Actualidad social. – ¿A QUIÉN LE IMPORTA LENIN?

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

«Reprocho a Marx el haber trazado un cierto número de rutas intelectuales: el culto de la Revolución total y final, del Estado que aterroriza por el bien de la colectividad y de las Ciencias Sociales que permite que las masas sean guiadas a pesar de ellas mismas. Estas rutas no guían directamente al Gulag, sino a la no
resistencia al Gulag».
 (Glucksman, 1977).

 
De acuerdo con Glucksman y otros críticos, la teoría marxista puede ser considerada responsable o, por lo menos, culpable en tanto se ha negado a considerar y dar cuenta de tales practicas. 

 
El lugar común hoy día es afirmar que, dentro del marxismo, el discurso leninista se caracteriza por la tendencia a construir horizontes políticos dentro de los cuales las prácticas autoritarias adquieren legitimación en desmedro de la diferencia y el pluralismo. La noción leninista de coalición política es un ejemplo de ello en donde el Partido debe jugar el papel de vanguardia en la lucha en contra del Estado zarista.

Esta posición privilegiada se basa, según va la historia, en la interpretación esencialista del concepto de clases sociales, que le permite convertir a la clase en la esencia de la identidad. Esta identidad –constituida por el interés de clase– está construida exclusivamente a nivel económico.

El trabajador se convierte en sujeto solamente a través de su posición dentro de las relaciones de producción. Todo otro aspecto de su identidad –nacionalidad, etnicidad, raza, genero, religión, etc.– es secundario en relacion a su “autentica” subjetividad. Estos aspectos son “accidentales” y deben permanecer fuera de la formación de los verdaderos intereses del sujeto. Para el proletario éstos están representados por la caída revolucionaria del capitalismo y para el burgués, por su perpetuación. Toda desviación en esta correspondencia es considerada ilegitima y –si se ejercita la correcta guía partidaria– corregible.

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Los teoricos de la Segunda Internacional se vieron confrontados con el hecho de que esta desviación parecía ser la regla más que la norma. Los trabajadores actuaban de tal manera que sus acciones contradecían sus auténticos intereses revolucionarios. Siguiendo el propio elitismo de Marx, Kautsky argumento que los trabajadores necesitaban ser guiados en la consecución de la conciencia revolucionaria por una fuerza originada fuera de la clase, una “inteligencia burguesa” que poseía el conocimiento científico de la dialéctica histórica.

Lenin fue aun más pesimista. Pensó que si los trabajadores fueran dejados a sí mismos, no sólo fracasarían en desarrollar la conciencia revolucionaria, si no que, también, caerían presas del sindicalismo burgués y de las fuerzas anti revolucionarias.

 
El Partido revolucionario, por tanto,  se transforma en vanguardia cuando sus decisiones políticas provienen, no de la base, sino exclusivamente del Conocimiento Objetivo y la Teoría Científica. Solo aquellos intelectuales que correctamente entienden las leyes marxistas de la Historia constituían la encarnación de la conciencia proletaria, independientemente de su condición de clase.

Es el Partido el único que tiene acceso a los verdaderos intereses del trabajador, a pesar de lo que éstos puedan pensar. Lejos de entrar en un dialogo, la dirección partidaria consideraba al trabajador carente de madurez política, que era necesario desarrollar. Claramente esta noción leninista postula una separación dentro de las masas entre el sector dirigente y aquellos que son dirigidos.

De acuerdo con esta línea de razonamiento cualquier consideración de perspectivas pluralistas no tiene cabida. El debate abierto es reemplazado por una doctrina única. El desarrollo de facciones no es saludable. ya que solo un grupo puede estar en posesión de la verdad en cada momento dado. El desarrollo del Partido concebido como un ensamble de grupos autónomos fue considerado altamente improductivo y solamente una autoridad jerarquizada podía dirigir las tareas del momento histórico.

