AMÉRICA LATINA Y LA SALUD DE LAS MUJERES
La Organización Mundial de la Salud define la salud como un estado integral de bienestar físico, mental y social, y no solamente como la ausencia de afecciones o enfermedades. La OMS es un organismo de Naciones Unidas, especializado en higiene, que tiene como objetivo que todos los pueblos puedan gozar del máximo grado de sanidad posible.
La salud de las mujeres y los hombres de América Latina y el Caribe, esta supeditada por la situación socioeconómica, a los factores biológicos y a otros aspectos vinculados al género, es decir, a la posición que se les asigna culturalmente en la sociedad. Un problema en este campo –que enfrentan ambos sexos– se refiere al acceso y la cobertura de los servicios de higiene. Uno de los grandes esfuerzos que debe realizar la región es aumentar la inversión en este sector, como parte del proceso destinado a asegurar la equidad a todas las personas.
En este momento se observa que para lograr la igualdad en materia de salud, además de los factores socioeconómicos y las diferencias fisiológicas entre varones y mujeres, deben considerarse aspectos relativos a las discrepancias de género. Esto se basa en el hecho que las mujeres, debido a su posición en la sociedad, se exponen a riesgos distintos de los que enfrentan los hombres, difieren en sus modos de supervivencia y también en sus formas de acceso y control de recursos. Para establecer la equidad, se deben reconocer esas divergencias y abordarlas con políticas concretas.
Tradicionalmente, la atención de sanidad de las mujeres se concebía en el entendido que constituía un grupo vulnerable y su aspecto central era el relacionado con la reproducción. Esta idea, por una parte, las convertía en un objeto pasivo de las políticas al respecto y, por la otra, centraba su problemática en el rol materno. Hoy por hoy se plantea, como parte del ejercicio de sus derechos, un enfoque integral que incluye el control de su propia fecundidad, sus opciones ante la maternidad y el reconocimiento que existen problemas específicos de salud en todos sus ciclos de vida.
Asuntos y problemas específicos
Cabe destacar, según las estadísticas, que las mujeres viven más años que los hombres, pero ello no implica necesariamente que gocen de mejores condiciones de salud durante su vida. Las inequidades de género en este campo tienen relación con enfermedades y muertes evitables, con la atención diferenciada que se otorga a niñas y a niños, con el menor énfasis en la investigación de dolencias femeninas y con una muy tardía preocupación por la mujer en su condición integral como persona.
Diversos estudios señalan que en el transcurso del primer al cuarto año de edad, se observa una mortalidad mayor de niñas que de niños, atribuible a que las primeras sufren de deficiencias nutricionales más grave y a que se tarda más en requerir atención médica cuando se enferman. Durante la adolescencia las jóvenes suelen ser afectadas por insuficiencias de alimentación más agudas que los muchachos, muchas veces debido a la falta de suplemento de hierro que requieren al iniciarse la menstruación. Además, a causa del proceso de socialización que es objeto tienden a presentar cuadros de anorexia, bulimia e intentos de suicidio con mayor frecuencia que los varones.
Los chicos por su parte, están más expuestos a riesgos de accidentes, homicidios, intervenciones legales y guerras.
En la edad adulta, las mujeres sufren de secuelas más graves por enfermedades de transmisión sexual que los hombres; además, reciben una atención mínima, debido a que estos padecimientos se consideran usualmente asociadas al ejercicio de la prostitución, y presentan además con mayor frecuencia tumores malignos, especialmente uterinos y cáncer de mama. El sida, que en sus inicios fue más frecuente en los varones que en las mujeres, en estas últimas aumenta, a tasas que en algunos casos son superiores a las masculinas.
Los inconvenientes derivados de la menopausia se comenzaron a investigar muy recientemente y sus tratamientos aún tienen riesgos desconocidos. En general, las dolencias se deben a problemas de salud mal tratados durante períodos de vida previos, como las deficiencias nutricionales, el desgaste producido por la maternidad, la falta de atención y la pobreza.
En relación con la salud mental, las mujeres presentan con mayor frecuencia cuadros de depresión clínica, que se relacionan con su socialización y también con cambios hormonales. La higiene ocupacional de ellas es un campo muy reciente de indagación y en general provoca escaso interés.
El área en que se han producido mayores cambios, es el de la salud reproductiva de la mujer. La declaración en 1980, de la Organización Mundial de la Salud –que señala que ellas puedan controlar su propia fecundidad– es seguramente uno de los acontecimientos más importante en su historia, así como la afirmación contenida en las Estrategias de Nairobi, Naciones Unidas en 1985, en el sentido de que de vigilar su fertilidad constituye una base importante para el ejercicio de otros derechos, permite sostener que en la actualidad, al menos formalmente, se reconoce a las mujeres esa facultad.
Mujer y reproducción
La CEPAL, por otra parte, señala que el embarazo se ha ido concentrando en forma creciente en los tramos de edades centrales, pero los grupos de riesgo aún son significativos, con un marcado aumento entre las adolescentes.
El uso de anticonceptivos muestra grandes variaciones entre países, derivadas de factores tales como estratos socioeconómicos, nivel educativo, edad, política de la salud predominante y grado de desarrollo de la nación. Los procedimientos que se utilizan son la esterilización, la administración de medicamentos, la colocación de dispositivos intrauterinos, los implantes, y el uso del condón. Los sistemas tradicionales más conocidos estadísticamente son el de ritmo y el del retiro.
