Alejandra Acuña: vuelo a la libertad / Hubo una vez en Chile una escuela de educación experimental artística (VII)

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De la jaula de oro a la libertad de la Escuela Experimental de Educación Artística. Después de haber sido por muchos años maltratada por mi abuelo con los castigos mas crueles que se puedan ejercer sobre  una niña llena de sueños, y que tenía la cualidad de observar cosas que a nadie importaban mucho ni poco en mi casa, una día el que era el reciente nuevo marido de mi madre, me comunicó que iría a dar una examen a una escuela "especial para niños superdotados en materias artísticas". En ese momento no supe qué me quería decir.

Entonces vivía escuchando en la soledad de mi pieza mucha música clásica. Y además ya tocaba guitarra, había aprendido sola y hacía mis primeras canciones. A las dos de la tarde debía estar en el local de Agustinas para dar un examen de aptitudes. Mí examinador, el señor Mezquidas, que era profesor de piano, me dijo que cantara algo; entonces le canté notas del Nocturno N° 9 de Chopin y una canción que había hecho. El examen fue riguroso, con algunos ejercicios percutivos.

Desde ese día fluí libre para expresar a través del canto y de mi guitarra todo lo que día a día iba aprendiendo. Primeramente en la guitarra clásica —mi profesor era el señor Ortiz, como siempre lo llamé—. Y luego mi año elemental de piano con el señor Gacitúa. Todo esto empezó a llenar mi vida de hermosas sensaciones y a sentir que la música invadía mi alma; se abría un mundo nuevo; desaparecieron todos los intereses de una niña común por las fiestas, reuniones, salidas, etc.

Alejandra Acuña, para citar un ejemplo, contribuyó poderosamente con el muralista Víctor Canifrú (también alumno de la EEEA) en la concreción de un mural (100×25 metros) en la Avenida Bolívar de Managua, en conmemoraciòn de los 200 años del nacimiento del Libertador; el mural se tituló El sueño de Bolívar y en 1990 el alcalde de Managua y posteriormente presidente de Nicaragua, Arnoldo Almán odenó destruir; ese trabajo (arriba derecha) figura en todos los libros y estudios que recogen facetas del muralismo, la pintura popular y las relaciones entre arte y política.

Perdurarán las obras del amor. Estas memorias son buena prueba de ello; son también una lección a ciegos, sordos, crueles gobernantes dispuestos a quemar en el ara de su sevicia ideológica generación tras generación de niños para proteger intereses que, tarde o temprano, cuando se abran las alamedas de los libres, serán forzosamente barridos por la historia.

Y son también otra cosa estos recuerdos: una bandera que recogerán, que parecen estar tomando, los jóvenes —artistas o no— de Chile.
(Surysur).

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