América Latina: cómo viene la cosa
Néstor Francia*
Elementos tácticos y estratégicos de la campaña internacional contra Venezuela.
Honduras al congelador para legitimar a los golpistas.
Frenar a Chávez, frenar a América Latina.
Las críticas de Chávez a carencias del proceso revolucionario.
La campaña internacional contra Venezuela tiene dos objetivos inmediatos, además de los consabidos objetivos a mediano plazo, de carácter estratégico. En este momento los objetivos concretos son, por una parte, justificar el acuerdo entre la oligarquía colombiana y el imperialismo para instalar cinco bases militares en Colombia. Por otro lado crear una cortina de humo más o menos notable para poner en segundo plano la situación de Honduras y meterla en el congelador, y así facilitar el plan legitimador de los golpistas que se adelanta con los “buenos oficios” de toda la oligarquía latinoamericana bajo la batuta de Hillary Clinton (con los auspicios del “maestro” Barack Obama) y la interpretación del tema “conciliación” por parte de Oscar Arias, como solista principal.
Continuando con el macabro plan tantas veces aquí denunciado, el Imperio y sus sirvientes apuntan ahora a convertir la resistencia contra el combo de Micheletti en una situación crónica, en parte del paisaje en el tiempo y en el espacio, a fin de que se llegue a las elecciones de noviembre (si no las adelantan) para que aparezca un “nuevo gobierno”, que poco a poco sería reconocido por factores de la derecha y finalmente por algunos gobiernos lacayos del imperialismo (Inicialmente podrían ser Colombia, Perú, Costa Rica, Panamá, el propio Estados Unidos, tal vez México y Canadá, por supuesto Israel, para que luego se vayan sumando otros) bajo el pretexto de contribuir a la “normalización” de Honduras.
Frente a estas intenciones, la única respuesta es que el pueblo hondureño fortaleza su organización, y profundice y radicalice su resistencia, además de la decidida solidaridad de los revolucionarios del continente y del mundo, y la firmeza de los gobiernos que se mantengan leales a los principios expresados en las distintas reuniones pos-golpe de las instancias internacionales.
La satanización del gobierno de Chávez es la punta de lanza principal del vasto plan imperial, de índole fascista, para poner coto al alboroto que tiene el “gallinero” latinoamericano en el patio trasero. La consigna del imperialismo es parar el ALBA, frenar los intentos constituyentes, impedir la generación de una relación multilateral de América Latina con el mundo, garantizarse la tutela política sobre los gobiernos y el usufructo de los grandes recursos naturales de la región.
Para que se cumpla ese designio estratégico es imprescindible frenar a la voz clara, contundente y decididamente antiimperialista de Hugo Chávez (con la digna e inquebrantable compañía de Fidel y la Revolución Cubana, así como de gobernantes como Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega).
La influencia de Chávez, el “virus” chavista, es la principal preocupación del imperialismo en esta etapa histórica de América Latina, por ello se le hace necesario estigmatizar al líder como traficante de drogas y de armas, protector de grupos terroristas en Latinoamérica y el mundo, violador de los derechos humanos, conculcador de la “libertad de expresión”, promotor de la violencia (está siendo presentado como el “halcón” en Honduras, frente a la “paloma” que sería el vendido de Oscar Arias), fomentador del “castro-comunismo”, etcétera, etcétera, etcétera.
Ante esa circunstancia, se hace absolutamente necesario asumir con gran firmeza la defensa de la revolución bolivariana frente a sus múltiples y poderosos enemigos. Parte de esa defensa es profundizar la revolución y combatir sin cuartel los vicios y limitaciones que la afectan. Es allí donde se basan las críticas proferidas por Chávez en su discurso del pasado sábado en la Asamblea Nacional, y que tuvieron expresiones muy concretas a saber:
– La necesidad de trabajar en conjunto “como forma de reimpulsar el gobierno, el parlamento, el pueblo y poderes del Estado”
– “Aceleremos la discusión y la aprobación de las leyes revolucionarias en todos los ámbitos de la actividad nacional”
Chávez consideró imprescindible “terminar de demoler las viejas estructuras del Estado burgués” para “crear las nuevas estructuras del Estado proletario, del Estado bolivariano”:
“Pido que nos dediquemos con mayor profundidad y eficiencia al trabajo, que le abramos espacio, que le cedamos espacios al poder popular, a las comunas”
La respuesta a estos llamados del presidente no puede ser simplemente el aplauso, a veces fácil y acomodaticio, sino sobre todo la profundización de la crítica y la autocrítica, y la acción revolucionaria en la práctica para enderezar los entuertos, que ponen en peligro de involución a este proceso que en este momento es algo sagrado, vital, imprescindible para el avance de las luchas de nuestros pueblos.
* Analista político.