  
¿Es esta concepción autoritaria y elitista de la lucha popular la que proporciono la base al terrorismo estalinista? ¿Se podría decir que los peores excesos del estalinismo –la fusión del Partido y el Estado, la supresión legal del pluralismo en la sociedad civil, la prohibición de la oposición dentro del partido, etc.– son sólo la extensión de los principios leninistas? ¿O, el Estalinismo, por el contrario, fue la aberración de estos principios?

 
 
La demanda leninista de total lealtad partidaria Stalin la extendió a cada ciudadano. El ideal del Partido disciplinado se transformo en el ideal de una sociedad disciplinada y la supresión de toda disensión partidaria se extendió terrorísticamente en contra de toda oposición actual o potencial.

Todo régimen socialista surgido después de la Revolución de Octubre esta marcado por este modelo: una economía dominada por el control y propiedad estatal y un sistema político en el cual el Partido monopoliza la autoridad. Toda disidencia, diferencia y oposición es considerada superflua y un obstáculo en el progreso histórico. Todas aquellas instituciones dedicadas a responder a la variedad de intereses socio-culturales no lograron promover una sociedad civil vibrante capaz de alimentar discursos alternativos, porque en última instancia nada escapo al control del Partido.

 
 
El ciclo de sucesos que se abrió con la revolución rusa ha llegado definitivamente a su término junto con la imaginación colectiva que el movimiento de izquierda, una vez, fue capaz de generar. La esperanza que nos queda hoy es la de deshacernos de aquellos  que creen saber algo acerca de las “Fuerzas Profundas” que determinan los destinos de las comunidades humanas. Deshacernos de la convicción común, que se inicia con Platón, de que debe haber una explicación teorética universal, un esquema conceptual trascendente a través del cual es posible saber como terminar con la injusticia, opuesta a la posibilidad de que pudieran existir otras formas experimentales, menos grandiosas, que inventamos en lugar de descubrir.

 
¿Antes de olvidar a Lenin no valdría la pena recordar la oposición que él hace entre libertad formal y libertad actual? La obsesión permanente de Lenin en contra de las libertades formales es algo que podríamos reafirmar en nuestro contexto contemporáneo. Cuando él enfatiza el hecho de que no hay democracia pura y de que siempre deberíamos preguntar a quien le sirve la libertad de la que hablamos, lo hace para mantener la posibilidad de una verdadera elección.

La libertad formal es la libertad de elegir dentro de las coordenadas  de las relaciones de poder existentes, en tanto que la libertad actual designa el sitio de una intervención que socava estas coordinadas.

 
Zizek, el filosofo lacaniano que intenta rescatar el chispazo revolucionario de Lenin, comentaba no hace mucho que la sola idea de actualizar a Lenin es recibida con sonrisas sarcásticas. Con Marx no hay problema. Incluso, los mandarines de Wall Street lo aman. El poeta de la mercancía, de la dinámica capitalista, de los estudios culturales que retrata la alienación y reificacion de nuestra vida diaria. Pero Lenin es otra cosa ¿Quien quiere traer de vuelta al movimiento de la clase obrera, al partido revolucionario, a la dictadura del proletariado y a otras nociones fallidas del pasado?

Lenin representa el fracaso de poner al marxismo en practica, el fracaso de la izquierda y el fracaso del experimento socialista que termino en una dictadura ineficiente. Hay una sola forma de tratar a Lenin según la democracia liberal: en forma objetiva, crítica y científica, firmemente enraizada en el orden de la democracia política y de los derechos humanos para evitar las experiencias de los totalitarianismos del siglo XX.

 
¿Cómo se puede responder a esto? Lenin hubiese dicho: con el análisis concreto de la situación concreta. La defensa del consenso significa la aceptación del actual liberalismo parlamentario que evita cualquier cuestionamiento serio de cómo este orden democrático liberal es cómplice de fenómenos sociales que oficialmente condena y, por sobre todo, de cualquier intento serio de imaginar una sociedad cuyo orden político social pudiera ser diferente.

