Adecuar la educación a las necesidades técnicas.
Los objetivos presentes y futuros de la Educación Técnica fueron muy claramente definidos por la UNESCO: se los puede resumir en tres puntos:
– satisfacer las necesidades de mano de obra,
– contribuir a la elevación del nivel cultural de las poblaciones,
– facilitar el éxito y el desarrollo personal de los individuos.
Pero es preciso también formar personas para puestos disponibles. No se trata tanto de formar élites como de colocar a cada uno en lo que mejor responde a sus posibilidades. Todo sistema pedagógico debe luchar contra los “desperdicios”.
Para responder a las nuevas necesidades de la economía, esta definición debe ampliarse. A corto plazo, la educación técnica debe contribuir al equilibrio del mercado del trabajo, formando, para empleos determinados, un número suficiente de especialistas. A mediano y a largo plazo, debe preparar al conjunto de la población activa para funciones cuyo nivel y reparto global por rama de actividad puedan ser previstos, pero cuya naturaleza permanece incierta.
Debe, en lo esencial, tender a formar, en cada nivel y en cada gran categoría profesional, personas idóneas. Por lo demás, la “intelectualización» progresiva del trabajo le impone apuntar mucho más allá de la utilización de técnicas y del dominio de las habilidades manuale?. En otros términos, debe perder su excesiva diversidad y su particularismo y tornarse, en interés mismo de la economía, en una educación global. En el mismo beneficio, su duración no debe ser ni reducida en exceso, ni prolongada inultimente. Diversas influencias obran en este último sentido.
Los profesores tienden a completar su pedagogía aumentando el volumen de los programas, acortando la duración de los cursos. Por su lado, numerosas organizaciones sindicales y agrupaciones políticas temen aún que el acceso prematuro de las generaciones ascendentes a la vida activa sea causa de desocupación o, por lo menos, de bajas de salarios. Pero la retención abusiva de una parte de la juventud fuera de la vida activa, so pretexto de educación, puede tener graves consecuencias en la expansión económica y en el progreso social: demora el acceso al trabajo de efectivos que la industria y el comercio necesitan cuantitativamente para asegurar su desarrollo, así como retarda la renovación cualitativa de la mano de obra; en consecuencia, frena la disminución de las horas de trabajo. Impone, en fin, a los activos, que deben, de una u otra manera, soportar la carga financiera de la formación de los jóvenes, injustificadas limitaciones.
Investigaciones más avanzadas, que las de que disponemos actualmente deberán emprenderse para definir, en cada país, el equilibrio óptimo educación-empleo, pero desde ahora está permitido afirmar que la satisfacción de las necesidades de la economía no justifica la prolongación sistemática de la duración de la enseñanza profesional de los no activos. Esta complacencia debe buscarse en el perfeccionamiento de los métodos pedagógicos y en la extensión del proceso educativo de los adultos.
Por otra parte, para contribuir a la elevación del nivel cultural de las poblaciones, la instrucción debe ser concebida de tal manera que atraiga a los sujetos que no podrían acceder a la cultura por otro camino. Debe permitir formar a aquellos que la reciben desde todo punto de vista: tanto intelectual y afectivo como práctico. En otros términos debe sustituir a la enseñanza tradicional, de la que a partir de cierta edad la mayoría de los niños no obtiene provecho alguno. Debe también de servir de sostén a la formación continua de los adultos desde su aspecto más amplio.
Para pasar de estos principios a la realidad se impone, en la mayoría de las naciones, una transformación total de los valores: la educación técnica deberá convertirse en “canal” normal de la enseñanza secundaria, progresivamente abierto a todos los niños.
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* Periodista venezolana.