Anarquismo / Apuntes sobre su influencia en la literatura chilena

Sebastián Allende.*

La influencia anarquista en nuestra literatura no es menor, pero sorprende su profundo desconocimiento. Aunque algunos literatos no hayan pasado de fugaces coqueteos con el socialismo libertario, como Víctor Domingo Silva o Carlos Mondaca, otros permanecieron sentados de por vida en la vereda anarquista, como Manuel Rojas o Mauricio Wácquez.

Desde niño fui un buen lector, eso paliaba mis carencias en las diversas ramas del conocimiento. Como tal el día de hoy degusto con presurosidad cualquier texto de Gabriela Mistral, González Vera u Oscar Castro. Más ahora. que conozco las militancias anarquistas de los últimos dos, aunque sin obviar que en Gabriela Mistral existe un espíritu pacifista, según mi juicio, de raigambre tolstoiana.

Paralelo al sorprendente nexo entre creación literaria y anarquismo, en Chile es igualmente llamativo el desconocimiento de numerosos poetas que han caído, por distintos motivos, en las llanuras del olvido. Gente como Zoilo Escobar, Antonio Bórquez Solar o Manuel Magallanes Moure, son prácticamente desconocidos para las nuevas generaciones, a pesar de la buena pluma con que contaban.

Intentaré un acercamiento, general sobre el tema del anarquismo y literatura chilena de comienzos del siglo veinte, de ahí que denominé “apuntes” a este trabajo.

El anarquismo en Chile: albor literario ácrata

El anarquismo comienza a emerger claramente a comienzos del siglo XX, con orgánicas de lucha, como sociedades de resistencia o centros culturales. Aunque, si bien el primero periódico anarquista, El Oprimido”, data de 1893 y alcanza ocho números, estas experiencias no constituyen un asentamiento real del ideario ácrata en nuestro país. Sin soslayar el hecho de que anarquismo y socialismo marxista aún no llegaban a una clara diferenciación y, por lo visto en la prensa, los anarquistas criollos no tenían gran depuración ideológica, ni conceptual, la realidad social chilena por aquellos años, mucho más cruda que hoy, era el aliciente real para convertirse al socialismo obviando la lectura de un teórico doctrinario —quizás bastaba con sentirse explotado y humillado.

Así, la influencia libertaria no sólo se manifestó en el llamado movimiento popular, sino también en la esfera artística.

Nombres como los de Carlos Pezoa Véliz, Antonio Bórquez o Alfredo Guillermo Bravo, también nutren la protesta social contra la oligarquía chilena, con las dagas de sus versos. A modo de ejemplo, tómese como muestra este pasaje del poema, inspirado en el fusilamiento de Jacinto Albornoz, Los pobres, de Bórquez Solar:

Entonces una santa compasión
tuve yo por el pobre del banquillo
i pensé en las augustas redenciones
de todas esas almas de ojos ciegos
¡I vi que no era justa la justicia
con los que crucifica la miseria!

Por su parte, Carlos Pezoa Veliz en su poema Nada alude a los personajes errabundos de los sectores postergados:

“Era un pobre diablo que siempre venía
cerca de un gran pueblo donde yo vivía
joven rubio flaco, sucio, mal vestido…

Así, lentamente, las vivencias de los miserables comienzan a hacerse un espacio en la literatura chilena… Vale aclarar que ese sitio siempre lo tendrán.

Ahora bien, frente la depuración estilística del movimiento en boga —el Modernismo— la literatura anarquista chilena y latinoamericana, no se detiene mucho en cuestiones de estilo. Así lo expresa la prensa criolla: “No buscamos laureles; buscamos el pan. No buscamos la engañosa sonrisa de una gloria ficticia, sino el bienestar de todos bajo la sombra de la igualdad de los hombres. Nuestra pluma será el látigo implacable que flajela vuestros vicios. Sociedad prostituida: ¡la hora llega!"