Democracia capitalista significa decir y escribir lo que uno quiera a condición de que no perturbe o amenace el consenso político predominante.

Todo esta permitido, incluso se alientan como tópicos críticos la posibilidad de una catástrofe ecológica, la violación de derechos humanos, el sexismo, la homofobia, el patriarcalismo, el incremento de la violencia, la diferencia entre países pobres y ricos, el impacto dramático de la digitalización en nuestras vidas. Incluso, es posible obtener financiamiento estatal o corporativo para investigaciones destinadas a disminuir injusticias étnicas, religiosas o sexistas.

Sólo que todo ello ocurre en contra del trasfondo de una censura, no escrita, a pensar. Desde el momento que mostramos una mínima  señal de compromiso con una posición política que desafíe el orden capitalista la respuesta es: por malo que sea el capitalismo liberal, cualquier otro orden terminara con un nuevo Gulag. Todo cuestionamiento al consenso liberal existente equivale al abandono de la objetividad científica y la caída en posiciones ideológicas pasadas de modas.

La respuesta leninista seria la de que no debe haber concesiones. La libertad actual de pensar es la libertad de cuestionar el consenso pos ideológico liberal o no hay libertad. Claude LeFort recordó un punto crucial en relacion a esto: el consenso liberal de hoy es el resultado de 150 años de lucha de los trabajadores de la izquierda marxista y de la presión que ejercieron sobre el Estado liberal que incorporo las demandas que unos pocos años atrás descartaba con  horror.

La prueba esta en la lista de demandas al final del manifiesto comunista. A excepción de tres o cuatro –que son claves– todas las otras son hoy día parte del consenso democrático (por lo menos hasta el momento en que el Estado de Bienestar empieza a desintegrarse): como sufragio universal, el derecho a la educación y salud, la previsión para los jubilados, la limitación del trabajo infantil, etc. En un tiempo caracterizado por cambios rápidos, la revolución digital y el abandono de viejas formas sociales deberíamos repetir la pregunta de Pascal ¿como podemos permanecer fieles a lo viejo en las nuevas condiciones? Solo así podemos generar algo efectivamente nuevo.

 
Recrear el legado de Lenin en las circunstancias actuales es reinventar la política de la verdad. Lo que hoy día tenemos, en lugar de la verdad universal, es una multitud de perspectivas, narraciones o historias que contamos acerca de nosotros y el fin de la ética es garantizar el espacio neutral en el que esta multitud de narraciones puedan coexistir pacíficamente, en el que cada uno tenga el derecho y la posibilidad  de contar su historia y en donde todas estas historias  adquieran la misma validez

¿No es aquí donde justamente perdemos la dimensión de la verdad? No la verdad objetiva como la noción de la realidad que se obtiene desde un punto de vista que flota por encima de la multitud de narraciones particulares, sino, la verdad de lo singular universal. El gesto de Lenin fue el de afirmar que la verdad universal y el tomar partido no se excluyen, sino que se condicionan mutuamente. La verdad universal de una situación concreta solo puede ser articulada desde una posición partidista. La verdad es por definición unilateral.

Por supuesto que esto va en contra de la actitud predominante de compromiso entre intereses en conflicto. Pero, si no especificamos el criterio de las diferentes narraciones corremos el riesgo de sostener, en honor de la política de la corrección, narraciones absurdas, como considerar la ciencia sólo como otra narrativa –a la par con supersticiones premodernas– o formas políticas patriarcales, teocráticas o dictatoriales a la par con formas democráticas.

 
 Una de las estrategias para redefinir a Lenin ha sido el de oponer el Lenin del ¿Que hacer? que afirma al partido como una elite profesional intelectual que guía al Partido desde fuera, al Lenin de el Estado y la Revolución cuya tesis fundamental es la de que el Estado no puede democratizarse completamente porque, como tal, en su verdadera noción, es la dictadura de una clase por otra.

