América del Sur. – SOBRE CÓMO SE EVITÓ UNA GUERRA QUIZÁ BUSCADA

1.191

Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Siempre los refranes tienen una alta dosis de sabiduría. Esa que adquieren los pueblos en el vivir cotidiano. El que encabeza este artículo es muy viejo. Tiene siglos de existencia. La comparación con los instrumentos de cuerda es muy gráfica. No es lo mismo tocar un pequeño violín que una viola casi del tamaño de un contrabajo.

Lo mismo ocurre con la política. No es lo mismo ser oposición que gobierno. Por lo regular cuando la oposición llega al gobierno, sea cual sea la vía, se ve precisada a asumir posiciones que no se corresponden con su línea política anterior, a cumplir compromisos que criticaron y a tener relaciones diplomáticas con otros gobiernos que no son de su agrado. «El que esté exento de pecado que lance la primera piedra».

Tal vez esta verdad no sea del gusto de muchos, pero es una realidad que nadie medianamente informado puede obviar. Ni siquiera los procesos revolucionarios son inmunes a ese «pecado capital» de gobernar, de ser representantes de todo un pueblo, de una nación, y contraer compromisos internacionales que antes no se tenían.

La soberanía de su patria había sido violada. Lo habían engañado y acusado de tener vínculos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. En su territorio habían masacrado a un grupo de guerrilleros y de civiles. Pero fue un acuerdo de la Cumbre del Grupo de Río y tuvo que darle la mano al agresor.

Debe haber sido un momento muy difícil para Correa. Pero la política es la política y los sentimientos personales tienen que supeditarse a los intereses del país. En este caso se trataba de la paz. Porque la violación de la soberanía ecuatoriana y la actitud agresiva asumida por el gobierno colombiano, con el apoyo de Estados Unidos, podía conducir a una guerra.

No por gusto fue el presidente venezolano, Hugo Chávez, quien dio el pie para un arreglo diplomático del conflicto, con el apoyo unánime de los gobierno presentes en la Cumbre del Grupo de Río. Chávez planteó la necesidad de evitar un conflicto «entre hermanos» que perjudicaría a todos los países, en beneficio de intereses opuestos a la integración latinoamericana.

Unos días antes, el domingo primero de marzo, Chávez había ordenado la movilización de 10 batallones del ejército –unos 6 mil hombres– hacia una frontera de 2 200 kms de extensión, y puesto en estado de alerta a la fuerza aérea. Además, anunció que cualquier violación del territorio venezolano sería considerada como «causa de guerra».

Sin embargo, se dio cuenta que seguir por ese camino era ir a la guerra y caer en una trampa tendida por quienes no desean ni la unidad ni la independencia de América Latina. Por los que aspiran a imponer el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y que los productos y capitales norteamericanos se muevan libremente desde Alaska hasta la Tierra de Fuego, como una vez confesara Colin Powell.

Y las trampas son para bobos, no para estadistas serios que tienen en sus manos los destinos de sus pueblos. Dice la senadora colombiana Piedad Córdoba que los gobiernos de Brasil, Argentina y Cuba alertaron a Chávez y Correa sobre las consecuencias de que el conflicto se extendiera y se convirtiera en guerra. Aunque no estaban directamente involucrados, creo que cumplieron con su deber.

Miren si había trampa, que, a pesar de que el ejército ecuatoriano había movilizado unos 11 mil hombres hacia la frontera con Colombia, los políticos norteamericanos y los medios de prensa de ese país, en general sólo se referían a la movilización del ejército venezolano.

Tanto W. Bush como los tres candidatos presidenciales, matices aparte, hicieron referencia al «peligroso paso» que había dado Chávez al movilizar tropas hacia la frontera y reiteraron su apoyo al presidente Uribe.

Después comenzó la campaña para vincular a Chávez y Correa con las FARC. Se llegó a decir que Chávez había entregado 300 millones de dólares a esa organización guerrillera. Se acusó al Ministro de Relaciones Exteriores de Ecuador de aparecer en una fotografía junto al comandante Raúl Reyes. Resultó ser Patricio Etchegaray, un dirigente político argentino.