No obstante aquello, pareciera existir cierta diferencia entre la prensa militante y la literatura de un Manuel Rojas u Oscar Castro, pues nadie achacaría a éstos, deficiencias estilísticas.

Las Canciones ácratas de Policarpo Solís

El escritor –y militante comunista— Andrés Sabella Gálvez reedita en 1963, un compilado del zapatero libertario Policarpo Solís publicado en 1904. En esas dos series, aparecidas a comienzos del siglo XX, figuran los siguientes autores:
Ada Negri: Pobre Mujer
Manuel Ugarte: “Los obreros”
Alberto Ghiraldo: “La Comuna”, “Paris” y “¡Chicago!”.
Salvador Díaz Mirón: “El desertor”
José Santos Chocano: “Invasión militar” y “desde la cumbre”
Simon Rodríguez. “No matar”
Antonio Bórquez Solar: “Los huelguistas”.

La reedición hecha por Sabella, merece palabras especiales, pues a pesar militancia comunista, su espíritu tuvo la virtud de la amplitud. Y, además, fuera de reeditar la publicación, Sabella incluye poemas inéditos de Eduardo de La Barra, Abel González y Ricardo Fernández Montalva, que le entregó el mismo Policarpo Solís.

Decidí incluir este acápite, dado lo desconocido de este trabajo en nuestro país.

Francisco Pezoa: un cantor especial

Nacido en 1885, Pezoa, constituye quizás el poeta obrero ácrata más recordado en diversos círculos sociales. Oriundo del norte, su “Canto a al pampa”, deviene en la voz de los obreros, mujeres y niños muertos en la Escuela Santa María de Iquique, el 21 de Diciembre de 1907:

Canto a la pampa la tierra triste
réproba tierra de maldición
que de verdores jamás se viste
ni en lo más bello de la estación:
en donde el ave nunca gorjea
en donde nunca la flor creció
ni del arroyo que serpentea
su cristalino bullir se oyó

Hasta que un día como un lamento
de lo más hondo del corazón
por las callejas del campamento
vibró un acento de rebelión;
eran los ayes
de muchos pechos
de muchas iras era el clamor,
la clarinada de los derechos
del pobre pueblo trabajador

Benditas víctimas que bajaron
desde la pampa llenas de fe
y a su llegada lo que escucharon
voz de metralla tan sólo fue
baldón eterno para las fieras
masacradoras sin compasión
queden manchadas con sangre obrera
como un estigma de maldición.

Pido venganza para el valiente
que la metralla pulverizó,
pido venganza para el doliente
huérfano y triste que allí quedó:
pido venganza por la que vino
de los obreros el pecho a abrir
pido venganza por el pampino
que allá en Iquique supo morir”.

Sin duda la respuesta de la élite nacional a las peticiones obreras impactó al sector conciente del proletariado chileno, tal vez nadie esperaría tal ensañamiento con trabajadores que cumplieron prácticamente a cabalidad aquello que ordenaron las autoridades. Así, la voz de Pezoa supo representar la indignación ante brutal masacre.

Vale apuntar que su colaboración en la prensa ácrata fue fecunda: en poemas como “De vuelta al mitín” o “Anarkos”, desplegó su profunda creatividad. Contando, inclusive, con talento musical, pues muchas veces sus versos se acompañaban de una guitarra.

Sin duda alguna, la figura de Pezoa debe suscitar nuestra atención, ante lo desconocido de su obra tal vez su anonimato se asemeje al de tantos obreros muertos en las salitreras.

La influencia de Tolstoi

Para autores como Oscar Ortiz y Rodrigo Bugueño, el terreno artístico nacional de comienzos del siglo pasado, estuvo marcado en el ámbito narrativo, por la influencia del ruso León Tolstoi. El ideario anarcocristiano del conde Tolstoi impregnó la literatura de autores como Augusto Dhalmar (Augusto Thompson) o Fernando Santiván (Fernando Santibáñez) y por antonomasia del grupo “Los diez”.