Por tanto, si el Estado es un instrumento de represión no vale la pena mejorar sus instituciones porque son irrelevantes (orden legal, elecciones, leyes que garantizan la libertad personal, etc.) Sin embargo, el hecho que no podemos evitar aquí, el momento de la verdad, es que  es imposible separar la constelación única que posibilito la revolución de Octubre y el viraje estalinista. La misma constelación que hizo posible la revolución guió al estalinismo y es aquí donde radica la tragedia leninista.

 
La idea no es recordar a Lenin para reactualizar nostálgicamente los tiempos revolucionarios o para ajustar los viejos programas a las nuevas condiciones. La idea es repetirlo en las condiciones mundiales presentes, repetir el gesto leninista de inventar un proyecto revolucionario como él lo hizo en las condiciones del imperialismo y el colonialismo.

El gesto leninista es el de la libertad de suspender las coordinadas pos-ideológicas en las que vivimos, lo que significa, simplemente, volver a ganar el derecho a pensar la actitud de Lenin en contra del economicismo como, también, en contra de la política pura.

Esto, hoy día, es clave si consideramos la doble actitud hacia la economía que vemos en los círculos de izquierda. Por un lado tenemos los políticos puros que abandonan la economía como un sitio de lucha e intervención. Y por otro tenemos los economistas fascinados con el funcionamiento de la economía global que excluye cualquier posibilidad de intervención política. Es aquí donde la vuelta a Lenin podría enseñar algo …si la economía es clave y la lucha se decidirá en este dominio.

Hay que romper el hechizo del capitalismo globalizado. Pero la intervención debe ser propiamente política, no económica. La lucha es doble. El anticapitalismo, sin problematizar la forma política del capitalismo, no es suficiente no importa cuan radical sea.

El compromiso sociopolítico actual, por ejemplo, es practicar el juego del sistema, recorrer la larga marcha a través de las instituciones o participar activamente en los nuevos movimientos sociales como el feminismo, la ecología, el indigenismo, etc. El limite de estos movimientos es que no son políticos en el sentido de lo singular universal. Son   motivados, solamente, por una problemática específica, lo que los hace carecer de la dimensión de universalidad al no relacionarse con la totalidad social.

La lección leninista aquí es que la política sin alguna forma organizacional es política sin política. La izquierda pareciera hoy día  agotarse en la lucha cultural como el ambito dominante de una política emancipatoria. La protección puramente defensiva de los logros del Estado de Bienestar, la fe en el comunismo cibernético, la idea de que los nuevos medios están creando directamente las condiciones de una nueva comunidad y la creencia en la tercera vía o el consenso democrático centrista representan la capitulación de cualquier esperanza hacia un futuro diferente. Es en este contexto, dice Zizek, que Lenin debiera servir como el significante que quiebra el círculo vicioso de estas falsas opciones.

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Repetir a Lenin no significa un retorno a él. Debemos  aceptar su muerte y el hecho de  que su particular solución fallo estrepitosamente. Repetirlo significa recrear la chispa utópica que el albergó y que vale la pena salvar. Significa distinguir entre lo que Lenin realmente hizo y aquella otra dimensión en la que falló, en las oportunidades perdidas.

Lenin se nos aparece hoy como la figura de una época diferente con la que ya no nos relacionamos. No es que la idea de un partido centralizado sea una amenaza totalitaria. Es más bien al hecho de que pertenece a un tiempo que ya se fue. Sin embargo, en lugar de considerar que esto demuestra que Lenin esta pasado de moda deberíamos arriesgar la conjetura opuesta: ¿qué tal si esta impenetrabilidad de Lenin, el silencio de Lenin, el abandono de Lenin es el signo de que hay algo errado con nuestra época, de que una cierta dimensión está desapareciendo de ella?

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* Escritores y docentes. Residen en Canadá.

 

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