Ambiente, glaciares. – ESTUPIDEZ PARA UNA AGONÍA CRIMINAL

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

GLACIAR PERITO MORENO: 500.000 TURISTAS

El Perito Moreno es la más atractiva de las 365 masas de hielo del Parque Nacional Los Glaciares, al sudoeste de la sureña provincia de Santa Cruz, en la Patagonia argentina.

Marcela Valente*

En los últimos siete años, la cantidad de turistas de todo el mundo que lo visitaron pasó de 5.000 a más de 500.000, según informa el parque. Las pasarelas que permiten a los visitantes asistir al derrumbe de los bloques de hielo al chocar contra una península son cada vez más imponentes. De los 1.400 metros que se construyeron inicialmente se está pasando a 4.300 metros hoy, y hay más circuitos y más anchos para que nadie se quede sin ver.

A 80 kilómetros de ese increíble espectáculo, se levanta El Calafate, una localidad que tenía apenas 4.000 habitantes hace sólo una década y que hoy supera los 20.000, sin contar a los turistas que se alojan repartidos entre su casi centenar de hoteles y cabañas de diversas categorías.

Ubicado a unos 3.000 kilómetros al sudoeste de Buenos Aires, El Calafate, además de puerta de entrada al Perito Moreno, es el centro turístico del país que mayor crecimiento tuvo en los últimos años.

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Según autoridades municipales, cada año se establecen allí unos 2.700 nuevos pobladores, atraídos por las oportunidades de empleo en la construcción y el turismo.

Sin negar mérito a sus encantos, el fenómeno se potenció durante la administración del presidente Néstor Kirchner (2003-2007), que nació en la provincia de Santa Cruz, fue su gobernador en tres períodos y tiene una residencia de descanso en El Calafate junto a su esposa, la actual primera mandataria Cristina Fernández.

Los Kirchner se fotografiaron junto a diversas personalidades del mundo político con el telón de fondo del glaciar, y de acuerdo con la reciente declaración de bienes presentada por Fernández al asumir en diciembre, son ahora inversores en un complejo turístico ubicado en El Calafate.

Los ambientalistas están preocupados por este trepidante desarrollo, que ya comenzó a provocar la contaminación del lago que aloja al enorme glaciar.

«El turista que llega hasta aquí es una persona con alto nivel educativo que viene a observar la naturaleza, los pájaros y a disfrutar de las caminatas y paisajes», comentó a Liliana Frías, licenciada en Ecología de la Asociación Civil Calafate Natural.

«Ahora, con la excusa de abrir el abanico de visitantes, se busca atraer a un nuevo perfil de turistas de alto poder adquisitivo», alertó. Para ello se construyen costosos hoteles y casinos que están cambiando la fisonomía del pueblo y tienen la infraestructura de servicios al borde del colapso».

Muchos de los hoteles están construidos en zonas de manantiales y sus redes de aguas servidas son derivadas sin el debido tratamiento a la Bahía Redonda, en el Lago Argentino, donde técnicos de la Asociación Calafate Natural detectaron la presencia de bacterias provenientes de la materia fecal.

«Tenemos una planta de tratamiento que fue ya infinitamente superada por la demanda y prometieron erigir otra en dos años, pero habría que apurar la realización de pequeños módulos para el tratamiento de estos residuos», señaló Frías.

Mientras, la ambientalista Fundación Proteger respaldó la idea de lanzar este año una campaña en defensa de la Bahía Redonda en el Día Mundial de los Humedales, que se celebrará este sábado dos de febrero (2008).

Frías expresó su preocupación por un plan del municipio para construir un azud nivelador que mantenga pareja la elevación del agua en la bahía todo el año, independientemente de las subidas y bajadas provocadas por el derretimiento de los témpanos que caen.

De esa manera, las autoridades proyectan contar con un espejo de agua que se mantendría constante y permitiría desarrollar allí actividades náuticas y otras de recreación. También se protegería a la zona residencial de eventuales crecidas abruptas del lago en esas costas, argumentan.

Actualmente, en invierno el agua de la Bahía Redonda se congela y permite que los pobladores y turistas patinen sobre el hielo. En cambio en verano, con temperaturas máximas de entre 18 y 20 grados y fuertes vientos, hay menos opciones para el turista Pero los ambientalistas, que no consiguen desde hace un año que se responda a sus pedidos de información, sostienen que la obra podría tener un impacto muy negativo. En primer lugar porque concentraría la materia orgánica que hoy se vierte al lago en las orillas de El Calafate.