El realismo ruso anidó fuerte en terreno nacional, fundándose incluso colonias tolstoianas, donde a la par de un estilo de vida vegetariano y acorde a la naturaleza, se buscaba experimentar en el ámbito de la creación artística. En san Bernardo y bajo la concesión del alcalde Manuel Magallanes Moure, se instala una comunidad de este tipo el año 1905, siendo sus precursores D’Halmar, Santiván y el pintor Julio Ortiz de Zárate.

Ahora bien, en un ámbito estrictamente literario, la influencia de León Tolstoi se ve plasmada claramente, según mi visión, en la primera publicación de Fernando Santiván, llamada “Palpitaciones de vida”, publicada en 1909.

Entre sus cuentos es posible entrever cierto desencanto con la urbe moderna, o en su defecto, con la vida moderna. Al caminar por sus letras se intuye un profundo cuestionamiento de la existencia humana; en cuentos como “Días Grises”, “El juguete roto” o “El beso”, se vislumbra claramente lo anterior. El propio autor define estas historias como “páginas abruptas y atormentadas”.

Y en cuanto a la valoración de Tolstoi, el cuento “El beso” pareciera ser el mejor ejemplo de aquello. En éste, Santiván narra los recuerdos y cavilaciones del militar Rafael Gomero Velasco, de manera muy similar a como lo hace Tolstoi en “La muerte de Iván Ilich”. Ambos personajes recuerdan sus primeros años como los más provechosos. Rafael, sus vacaciones con su prima-amor imposible; Iván Ilich, los días de su infancia: Ambos experimentan, postrados, cierto desencanto en relación a cómo encararon la vida.

De igual manera, en un plano más social, el relato “Era tan lindo”, se adentra en la vida de los conventillos, tan típicos del Santiago de aquellos años. Al igual que el “Cristo ruso”, Santiván se adentra en la vida de los “humillados y ofendidos”, al narrar el encuentro de dos mujeres y su conversación en torno a la muerte del hijo de una de ellas; pienso que este relato demuestra por qué Santiván años sería galardonado con el premio nacional de Literatura el año 1952.

El autor teje con prolijidad esta historia que se vincula con los vientres amargos, aquellos que no alcanzaron a disfrutar con gozo el fruto de sus entrañas. En un pasaje fulgura la crítica social, una de las mujeres le pregunta a la otra:

—y de qué murió-…
—¿de qué?… ¡de miseria!…. De miseria —prosiguió con voz ronca—,  falta de alimento, exceso de trabajo… angustia por el pan de cada momento…perdí la leche….

Por estos pasajes y muchas obras más, Fernando Santiván tiene un lugar especial en la literatura chilena.

En torno a su vinculación ideológica con Tolstoi, en sus “Recuerdos de Santiván”, confiesa en la Advertencia el alejamiento de las ideas de sus primeros años, pero a pesar de esto señala que vuelve a ellas al final de su vida, “por la experiencia y la meditación”.

La Generación del 20

El tiempo que transcurre entre 1918 y 1925 constituye, creo, un período álgido en lo que a confrontación social se refiere. No por casualidad algunos denominan “crisis de la sociedad oligárquica” a esta época. Por ejemplo, la creación de la Asamblea Obrera de Alimentación Nacional, en 1918, el asentamiento de la I.W.W. (Industrial Workers of the World) filial chilena el mismo año, constituyen elementos vitales si queremos entender no sólo el quehacer político de aquellos días, sino también la actividad artística de nuestro país.

Así, sin duda alguna, de las pléyades literarias de la literatura chilena, la “Generación del 20”, es sin duda alguna una de las más recordadas, pues brindó plumas como las de José Domingo Gómez Rojas, José Santos González Vera o Marta Brunet.

