legitima y una no estatal ilegitima (terrorista, subversiva). Lo que no reconoce es que ambas se contaminan mutuamente. Las estructuras legales se basan en una forma de violencia que sobrepasa los límites de la Ley. La violencia política ilegitima y la respuesta del Estado que esta provoca tiene el efecto de exponer en toda su desnudez la violencia absoluta no reconocida que forma parte de los cimientos mismos de las instituciones políticas y legales existentes.

La violencia política ilegal y la violencia del Estado son ejemplos que desenmascaran la ingenua ilusión en la creencia de una sociedad homogénea, ordenada y administrativa. En el corazón mismo de lo social radica la contradicción que condena a toda sociedad a una permanente inestabilidad.

Los mapuches llevan 81 días de huelga. De continuar, la muerte es inminente. El Estado —y el pueblo chileno— ¿contemplarón esta tragedia pasivamente? ¿O la violencia mapuche merece la muerte para preservar la violencia del Estado?



 * Escritores y docentes. Residen en Canadá.

 

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