Almuerzo campestre en el desierto. El desastre de Mosul

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Hace más de una década Sadam Hussein se alistó para la Madre de todas las Batallas; la tormenta convocada por el entonces general Colin Powell hizo que los «analistas» olvidaran que Hussein jamás dió plazos ni señaló un área específica para la parición de esa cruel madre.

Tras «recuperar» los pozos petroleros kuwatíes -incidentalmente Kuwait es para los iraquíes algo así como Palestina para los hebreos, pero con títulos menos discutibles y más recientes- los «aliados» desataron otra tormenta sobre un pueblo castigado por la dictadura, que no se terminaba de recuperar de la sangrienta guerra contra Irán y que buscaba los medios para encauzar el descontento que producía el prolongado y a veces duro gobierno de Sadam Hussein.

Armar la mesa para el banquete

Desde luego los visionarios dirigentes políticos occidentales no escucharon sus voces; ni la de la oposición chiíta, que pedía pertrechos para la acción directa contra el gobierno, ni de la oposición sunita que intentó apostar al recambio político y administrativo. Afganistán era un lugar remoto, nadie había oído hablar de Al Qaeda, las Torrres Gemelas eran «el» símbolo, Arabia Saudita controlaba a la díscola OPEP de la primera mitad de la década de 1971/90 …Y estaba Yugoslavia.

La segunda prueba de la tecnología bélica, caliente, diríamos, la arena por los bombardeos -incluyendo aquellos con proyectiles recubiertos por el contaminante «uranio empobrecido»-. fue en territorio de esos molestos serbio-comunistas, como lo fue en la segunda mitad de la década de 1931/40 la España, casualmente, llena de rojos y anarcos.

Mientras, se montaba la campaña de petróleo por medicamentos y comida para Iraq -que costó la vida a más de un millón y medio de personas, la mayor parte niños- se implementó otra con una nueva bestia negra: la República Serbio-Montenegrina con un nuevo Vlad Dracul: Slobodan Milosevic.

De la noche a la mañana aquellos que en Croacia habían colaborado -con orgullo- con los nazis durante la ocupación alemana de Los Balcanes se convirtieron en víctimas a las que el yugo serbio no dejaba vivir y medrar en paz. Croacia era otra bandera para la globalización, serbia era una bandera regional. Al medio, de paso, morían musulmanes y los hermanos kosovares daban las mejores fotos a los corresponsales para vender diarios y revistas en «Occidente». También aprovecharon el tiempo y armaron sus redes comerciales en Europa: contrabandos varios, una poca de heroína por la ruta del sur, alguna trata de blancas, ¿por qué no un poco de hachís?, etc…

Todo muy bien. Hasta que llegó la aciaga mañana de setiembre de 2001. Los poco más de tres mil muertos -no nos engañemos- no importaron a nadie, salvo a sus familias y amigos. Sucede que los confusos atentados del 11 de setiembre de ese año coincidieron con la divulgación de otros hechos. Por ejemplo, que la economía estadounidense despertaba con todos los síntomas de una noche -una década en verdad- de excesos; que la japonesa no levantaba cabeza, que la alemana estaba con el freno puesto, que China producía una sombra inquietante creciendo a un promedio que superaba el nueve por ciento anual.

Buscando el mantel

Los imperios, sus dirigentes, son a menudo crueles, pueden cometer errores fantásticos que los llevan a la ruina, son arrogantes; pero no pueden ser irresolutos ni ignorantes. El neo imperio del XXI no es irresoluto.

Era necesario redibujar el mapamundi y volver a nombrar aliados, amigos y enemigos. Afganistán nunca fue un objetivo por sí mismo; Afganistán -como antaño- es una geografía de tránsito. Como tal incide hasta el oeste sobre Rusia y «sus» repúblicas caucásicas; al nor-este con China, hacia el sur con Pakistán. Por su suelo pasarán los nuevos gasoductos y oleoductos de los yacimientos que están a tiro de piedra de su territorio. Ser musulmán -no árabe- lo vincula con Oriente Medio.

Se ocupó, pues, Afganistán a costa de un cuasi holocausto y nadie sabe lo que allí ocurre desde entonces, salvo que algún atentado en contra de los invasores y sus empleados locales sea demasiado grande. Como primer efecto, se debilitó el flanco ruso en la zona, en segundo lugar se hizo posible una base muy próxima a China; en tercer lugar se reabrió la puerta para los cargamentos de «caballo» que llegan a lomo de mula y en 4X4 a Europa, que los talibanes habían cerrado.

Nada de eso bastó. Asegurar el combustible para la energía de los próximos años era vital. Y también apostar un poco a que la industria bélica podía ayudar a la recuperación de la economía. Y esa otra cosa, tan poco definible, que es en apariencia mera retórica, pero que en una sociedad violenta es cuestion de honor: preguntarse y preguntar quién manda aquí.

Geoestratégicamente: Iraq, luego Irán. Y bajo la manga la ficha final: Arabia saudita. Y todo debía hacerse rápido. Presentar a los no tan oxidados arsenales rusos hechos consumados, no permitir que la angustia les proponga alguna locura (se sabe, los eslavos cometen locuras). También hacerlo antes de que China alcance categoría de real potencia.

Fue fácil para un equipo humano resuelto: las armas de destrucción masiva, no importa si inexistentes, y las relaciones del gobierno con Osama ben Laden -no importa si también inexistentes- proveyeron el pobre recurso publicitario. A Iraq se lo pretendió un paseo para las fuerzas terrestres que lo invadieron en 2003, el fatídico almuerzo de este diciembre de 2004 revela que el mantel estuvo muy mal puesto.

Los entremeses los gustaron en Faluja, tanto, que barrieron con la ciudad. Sin embargo, lo enseñan algunos libros, una mesa bien puesta es propia de gente culta. Y en este caso los malos modales pueden hacer que antes de lo imaginado terminemos todos -esto es: los sobrevivientes- comiendo raicillas y buscando, para el postre, frutos en los bosques que habrán exterminado.

«Los delitos contra el derecho internacional son cometidos por hombres, y no por entidades abstractas, y sólo mediante el castigo de los individuos que cometen tales delitos pueden aplicarse las disposiciones del derecho internacional», se afirmó en Nüremberg.

Así sea.

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