José Domingo Gómez Rojas, “El Cristo de los Poetas”

Nacido en 1896, Gómez Rojas cursaba pedagogía en castellano cuando la muerte lo asaltó  a los 24 años de edad. Otro integrante de esta generación, Manuel Rojas, comenta que fue Gómez Rojas quien le incentivaba para que se dedicase al oficio de escribir. Mal no le fue.

En 1914 Gómez Rojas publica su única obra, “Rebeldías Líricas”, de la que emana una sensibilidad digna de recordar; tómese como ejemplo este fragmento de “Los inmigrantes”:

Pobres desheredado….! La fortuna
nunca meció la miserable cuna
donde arrullásteis vuestros sueños de oro
Y siempre vuestras frentes macilentas
azotaron las ansias, las tormentas
de aquella sed de conquistar tesoro.
Marcharéis al azar de los destinos
por los ignotos, trágicos caminos
que os señala la traidora suerte…
¿Quién sabe si al partir, aventureros
habéis clavado del dolor aceros
y habéis sentido el estertor de muerte?
¿Verán vuestras pupilas, qué paisajes?
al dejar el terruño y los parientes
¿No habéis sentido acaso en vuestras fuentes
el vértigo fugaz de los mirajes?
Al imponeros voluntario exilio
¿no dejaréis atrás algún idilio
y una mujer que por vosotros gima?
¿No dejaréis una querida hermana
y una madre infeliz, ya triste anciana,
que en el amor del hijo se sublima…?

¡Cuán lejano es el espíritu de Gómez Rojas, en comparación con el de muchos obreros chilenos que culpan al inmigrante peruano de su mal pasar el día de hoy!

Válido es mencionar su aparición en “Selva Lírica”, “Estudio sobre los Poetas Chilenos”, realizado en 1917, con el seudónimo de Daniel Vázquez

Gozando de una excelente reputación entre quienes le conocieron, Gómez Rojas se recuerda hasta el día de hoy, incluso una plazoleta lleva su nombre al frente de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, sin olvidar que autores como Andrés Sabella y Manuel Rojas, lo reivindicaron como una pluma descollante de su época; el segundo expresa en un plano más bien afectivo: “A pesar de que llevó una vida agitada y murió de modo dramático, los recuerdos que de él conservo son alegres y tiernos”.

José Santos González Vera: “El Chéjov del Mapocho”

Otra gran pluma de la “generación del 20”, fue, sin duda alguna, José Santos González Vera.

Nace el año 1897, en San Francisco del Monte, cerca de Melipilla. Su vida, jamás fue cercana a al abundancia: conoció innumerables conventillos en las calles de Santiago. Su primera obra, “Vidas Mínimas”, data de 1922. Para autores como Enrique Espinoza, es la primera en abordar abiertamente el tema del proletariado chileno. Con José Santos González Vera es posible vislumbrar el entronque de la literatura social chilena y el anarquismo.

Una de las características narrativas de González Vera, fue su economía de palabras, el estilo minimalista. El crítico Alone lo describe perfectamente: “A su temperamento no le correspondía la pasión, desdeñaba el énfasis, desconocía las grandes palabras, la expresión pomposa”.

En el plano ideológico, como anarquista, González Vera fue bastante prolífico, junto a su eterno amigo Manuel Rojas escribió en “Claridad”, “Numen” y “Babel” un sin fin de crónicas y cuestionamientos sobre la realidad chilena.

Gabriela Mistral dice: “Uno de los chilenos más cargados de chilenidad en sus temas y, a la vez, uno de los chilenos más liberados del espíritu y de la letra locales, criollos”. Más adelante comenta: “Se premia en él algo nada popular y nada criollo; un alma inconforme, una acelerada mente crítica, un testigo de ojos muy claros respecto de la vida local”. Las palabras de “la abanderada intelectual del sandinismo”, son bastantes claras sobre el autorde “Alhué”.

La caracterización de la Mistral sobre su querido amigo no termina ahí: “A la patria se le sirve de varias maneras, de todas maneras, menos con el modo adulador e infantil del chovinista…. González Vera, siempre tuvo la náusea del halagador de multitudes”.