Era el colmo de la desinformación. Los medios norteamericanos, europeos y de la oligarquía latinoamericana hablaban constantemente de la movilización de tropas ordenada por Chávez y de sus conexiones «comprobadas» con las FARC. Evidentemente, el objetivo de toda esa campaña era preparar a la opinión pública internacional para una intervención contra la Revolución Bolivariana.

foto

Eso había que evitarlo. Y fue lo que hicieron.

Si la inmensa mayoría de los jefes de estado presentes en la Cumbre del Grupo de Río estuvieron de acuerdo en condenar el hecho, en virtud de las leyes internacionales, pero no al gobierno agresor, y Correa, Chávez y el resto aceptaron la decisión, no fue por cobardía, sino por sensatez.

Después, en la reunión de ministros de Relaciones Exteriores de la Organización de Estados Americanos (OEA), sucedió algo parecido. La Declaración del Grupo de Río sentó la pauta. Los gobiernos de Estados Unidos y Colombia no lograron justificar la violación de la soberanía de Ecuador y se volvió a condenar el hecho, sobre la base del respeto a la soberanía del territorio nacional.

Los críticos de esta decisión, en su mayoría de izquierda, señalan que no se condenó a Colombia y que el hecho puede repetirse. Tienen razón. Más tarde o más temprano se volverá a repetir y Colombia, con el apoyo de Estados Unidos, tal y como ocurrió ahora, violará la soberanía de algún país. Eso, si no es el gobierno norteamericano el que lo hace por si mismo.

Lo único que cuando llegue ese momento tendrán que enfrentar una condena unánime, ya establecida, que crea un precedente. Por lo demás, ningún gobierno de América Latina, por muy lacayo que sea, puede aceptar que su soberanía nacional sea violada, pues tendría que enfrentar a su propio pueblo.

No pretendo polemizar con los críticos del acuerdo. Les recuerdo que las objeciones desde la derecha, especialmente de la Casa Blanca , es que no se apoyó al gobierno colombiano en su «derecho» a defenderse de los terroristas donde quiera que estos se encuentren.

Hubiera sido lo mismo que darle una patente de corso al ejército colombiano para violar la soberanía de Ecuador, Venezuela, Brasil y cualquier otro país en que se le ocurriera que hay miembros de las FARC. Hubiera sido permitir que Colombia se convirtiera en el Israel de América Latina, una aspiración de la Casa Blanca.

De otra parte, si se hubiera llevado la situación hasta sus últimas consecuencias, ahora o dentro de poco habría una guerra en América del Sur, con la participación de Estados Unidos, contra Venezuela o Ecuador o contra ambos países. Sería el fin del proceso de integración de América Latina.

Resulta evidente que, al menos por el momento, los países latinoamericanos están más unidos. ¿Quién fue el principal derrotado?

Sin embargo, las contradicciones entre los gobiernos latinoamericanos existen y existirán. Los intereses divergentes existen y existirán. Los aliados de Estados Unidos continuarán con su política de indiferencia a la integración latinoamericana y hasta tratarán de boicotearla.

Pienso que resulta reprochable –y hasta cobarde– que no se haya condenado el asesinato de Raúl Reyes y del grupo de personas que le acompañaba, varios de ellos civiles de distintas nacionalidades. Tampoco se aclaró que su presencia en Ecuador se debía a negociaciones con varios gobiernos, incluido el francés, para la liberación de 14 prisioneros en manos de la guerrilla.

Por lo demás, el principal aliado de Estados Unidos en la región, el gobierno de Álvaro Uribe, quedó totalmente desprestigiado, como mentiroso, y es difícil pensar que alguien en su sano juicio pueda creer en cualquier cosa que este pueda decir.

José Martí dijo en una ocasión que el principal deber de un político es prever. En ese sentido les recuerdo la declaración de un gran estadista latinoamericano que, preguntado acerca de su opinión sobre la Guerra del Golfo, se limitó a decir: Las guerras no se provocan, se evitan por todos los medios. Pero, si hay que pelear, entonces hay que hacerlo hasta las últimas consecuencias. La frase no es textual, porque nunca la vi escrita, la guardo en la memoria por su extraordinaria sabiduría.

Los invito a que mediten.

—————————-

* Periodista, analista político.

Publicado en www.visionesalternativas.com.

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.