Alí Rodríguez/Unasur: nuevas realidades, nuevos desafíos
Ha terminado en Buenos Aires el Foro sobre Defensa y Recursos Naturales de la Unasur. Como se evidencia de las distintas opiniones vertidas en dicha reunión, está abierto un amplio debate en torno a lo que es una realidad de nuestra región.
De un lado una gigantesca riqueza representada por la existencia de todo tipo de recursos naturales estratégicos, pero al mismo tiempo la presencia de más de 100 millones de personas viviendo en estado de pobreza y varios millones en situación de indigencia. Condición que acarrea todo tipo de privaciones y humillaciones a casi 25% de compatriotas en nuestro continente.
Hablando en términos de defensa, según los tratadistas que se han ocupado de este tema, la primera condición para la elaboración de una estrategia es analizar la base material para garantizar su éxito. Y tan importante como esta, es el factor moral que representa la voluntad de vencer. En cuanto a la base material, la gran fuerza que caracteriza nuestra región radica en la existencia de reservas abundantes de agua dulce, tierras cultivables, minerales, bosques, concentración de biodiversidad, importantes bancos genéticos, todas las fuentes primarias de energía, además de dos océanos con tantos recursos marítimos como los que hay en tierra firme.
Un aprovechamiento racional de esta enorme riqueza es el punto de partida para un poderoso desarrollo industrial, científico y tecnológico, así como para generar los recursos financieros necesarios que permitan avanzar sostenidamente hacia el tan anhelado “buen vivir” de nuestros pueblos.
El desarrollo de la ciencia y tecnología es además un medio para minimizar los impactos que provoca toda intervención humana en la naturaleza y, al mismo tiempo, elevar la productividad que nos permita atender el creciente mercado interno, produciendo también excedentes para satisfacer demandas del mercado mundial.
Este proceso está destinado, entre otros logros, a reproducir la inversión y a incrementar los resultados del esfuerzo productivo, reinvirtiendo los excedentes financieros en el propio proceso productivo y en la superación progresiva de la pobreza, en lugar de exportarlos hacia la actividad especulativa de los centros financieros internacionales, como viene ocurriendo actualmente. Esta estrategia permite también aprovechar las posibilidades de desarrollar cadenas productivas que establezcan lazos estables entre distintos países de la Unión en torno a nuevos desarrollos industriales así como una amplia colaboración para lograr avances en el campo de la ciencia y la tecnología.
Como sostenía Sun Tzu, hace bastante más de 1000 años, el buen general no es quien gana la guerra librando sangrientas batallas, sino aquel que lo hace sin librar una sola. En nuestro caso, el reto en el presente y en el mediano plazo consiste en desplegar el poderío que representa la unión de esta región y la cooperación interna como principal factor disuasivo. Ciertamente el éxito de esta unión sólo es posible si se plantea en torno a una estrategia y políticas comunes.
La gran incógnita a despejar es ¿qué y cómo hacer con esta gigantesca riqueza? ¿Cual es el peso específico que la misma tiene en términos de la defensa de esta región?
Ahora bien, todo recurso natural está alojado en la tierra, por lo tanto acceder a este implica ocupación del territorio y por tanto, un problema de soberanía. Si se consultan todas nuestras constituciones y leyes que rigen los ejércitos de la región, se define como razón de ser de los mismos la defensa de la soberanía y la integridad territorial. Cuando se trata de recursos naturales, el gran problema es el ejercicio del derecho de propiedad, que normalmente se expresa en la contribución que paga el interesado en obtener provecho del recurso natural al propietario del mismo. Este es un derecho establecido legitimado por una práctica ancestral en el mundo. Sin embargo, se trata de una relación contradictoria, pues el propietario del recurso querrá la contribución más elevada posible mientras que el ideal para el beneficiario de tal recurso es eliminar o minimizar tal contribución.
Cuando quien ejerce la propiedad es el Estado, este entra como un nuevo actor en el escenario. Por otro lado, quien explota el recurso natural, que en estos tiempos suelen ser las grandes corporaciones, aparece también respaldadas por poderosos Estados que, además, representan el interés de los grandes consumidores alojados en sus respectivos territorios. Es bien conocido que, por ejemplo, Estados Unidos, con el 5% de la población mundial consume el 25% de la energía producida en el planeta. Aquí están representados los cuatro grandes actores en una relación que ha desbordado ampliamente las fronteras nacionales y que tiene un carácter mundial.
Estas consideraciones nos conducen al problema de la geopolítica mundial y al hecho de que en este escenario, nuestros países se encuentran más como espectadores que como verdaderos actores. De manera que, nuestra gravitación para contribuir a mantener el equilibrio de fuerzas como medio eficaz para garantizar la imprescindible paz mundial es mínimo. De ahí que los procesos de integración, actualmente en marcha, no solo tienen una gran importancia regional sino que están llamados a tener un rol creciente en la dinámica mundial. ¿Qué mejor estrategia que la de desarrollar el poderío aprovechando nuestra mejor fortaleza? ¿Que mejor política de disuasión que la profundización de la integración y la unión de nuestros países?
Así pues, que el problema de la defensa no depende tanto del poder de fuego sino principalmente de la capacidad de aprovechar nuestras propias fortalezas para el desarrollo económico, social, cultural, científico y tecnológico de nuestros países y fundamentalmente depende del grado de identificación de nuestros pueblos con este proyecto colectivo en construcción.
Pues ningún poder material podrá superar jamás la voluntad y la conciencia de los pueblos que luchan por su libertad, por su independencia y por sus derechos soberanos.
*Secretario general de Unasur