Afganistán: desacuerdo entre las ruinas y el opio

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Rivera Westerberg

Menos bala y más política, dicen algunos. No, la política no está en nuestra estrategia –dicen otros–, sólo la bomba es fecunda y parirá la paz. Mientras, el país se hunde en el fango que forman las viviendas destruidas y familias convertidas en sanguinolento "daño colateral". El cultivo de amapolas y tráfico de opio, entre tanto, aumentan para gloria de la libertad. Pero de eso no se habla. Y los cazabombarderos despegan… A nadie importan los niños muertos.

No es precisamente un misterio que la invasión de Afganistán impulsada por la Casa Blanca y todo el estamento político de Estados Unidos esté empantanada. Pero sí causó moderada sorpresa la sinceridad de Kai Eide, enviado especial de la ONU en este país: la guerra en Afganistán no se puede ganar militarmente y el éxito sólo será posible con medios políticos que incluyen el diálogo entre todas las partes, dijo este lunes en Kabul.

Podrá argumentarse que el funcionario es un civil, por lo que sus declaraciones carecen de mayor fundamento militar. Sólo que el oficial en jefe de las fuerzas británicas en el país había señalado que la guerra no se puede ganar, que el objetivo posible es reducir la "insurgencia" (léase oposición armada a la invasiòn) para que no sea una amenaza estratégica y pueda ser combatida por el ejército afgano. El general de brigada Mark Carleton-Smith agregó que si los talibanes estuvieran dispuestos a hablar, eso podría ser un progreso necesario para acabar con los combates.

Lo apuntado por el alto funcionario de la ONU fue más lejos: "Siempre les he dicho a aquellos que hablan de un incremento militar (…) que lo que más necesitamos es un aumento político, más energía política (…) Todos sabemos que no podemos ganar militarmente (…) Eso quiere decir compromisos políticos".

Y remachó Eide: "Si quieres tener resultados relevantes, debes hablar con aquellos que son relevantes".

Hace unos días el embajador británico en el país opinó que un aumento del contingente armado sólo aumentaría el número de objetivos para los talibanes.

Los "leones sordos" del Pentágono retrucaron a través de de Bryan Whitman, que actuando como portavoz dijo: "No estamos perdiendo Afganistán, aunque desde luego reconocemos que podríamos hacer más allí". Pero sobre negociar con los talibanes, niet: "No es un elemento de nuestra estrategia".

Más dinero, más armas

Los estrategas estadounidenses representados por el general al mando de las tropas de la OTAN que participan en la invasión dijeron, por boca del general a cargo, en setiembre que se necesitarían entre 15.000 y 20.000 soldados más para presentar combate a la resistencia. Durante 2008 han muerto más soldados extranjeros que en cualquiera de los años anteriores desde que tropas internacionales dirigidas por Estados Unidos derrocaran al régimen talibán en noviembre de 2001.

Pocos recuerdan que hace dos años el comando talibán anunció una ofensiva si no se retiraban las tropas invasoras; menos aún quieren recordar que la advertencia no fue escuchada. Otro problema es que la UE se muestra renuente a que sus tropas vayan al matadero afgano.

Por tanto el Pentágono necesita unos 17.000 millones de dólares (de los de antes de la crsisis financiera) para entrenar y armar al tampoco entusiasta ejército local y detener la sangría de sus propios hombres. La "coalición occidental" mantiene unos 70.000 hombres y pocas mujeres en el país. No se conoce cuántos de esos hombres son en realidad, como en Iraq, mercenarios contratados en distintos países –incluso latinoamericanos– para tareas "de vigilancia y policía"

De cualquier modo, la cantidad de dinero es monstruosa si se considera –según datos del propio gobierno impuesto por los invasores– que el costo de un soldado extranjero equivale al de más de 60 soldados afganos. Se da por descontado que parte, al menos, de esos fondos alimentarán la avidez de la corrupción imperante en Kabul. Y a propósito de corrupción, el opio es la gran "industria" desde la invasión.

Hasta un 90% de la materia prima de la heroína es afgana

Hace por lo menos tres años que preocupa a las NNUU el brutal e imparable aumento de la producción de opio en Afganistán. En 2007  el Informe Mundial de la Droga señaló que más de 90% del opio ilegal, que se usa para hacer heroína en Europa y Estados Unidos, se exporta de Afganistán.

En la década de 1981/90 Afganistán producía cerca de 30% del opio del mundo; luego el gobierno de los talibanes reprimió exitosamente el cultivo de la amapola y cortaron las rutas del contrabando, pero desde la invasión la participación del país en este comercio se ha triplicado. Sólo la provincia de Helmand cultiva casi la mitad del opio del mundo, con un total no menor de 70.000 hectáreas, lo que es tres veces el área total de cultivos en Myanmar (ex Birmania), el otro gran proveedor mundial.

Alguna participación en esto les cabe a los antiguos "señores de la guerra" que colaboraron con el invasor. Y otra a mafias europeas occidentales, formadas tras la caída de la URSS y estadounidenses; no se puede descartar la participación a título individual u organizadas de tropas extranjeras en este comercio. Desde 2007, por lo menos, se entrenan en Colombia escuadrones de EEUU y otros países para combatir cultivos y tráfico de narcóticos; en este país no parece haber tenido mucho resultado esa acción.
 

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