Alberto Hurtado: un padre santo

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

En octubre próximo el Padre Alberto Hurtado será definitivamente reconocido como un santo de la Iglesia Católica Universal. Largo tiempo tomó esta decisión vaticana, debida cuenta de que se trataba de un sacerdote chileno profundamente involucrado en la «cuestión social» y que, por lo mismo, su proceder concitó una severa resistencia en aquellos sectores poco amigos de la redención de los pobres y el reconocimiento de la dignidad humana.

La historia de este santo jesuita es la de un luchador social que, junto con ejercer la caridad cristiana a favor de los más desvalidos, no trepidó en fustigar a los poderosos, criticar la inequidad social y alentar la organización y movilización de los trabajadores y la juventud en demanda de sus derechos postergados o conculcados.

Particularmente, son sus homilías, escritos y la creación de la Acción Sindical Chilena los que provocaron mayor resistencia en la oligarquía nacional y entre sus propios superiores en el Episcopado. Sin embargo, su pensamiento y su obra han prevalecido a sus detractores y hoy prácticamente toda la sociedad chilena lo reconoce como un personaje de excepción y se aviene a que su figura alcance los altares y el honor sólo terrenal de la santidad.

Bueno que así sea, pero muy conveniente también sería que la personalidad y la obra del Padre Hurtado no se desdibujen con su ingreso al santoral católico. La historia de la Iglesia es muy certera al reconocer los méritos que cada uno de sus santos tuvieron para alcanzar tal dignidad, así como aquellos pecados, tropiezos y desaciertos que les señala su condición de seres humanos. Recordemos que San Pedro traicionó al menos tres veces a su Maestro y que María Magdalena no tenía irreprochable conducta anterior al sumarse a la caravana de Cristo.

Asimismo, hay que coincidir que las bondades de San Agustín, Santo Tomás de Aquino y Teresa de Avila son fundamentalmente intelectuales, mientras que San Francisco de Asís y tantos otros hasta Sor Teresa de Calcuta –que sin duda será reconocida también como santa– serán siempre venerados por su humilde y abnegado apostolado entre los pobres, los marginados y los perseguidos. Hombres y mujeres extraordinarios que nos dan cuenta de que hay de todo en la Viña del Señor y que cada ser humano tiene sus determinados talentos y derroteros para amar a Dios y servir al prójimo.

Advertimos esto ante el jolgorio que despierta entre ciertos sectores la proximidad de esta ceremonia en que el Papa pondrá su rúbrica a la santidad del Padre Hurtado. Ante el entusiasmo de cierta prensa, políticos, empresarios e, incluso, purpurados cuya conducta poco o nada se condice con el ejemplo del nuevo santo. Instituciones e individuos que, por supuesto, se dan de codazos para integrar las delegaciones que irán en octubre a Roma a participar de las pomposas liturgias y recepciones. Toda una parafernalia bien poco evangélica que será oportunamente registrada en las secciones de vida social de algunos diarios y revistas, e incluso, por la farándula televisiva.

fotoDesde luego, aspiramos a que este nuevo Santo siempre sea reconocido como el Padre Hurtado, es decir como un sacerdote que no alcanzó ni las dignidades eclesiales y sociales de su época. Ojalá, asimismo, que las millones de imágenes y estampas con su rostro encuentren sitio en las casas de los pobres, en la cabecera de las organizaciones poblacionales, en las escuelas y universidades que no discriminen por el nivel socioeconómico o la confesión religiosa.

Que su nombre no sea utilizado sino invocado por los partidos políticos y dirigentes sociales que den testimonio de su genuina vocación de servicio público, de su inclaudicable convicción por un mundo justo, solidario y urgente. El que puede sólo alcanzarse con los métodos de lucha compatibles con el respeto a la dignidad que el Padre Hurtado reconoció en todos los seres humanos.

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* Periodista, director de la Radio de la Universidad de Chile.
Artículo publicado en El Periodista de Santiago (www.elperiodista.cl).

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