Pero, sobre todo, lo que les preocupa es que con la alteración del ritmo de crecimiento y bajada del agua, se va a impedir que miles de aves aniden y se reproduzcan en el humedal que se conforma en las orillas de la bahía en el período de bajante.

Frías sostuvo que se trata de playeritos, chorlitos, pitotoys, becasinas de mar, y también cisnes de cuello negro, coscorobas, patos y flamencos.

«Los beneficios y servicios que brindan los humedales tanto a los ecosistemas como a las comunidades debe ser un tema central de la campaña de este año», advirtieron miembros de la Fundación Proteger, con sede en la provincia de Sante Fe, en el litoral argentino. El lema de la campaña este año será: «Humedales sanos, gente sana».

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* Periodista. Artículo publicado originalmente en www.ipsnoticias.net.

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ARRIBA EN LA CORDILLERA

Tiene razón Patricio Manns: los que nacen lejos no saben nada de Cordillera; lo triste que que muchos nacidos a sus pies tampoco. O sí conocen de cerros: para liquidarlos.

Gonzalo Tarrués*

Si uno recorre con ojos abiertos la agobiada ecología del litoral central de Chile, lo que en la actualidad es la provincia de San Antonio –el mayor «destino turístico» de la capital chilena–, conocerá a poco andar decenas de personas ubicadas en distintos lugares de la sociedad empeñadas en conservar, proteger y cuidar quebradas, riachos, bosquecillos, playas, roquedales –y sus habitantes naturales: pájaros, insectos, mamíferos, flores, árboles, musgo, etc…– de la depredación humana.

Si uno lee la prensa o establece comunicación con grupos ambientalistas o personas individualmente preocupadas por los dilemas que plantea la ecología en esta parte del mundo, probablemente llegue a la conclusión de que tanto a las más altas autoridades como a las de menor rango, el ambiente y la ecología les importa, en u mayoría, un bledo.

Una de las razones en que se fundamenta la rebeldía de la nación mapuche –en Chile y la Argentina– es preciosa y precisamente la necesidad planteada por sus dirigentes en orden a defender a la naturaleza amenazada. Millones de hectáreas de bosque nativo han sido, y son, taladas para sembrar en ellas pinos y eucaliptus que alimentan las procesadoras de «chips» y celulosa: riqueza inmediata para pocos, hambre y desierto para miles en el mediano plazo.

En forma constante y reiterada los chilenos se enteran de la existencia de desagües y volcamientos que contaminan ríos, lagunas, humedales, parques nacionales aparentemente protegidos por leyes y reglamentos, la costa marítima –efecto de explotaciones y proyectos en marcha, actividad industrial, mal funcionamiento de plantas de tratamiento de aguas servidas, urbanización irracional en Santiago y otras ciudades, actividad portuaria, atraque de barcos-mole turísticos, etc…

Pocas voces se alzan en contra de estos actos criminales, y las que se logran escuchar son prontamente apagadas por miserables campañas de prensa –a la que los medios periodísticos suelen prestarse ganosos–. Se diría, y no sin justicia, que Chile corre para encaramarse no importa si como polizón al carro del Primer Mundo –consumismo, egoísmo, contaminación y ofensa al ambiente natural– justo en el inicio de una era en la que los países desarrollados buscan un modo de bajarse del convoy.

Y como si no bastara la actividad de las grandes empresas mineras en los yacimientos cordilleranos –que amenazan con dejar o dejan sin agua a zonas de rica agricultura, una caterva de emprendedores promociona y publicita el paseo turístico por los glaciares andinos y patagónicos. Nadie parece considerar que los glaciares –todos los del mundo– están en retroceso o en franco peligro; los glaciares son, en Chile, un reservorio de agua dulce de primera importancia.

Cerca de Santiago, en el cerro El Plomo –macizo auroleado por leyendas muchas veces centenarias– se asienta un glaciar que, cuando la contaminación atmosférica lo permite, puede verse a simple vista; ese glaciar está en peligro. Pero no importa. La libre empresa, previo pago, le permitirá visitarlo, tocar el hielo milenario, contribuir a derretirlo. Lo mismo a la altura de La Serena, lo mismo en el Campo de Hielo Sur.

¡Pagad, pagad y contareis historias! Vuestros hijos, y –lo que es peor los nuestros– heredarán polvo y llanto.

Acaso haya llegado el tiempo de iniciar una campaña contra el ambienticidio.

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* De la redacción de la revista.

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