Aguafuerte de un país pálido (III). KOALAS Y PISTOLEROS

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El primero de agosto de 2007 la (antes se anteponía el adjetivo honorable) Cámara de Diputados rindió su homenaje a los jóvenes futbolistas que lograron el tercer lugar en el campeonato mundial de la especialidad de menores de 20 años. Con emoción el presidente de la Cámara señaló que los deportistas habían llegado al recinto republicano con corbata y todo.

No fue largo el homenaje (¿por qué tuvieron que homenajearlos, en primer lugar?). Irrumpieron de pronto sinuosas y con la pancita al aire un grupo de señoritas bien «producidas», también invitadas, que –sin el menor respeto por la ceremonia que acababa de terminar– movieron sus respectivas colitas haciendo temblar la dulzura de sus cubiertas superiores e invitaron raudas a algunos parlamentarios para que las acompañen con unos pasitos del baile del koala, que hace furor en el país.

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Es un baile muy divertido, aunque hay que tener físico para afrontarlo: es un baile de contorsiones, y una de ellas –la más aclamada en la Cámara– consiste en que la damisela en cuestión literalmente se enrolla, pubis contra pubis, sobre el caballero –y luego se menean–.

No tiene mucha importancia saber quienes bailaron, quienes se limitaron a mirar a las niñas, quienes detuvieron a tiempo sus manos. Al fin y al cabo había comenzado agosto. En el Hemisferio Sur un mes peligroso para los ancianos, dicen; pero también el mes en que los gatos se sueltan las trenzas. Los diputados no hicieron más que festejar su derecho a la vida.

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Qué otras cosas no harán en sus larguísimos cuartos intermedios. Para envidiarlos.

ERA LIBRE DE MOVERSE

Cayó callado en la ciudad-jardín el pistolero más buscado. Iturriaga Neumann se había refugiado en un coqueto departamento en una excelente ubicación. Salía por las tardes a caminar –dicen los vecinos–. Es lógico, a los pistoleros no les gusta el encierro.

Nadie duda en Chile que el tal Iturriaga Neumann recibió ayuda de sus ex colegas y probablemente de algunas damas conocedoras de las mejores técnicas para teñir el cabello –que no es fácil cuando escasea el pelo–.

Lo más sensacional de su captura, sin embargo, se produce luego de que fuera metido en un automóvil y transportado a Santiago. En los noticiarios de la noche la ciudadanía y extranjeros residentes o de paso se enteran de que la juerga de 52 días del pistolero no tiene sanción. Técnicamente, se apresuraron a declarar algunos prohombres, el general retirado no cometió delito alguno.

No. No huyó de la justicia. No tenía por qué huir toda vez que nunca se le notificó que lo habían sentenciado a cinco años por un secuestro. Sin que se le moviera un solo músculo: «No hay delito, porque no estaba cumpliendo condena. Como él estaba en libertad bajo fianza, tenía derecho al libre movimiento», dijo el ministro en visita Alejandro Madrid.

LA OTRA PRISIONERA

Las novelas sobre prisioneros gozaban de muchos lectores, hasta que los lectores fueron a su vez hechos prisioneros por la tele. Las había de muchas clases. Con máscaras de hierro o en países de mentirillas, como el de Zenda, inventado por Anthony Hope hacia 1894.

No hay muchas novelas sobre prisioneras, mujeres sin libertad, víctimas de engaños y falsías, títeres en manos de malos visires. Chile tiene un caso único: ella es presa de verdad.

Julio terminó con frío y una noticia que dejó más helada aún a la ciudadanía. Se supo dos días o tres antes de que el mes se fuera que un informe del Metro (sistema de transporte urbano de pasajeros subterráneo) advirtió los riesgos de poner en marcha el Transantiago meses antes de que efectivamente se lo echara a caminar, y que algunos ministros –en concreto Andrés Velasco, de Hacienda; Sergio Espejo, de Transportes; y Eduardo Bitrán, de Obras Públicas– eligieron «cajonearlo», callar la boca y hacer de cuentas que el informe nunca existió. Desde luego el ministro del Interior era de la partida.

Lo grave es que una comisión de la Cámara de Diputados –koalas aparte– investigaba probable irregularidades en el Transantiago.

Algunos parlamentarios –y la inefable oposición de derecha (en Chile la derecha es izquierda y centro y derecha, gobierno y oposición y conforma a lo menos seis partidos políticos: Radical, Renovación Nacional, Demócrata Cristiano, Socialista, Unión Democrática Independiente, Por la Democracia)– quieren saber, curiosos ellos, cuándo mintió el ministro del Interior, Belisario Velasco si cuando dijo que la presidente Bachelet conocía todos los detalles del informe y lo que iba a ocurrir si se aplicaba el TranSantiago o cuando dijo que no lo conocía.

La presidente obligada a guardar silencio. Cualquier cosa que diga comprometería a su espada política en el gabinete. La presidente es una prisionera de la maraña de tonterías con que juegan sus colaboradores. Por ejemplo un joven portavoz que luce una perilla cana y cuadrada asegura que el dichoso informe jamás fue ocultado, estaba ahí, como muchos otros, y cuando lo pidan lo entregará, porque si no lo piden ¿a quién y por qué va a entregarlo?

Claro, si otras instancias de gobierno no saben de su existencia, ¿cómo lo van a pedir? Brillante el joven, brillante.

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