De estos métodos, el más utilizado en América Latina durante los últimos años, ha sido la esterilización de las mujeres, la masculina aunque comenzó a tener alguna incidencia estadística, aún representa menos del uno por ciento.
Entre los problemas de salud, el aborto es especialmente preocupante por su alta incidencia, así como por los daños físicos y psicológicos, e incluso la muerte de muchas mujeres, que acarrea especialmente en el caso de las más pobres ya que por tratarse de una práctica ilegal deben someterse a él en condiciones muy precarias. El aborto provocado es uno de los asuntos más ignorados y también el que más suscita reacciones más ambivalentes. En este momento, sólo existen estadísticas oficiales sobre el aborto legal y no se cuenta con datos fiables sobre el ilícito. En la región, Cuba es el único país en que los abortos se realizan dentro de los servicios de salud oficial.
Es evidente la insuficiencia de la legislación respecto de este tópico, que es esencial para preservar la salud física y mental de las mujeres. Esta situación se ve reflejada de alguna manera, en varios fenómenos relacionados: las cifras de mortalidad materna, el hecho de que la magnitud de los abortos sea superior a las estimaciones, ya que se ocultan los clandestinos y se declaran como espontáneos los provocados, aparte de toda una problemática asociada a la circunstancias socioeconómica de las mujeres.
La temática de la salud se ha vuelto más compleja y tanto los cambios demográficos como el reconocimiento de la potestad de las mujeres a controlar su propia fecundidad tienen efectos importantes que es necesario considerar. En la región existen ya iniciativas innovadoras al respecto, surgidas de movimientos femeninos que buscan influir en la definición de políticas de sanidad para que estas respondan efectivamente a sus necesidades.
En Venezuela
La calidad de la salud de la mujer en Venezuela se ha visto afectada por un insuficiente acceso a los servicios médico-asistenciales –los que limitan la atención integral a sus necesidades, especialmente en los sectores pobres de la población– y, a la vez, por la falta de conocimiento y comprensión de una política de género que atienda los requerimientos de su condición esencial como mujer.
La cultura discriminatoria presente en los ámbitos laboral, económico, político y social es un obstáculo que influye en las necesidades de una salud integral y que hace que los organismos e instituciones relacionados con este fin adopten políticas tradicionalmente erróneas y limitadas en su respuesta a las exigencias que están planteadas, las cuales definitivamente deben cambiarse buscando estar sustentadas en la función reproductiva, productiva y de ciudadanía con igualdad de derechos, y sin discriminación de clase ni de sexo.
El crecimiento interanual de los habitantes de Venezuela es de 2,8% y su población actual es de 26.709.495 habitantes, un total del 49,6% corresponde a la población femenina; la tendencia se mantendrá en los próximos 10 años. El país registró en el pasado, uno de los ritmos más acelerados de crecimiento demográfico en América Latina, duplicando su población en 20 años (1950 / 1970) y triplicándola en 30 años (1950 / 1980).
La esperanza de vida para la mujer en Venezuela es de 74,73 años, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas, siendo la del hombre de 68,95 años, que se traduce en un ciclo vital mayor para las mujeres si se les compara con los varones.
Las principales causas de la mortalidad materna son: abortos, hipertensión arterial que complica el embarazo, alumbramiento y puerperio, complicaciones que ocurren durante el nacimiento, así como infecciones consecuencia de una mala atención de la madre en las etapas prenatales, postnatales y el parto mismo.
En Venezuela, se desconoce el número de abortos practicados debido a su carácter clandestino, de allí la inexistencia de datos precisos sobre la incidencia en la morbilidad y mortalidad femenina. En los registros disponibles se entremezcla el provocado con el natural y otras complicaciones obstétricas.
La tasa de fecundidad en Venezuela ha bajado mucho en los últimos años. Esta tendencia decreciente se debe sin lugar a dudas al incremento de la educación básica y a la urbanización. No obstante la gente pobre aún tiene la fertilidad mucho más alta, ya que poseen un nivel de estudio bajo, los servicios de planificación familiar son limitados, la consulta prenatal no es difundida lo suficiente –peligrando la vida de las mujeres y niños–.
El incremento del embarazo precoz constituye un problema grave de salud que ha trascendido a la opinión pública. El Centro Latinoamericano de Demografía (CELADE) revela que durante el quinquenio 2.000 / 2005 Venezuela tiene un promedio de 3.05 hijos por mujer.
El estado nutricional de las mujeres, está condicionado por regímenes alimentarios insuficientes, específicamente en las gestantes y en los niños, con los consiguientes aumentos de los índices de bebés prematuros, de bajo peso al nacer y mortalidad peri natal. Se hace necesario señalar que las condiciones socio-económicas y la calidad de vida de la familia, la falta de salubridad e higiene causantes de infecciones y los factores culturales, afectan de manera directa la disponibilidad y consumo de alimentos en el hogar.
Hay grupos de población con mayor riesgo de tener problemas alimentarios nutricionales y esas agrupaciones son las que se encuentran en las áreas urbanas marginales y en las rurales dispersas. En nuestro país, la desnutrición aguda ha ido disminuyendo a expensas de la crónica, la cual se ha ido agudizando debido a la problemática económica que atravesamos actualmente.
Un programa especifico que se adelanta desde hace varios años entre el Ministerio de Salud y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICE)- es el de la lactancia materna con el objeto de promover que «la madre amamante a su hijo como forma de alimentación exclusiva hasta los 4 o 6 meses y en forma complementaria hasta el primer año de vida».
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* Periodista venezolana.