A seis días del 12 de Octubre: ¡Tierra!, gritaron…

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Ingrid Storgen*

A 20 años de la llegada de los “santos” conquistadores, los habitantes de las islas del Caribe fueron prácticamente exterminados.
En las minas de plata, de Potosí, quedaron los pulmones reventados de los indígenas que trabajaban día y noche para enriquecer al viejo continente.
Mientras tantos reservan los hoteles y "resorts" donde irán a pasar el feriado, otros rendimos culto a nuestros mártires honrados por el latido de nuestros corazones.

500 mil víctimas anuales quedaron como saldo de la atrocidad durante los primeros 150 años de exterminio que trajo la “cultura y el desarrollo”. ¿Acaso encontraremos crímenes tan bestiales como celebrados?

Más de 500 años de dominación extranjera: las culturas azteca, inca, maya fueron devastadas y a ello lo llamaron progreso; muchas comunidades resistieron con estoicismo el saqueo, dando cátedra de altura moral –aunque tan poco se hable de ello–. La ferocidad de la conquista logró opacar ante los desmemoriados, las luchas genuinas y bravas que se oponían a su exterminio, al despojo y a la violación de sus hijas y mujeres.

No hubo monumentos para estos rebeldes, tampoco avenidas donde hayan estampado sus nombres inolvidables, la historia que escriben los ganadores siempre resulta más creíble para las mentes cerradas que responden a los intereses más mezquinos.

Hubo un Tupac Catari que se animó a gritar ante el invasor Volveré y seré millones, pero hasta esa frase le fue arrebatada para atribuírsele a alguna otra persona, como parte del continuo saqueo cultural y la tergiversación de la historia. Pero volvió nomás, aquí cerquita, en esa Bolivia que resiste los embates de la colonización moderna que actúa en colaboración con la CIA y de los grandes pulpos internacionales.

Volvió siendo millones en Ecuador, en Guatemala, en la República Bolivariana de Venezuela, en el pueblo mapuche, en el aymara –y volverá en cada pueblo que se anime a reivindicar esa historia olvidada.

Volvió también la Gaitana, cacica de Tamana en esa Colombia herida de muerte por el terrorismo de Estado que perdura hasta nuestros días. Va la Gaitana esta vez empuñando la espada de Bolívar, que da vueltas en el continente y en cada lugar del mundo donde la opresión deja más víctimas y más dolor. Vuelven los pijaos y vuelven los paeces.

Volvió el indio Hatuey vuelto cenizas en una hoguera por no aceptar  la “salvación” de su alma ofrecida por un sacerdote, que recibió como escupitajo de dignidad una pregunta más incisiva que la espada, lanzada por la boca de Hatuey:

–¿Hay gente como ustedes en el cielo?
Y cuando el sacerdote respondiera: “Hay muchos como nosotros”, Hatuey atacó con el filo de su lengua:
–No deseo saber nada de un dios que permite que tal crueldad fuera hecha en su nombre.

Hoy, a más de 500 años de la entrada a América de la muerte legalizada e instigada por un trono cubierto de oro, esmeraldas y amoralidad ilimitada, para muchos el 12 de Octubre es nada más que un feriado. En algún lado, y para beneficiar el turismo interno, ese feriado es móvil y se lo corre hacia el lunes 13.

¿Será esa la manifestación de repudio a un día que no puede considerarse festivo, sino que debe ser un innegable día de lucha, memoria colectiva, reflexión?

Día de duelo y de dolor añejo

¿Será que es más interesante mantener el capitalismo salvaje que entró para quedarse, en lugar de honrar con el  recuerdo y respeto  la memoria de nuestros primeros habitantes, dueños legítimos de estas tierras oprimidas?

¿Será que tenemos temor de tomar posicionamiento por las víctimas que dejó la historia y que la eterna desmemoria se encargó de catapultar entre las frías paredes del olvido que es tan asesino como la más brutal de las armas?

Nuestros indígenas no merecen semejante afrenta, merecen nuestro homenaje, nuestro recuerdo y hasta nuestra vergüenza ajena. Merecen un día de duelo, porque su sangre no puede haber sido derramada en vano.

No obstante la hipocresía reinante, vuelve la conciencia indígena para recordarnos que un día, comenzó una  historia, cuando algunos gritaron "¡Tierra…!" –y la saquearon.

Ante esa conciencia viva, sin embargo, muchos nos ponemos de pie gritando ¡bravo hermanos, estamos con ustedes!

 
* Responsable de relaciones internacionales de Amigos de la Paz en Colombia y en el mundo.
 

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