Amenaza de apagones en Brasil ilumina la crisis climática
Veinte años después del apagón que exigió nueve meses de racionamiento para evitar el colapso y recuperar el sistema eléctrico, Brasil puede revivir el trauma, esta vez con un trasfondo de cambio climático más evidente. La escasez de lluvias en el período húmedo, de octubre a abril, en el centro-sur brasileño redujo a niveles críticos el caudal en la cuenca del río Paraná, cuyas 57 represas responden por más de mitad de la generación hidroeléctrica nacional.
Un ejemplo: el embalse de la central hidroeléctrica de Furnas, una de las más importantes del país, en el céntrico estado de Minas Gerais, tenía solo 29,7 por ciento de su volumen útil al concluir junio. Demasiado poco para aguantar hasta que vuelvan las lluvias abundantes en octubre o noviembre, un cuadro común en las regiones del Sureste y Centro-oeste de Brasil. Las sequías se están repitiendo con más frecuencia en esas regiones desde 2001, cuando sus efectos se sintieron más en la generación eléctrica, tal como ocurre ahora. Pero en 2014 y 2015 la sureña metrópoli de São Paulo tuvo que racionar el suministro de agua, ante el agotamiento de sus manantiales.
Brasilia también tuvo que hacerlo en 2017 y 2018. Y Curitiba, capital del meridional estado de Paraná, vivió el mismo drama todo el año 2020.
La crisis hídrica actual, considerada la peor en los 91 años de mediciones, hizo “caer la ficha” (percepción retardada) del recalentamiento global en el sector eléctrico brasileño, reconoció el director general del Operador Nacional del Sistema Eléctrico (ONS), Luiz Carlos Ciocchi, en una entrevista al diario O Globo, el 26 de junio. “Es una vergüenza la simple posibilidad de un racionamiento en un país con nuestro potencial energético”, añadió Joilson Costa.
El ONS, un órgano de derecho privado sin fines de lucro, compuesto de representantes de las empresas del sector, consumidores y el gobierno, realiza un rol de coordinación y control de la generación y la transmisión de electricidad en todo el país.
La crisis climática tiende a agravar la vulnerabilidad del sistema eléctrico brasileño, muy dependiente de las lluvias, ya que las hidroeléctricas son la principal fuente. Pero la sequía “no es el único factor de la emergencia” actual, evaluó Ricardo Baitelo, coordinador de proyectos del no gubernamental Instituto de Energía y Medio Ambiente. “Faltó planificación, no se previó la expansión del sistema. Si no hubiese habido la pandemia de Covid-19, probablemente ya tendríamos apagones”, razonó. Sin la reducción de la demanda debido a la crisis sanitaria, “el cuello de botella hidrológico habría ocurrido antes”, explicó a IPS por teléfono desde São Paulo.
También hay debilidades de gestión ante la creciente complejidad del sistema eléctrico, acotó Baitelo, ingeniero con doctorado en planificación energética y profesor invitado en la Universidad de São Paulo. La capacidad instalada de generación en Brasil se limitaba a un total de 55 gigavatios en 2001, casi todos de fuente hídrica, hoy es de 176 gigavatios de fuentes diversificadas, destacó. Las hidroeléctricas tuvieron su participación reducida a cerca de 60 por ciento.
La crisis de 2001 condujo a la construcción de muchas termoeléctricas a combustibles fósiles para asegurar el suministro, a costa de mucha contaminación y precios elevados. Son ellas que, plenamente activadas, permitirán zanjar este semestre de estiaje, sin apagón y sin racionamiento, según las autoridades energéticas. Además se construyeron más líneas de transmisión que permiten transferir energía entre las regiones del país, para cubrir insuficiencias donde hay escasez de agua.
El aumento de costos recaerá sobre los consumidores.
La Agencia Nacional de Energía Eléctrica (Aneel), órgano regulador del sector, aumentó al equivalente a 1,90 dólares la tarifa adicional para cada 100 kilovatios/hora de consumo, creada en 2015 para equilibrar la diferencia de costos de la generación termoeléctrica.
El ministro de Minas y Energía, el almirante Bento Albuquerque, recomendó a las empresas y a la población ahorrar agua y electricidad, por seguridad energética y como forma de abaratar la cuenta de luz al aflojar las presiones sobre el sistema eléctrico.
En Brasil el agua y electricidad se confunden, ya que la hidroelectricidad aporta todavía 58,3 por ciento de la capacidad generadora instalada en el país.
Por eso el gobierno de Jair Bolsonaro concentró temporalmente en manos del ministro las decisiones sobre la gestión del agua en los embalses. Ganó prioridad el uso energético de los recursos hídricos. Por eso, menos agua será liberada de las represas, en desmedro de la irrigación agrícola, la navegación, el turismo y la función ambiental.
Pero el sector eléctrico se volvió más complejo con el incremento de otras fuentes. Antes la hidrología era prácticamente el único factor a considerar, ya que los ríos proveían casi 90 por ciento de la electricidad nacional. Luego se incorporaron las termoeléctricas a combustibles fósiles, que ahora representan 25 por ciento de la matriz eléctrica.
El modelo llamado “hidrotérmico”, con una gestión sin gran dificultad por ahora, fue luego superado por el crecimiento acelerado de las “fuentes flexibles”, especialmente la eólica, que ya alcanzó 10 por ciento de la potencia instalada, y la solar, con apenas 1,9 por ciento pero con una expansión más rápida. Como resultado, la concertación se hizo más complicada.
Pero diversificar las fuentes y ampliar la participación de las nuevas renovables “es el camino” y exige también ampliar y ajustar la red de líneas de transmisión a la dispersión de las plantas generadoras, para superar la desarticulación que resta eficiencia al sistema, sostuvo Baitelo. “La energía eólica, la solar y la de biomasa son parte de la solución, reducen las emisiones de gases invernadero y reducen la vulnerabilidad brasileña a efectos del cambio climático, como las sequías”, subrayó.
Como son de rápida instalación, son también más adecuadas a una acelerada ampliación de la capacidad de generación que probablemente será necesaria para atender a la demanda pospandemia, acotó. Cuestionamientos a la imprevisibilidad de la fuente eólica, debido a su intermitencia, no son un escollo, opinó. El conocimiento meteorológico adquirido y el avance tecnológico hace que “los vientos sean previsibles”, como asegura la Asociación Brasileña de Energía Eólica, que agrupa a empresas del sector.
Pero Brasil también debe cuidar la eficiencia energética, el combate al desperdicio. La crisis de 2001 fomentó varias medidas, como el consumo racional y sustitución de bombillos y aparatos domésticos, que se perdieron con el tiempo, lamentó el ingeniero.
Joilson Costa, coordinador del Frente por una Nueva Política Energética para Brasil, compuesta de 31 organizaciones sociales, cree que el gobierno hará todo para evitar el desgaste político de un racionamiento energético.
“Es una vergüenza la simple posibilidad de un racionamiento en un país con nuestro potencial energético”, dijo a IPS por teléfono desde São Luis, capital del nororiental estado de Maranhão. El gran desastre es que una vez más subirá el precio de la electricidad, “como ocurre siempre y con frecuencia” en el país, señaló el también ingeniero. “Es necesario, pero no basta diversificar la matriz energética, con el incremento de las fuentes renovables, es necesario revisar el modelo tarifario, que no refleja los costos operacionales ni la realidad brasileña, y abaratar la electricidad”, concluyó.