Su escrito sobre el 21 de Mayo, atestigua lo anterior: “Éste como todos los anteriores años, los patrioteros, los borrachos y los hombres entontecidos celebrarán con bestial alegría el triunfo que Chile obtuvo sobre Perú y Bolivia hace un siglo… con la conquista de las salitreras los hombres pobres de Chile ganaron para sus amos la riqueza, para sí mismos el hambre eterna y para sus hijos la esclavitud y para todas las generaciones venideras el odio asesino de los pueblos”.

González Vera, pulcro en su estilo literario, obtiene en 1950 el premio nacional de Literatura, un año antes que la poetisa de Vicuña, Gabriela Mistral.

Dato anecdótico: al igual que Gómez Rojas, González Vera cuenta con una plazuela en Santiago, en Avenida Salvador con Francisco Bilbao. Al aire libre, qué mejor para este espíritu anarquista.

La generación del 38
(en la aurora de la protección social: paternalismo o autonomía)

Un acalorado debate entre los sectores obreros, suscito la aparición de programas políticos —como el de Arturo Alessandri— que, al menos en el papel, postulaban planteamientos de legislación social para mitigar la frágil situación de los sectores populares en un período en el cual la crisis de la sociedad oligárquica comenzaba a demostrar todo su cariz.

Aunque si bien ya existían algunas leyes de carácter laboral, su alcance era más bien modesto. Uno de los antecedentes del chile desarrollista lo constituye la promulgación de la Constitución del 25, aunque realmente comenzó su “funcionamiento” con la aparición del llamado “Frente Popular”. En virtud del acuerdo nacional que se generó para la creación de entidades como CORFO.

Así, uno de los motivos del ocaso libertario en Chile, es una opinión, fue haber mantenido un excesivo doctrinarismo ante el tema de las “uniones legales”, de ahí que figuras como las de Ernesto Miranda, años más tarde, levantaran una postura práctica: anarcosindicalista.

Federico Serrano Vicencio y Acevedo Hernández: unas palabras

El movimiento socialista libertario, con sus altos y bajos, seguía ejerciendo influencia en el Chile de los 20. En el ámbito sindical, la fundación de la IWW en 1918, y la creación de la Federación Anarquista de Santiago demostraban la continuidad de las agrupaciones ácratas; esta permanencia tenía también su correlato en la arena estética, con cuadros artísticos como los existentes en Iquique, pero también con escritores que poseían una gran afinidad al ideario anarquista, como Federico Serrano y Antonio Acevedo Hernández

El primero de ellos, oriundo del norte chileno, comienza su carrera política bajo el alero del líder Luís Emilio Recabarren. El año 1924, publica la única obra que he podido hallar: “Al correr de la pluma”, editado por Castalia, su prólogo dice: “…escribiendo folletos que estimulen la campaña antimilitarista y de derrocación de la propiedad privada y del Estado”.

Años después en el periódico anarquista chileno “El libertario”, correspondiente al número 8 de 1956, se le define como “un poeta revolucionario popular”. Inclusive aparece además un poema-póstumo de Federico Serrano Vicencio, llamado “Durruti”:

Hijo del pueblo, general nacido
de las gestas heroicas y tremendas
temerario y audaz tú has sido
el vencedor en todas las contiendas….

Y en la parte final:

¡Salud, Durruti! Gran compañero
general de invencible rebeldía
supervivas en el mundo obrero
con tu ideal inmenso: la anarquía.

Por su parte Antonio Acevedo Hernández, al igual que Serrano, venía escribiendo y acompañando las luchas obreras, antes de la década del 20.

Considerado por algunos el mayor dramaturgo social en la historia de Chile, sus escritos exudan protesta social y vivencias al límite. No obstante esto, su vinculación con el ideario ácrata ha quedado relegada al mar del olvido. Al parecer, el historiador Oscar Ortiz es uno de los pocos en vincularle directamente al anarquismo.

Dos fuentes históricas literarias lo conectan con la filosofía libertaria, primero un estudio realizado por el propio Acevedo Hernández, en el número 12 de “Claridad”, en el cual realiza una investigación del Teatro ácrata en Chile y segundo en “Selva Lírica”, del año 1917, donde ,al igual que en “Claridad”, le proclaman anarquista.

Óscar Castro: poeta de Rancagua

Sin duda alguna la literatura social chilena de comienzos del siglo XX, tuvo un entronque incuestionable con el anarquismo. No sólo en autores como Manuel Rojas o González Vera es posible vislumbrar este encuentro, sino también en Óscar Castro —nace en 1910—, oriundo de Rancagua  localidad en la cual existieron numerosas agrupaciones anarquistas. Sus obras “La vida simplemente”, y “Llampo de sangre”, relatan, cada una a su modo, la vida de personajes al límite, conociendo el joven Lagos los burdeles y las prostitutas y, en la segunda, la vida del minero.

Su poesía y narrativa contienen una frescura muy propia del autor; para Alone es uno de los pocos que no le debe nada a Neruda, bebiendo más bien de Federico García Lorca,.

En trabajos como las mencionadas “Llampo de Sangre” o “La vida simplemente”, Castro, al igual que Nicomedes Guzmán, penetra en la vida de los hombres del campo y de la urbe, con un toque narrativo que lo hizo uno de los más recordados literatos de nuestra historia.

Ahora bien, otro elemento no menor del “poeta del alba”, es su incursión en la poesía. En ella, busca plasmar la vida del campesino, sus alegrías, tradiciones y amarguras. Tómese como ejemplo, el siguiente pasaje de la “Alfarera”:

Las manos de esta vieja que amasa la greda
aprendieron sus nudos a los sarmientos
y su color a sus avellanas secas.
Ahí esta, edificando cántaros,
junto al arroyo pulidor de guijarros
entre la soledad violeta y la cordillera.

En un ámbito más social, su “Poema de la fraternidad”, exuda deseos de solidaridad humana, claro esta con una nueva base material:

Los martillos podrían cantar,
como el himno de tierra florida,
decorar la mañana con su redada de peces musicales.
Y los montes, las pampas, los viñedos,
entregar su ofrenda a todos los hombres.

Como tal, la generación del 38, a la cual pertenecen Oscar Castro y Nicómedes Guzmán, estuvo fuertemente ligada a la aparición del llamado Frente Popular y sus lucha por mayor bienestar social. Aunque, a diferencia de Guzmán, Castro estuvo ligado fuertemente con el ideario ácrata. Así lo expresa un amigo de Castro y también ex partícipe del grupo literario Los inútiles, Gonzalo Drago: “Era anarquista sin militancia activa, había leído a los clásicos del anarquismo, Malatesta, Prototkin (sic), Mella, Reclus, Nicolai, entre otros”. En un ámbito personal, Drago destacaba su temple sereno y honesto.

El mayor nexo entre Castro y los anarquistas,lo constituye un poema dedicado al ácrata chileno Julio Barrientos. Reproduzco tres fragmentos:

Luchador incansable de la causa,
sufrió injusticias y persecuciones;
mas su labor viril no tuvo pausa
y enfrentó sin temor a los sayones…

En sus párrafos finales, sentencia:

“La justicia servil que mata y vicia
los arrastró a las tinieblas de un presidio,
y allí pudo juzgar que esta justicia
es la parodia vil de homicidio.

Así, es el hombre que hoy, aunque postrado
prosigue con su espíritu invencible
y nos brinda el ejemplo iluminado
de derrotar aun a lo imposible.

Castro fallece en Santiago de Chile en 1947. Salud Óscar, poeta de la tierra, del amor y la libertad.

* Prepara su tesis en la carrera de Historia y Ciencias Sociales.
 

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