Anarquismo en Chile, reflexiones a propósito de un Congreso

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Observador

El Congreso de Hermenéutica Libertaria celebrado en la Universidad de Santiago de Chile (Usach) los días 6 y 7 de diciembre de 2007 era sin duda una buena oportunidad para conocer de cerca el panorama del movimiento anarquista chileno; un movimiento minoritario pero pujante, con sus problemas y altibajos propios y no obstante con posibilidades ciertas de desarrollo inmediato.

 Un atractivo adicional lo constituía el hecho de que muy poco tiempo atrás los grupos anarquistas comenzaron a constituir motivo de interés para la prensa grande local, para los organismos represivos del Estado e incluso para esa izquierda institucional y coqueta a la que le disgustan sobremanera aquellos “desbordes” e “indisciplinas” que están fuera de su control.

En el Congreso no hubo “hermenéutica” en sentido estricto pero su sola realización en los sobrios espacios de la Escuela de Periodismo de la Usach es un elemento empírico más de confirmación de la acogida progresiva que la temática anarquista viene recibiendo en ámbitos académicos de distintos países latinoamericanos; una acogida instrumentada en este caso por un entusiasta grupo de estudiantes que aprobaron su primer test organizativo con encomiables calificaciones.

Pero, claro, si bien la estructura del evento y la dinámica de desarrollo del mismo intentaron ser diseñadas inicialmente de acuerdo a cierto modelo implícitamente impuesto por la academia, era obvio en casi cualquier cálculo previo que todo ello habría de ser excedido con tanta premura como convicción. De tal modo, no sólo cabrá prestarle atención a la temática abordada desde su formato académico sino también y quizás sobre todo a aquella otra que es posible deducir a partir de los emergentes que jalonaron los debates subsiguientes.

El Congreso de marras, por lo tanto, no podrá ser reducido a las ponencias presentadas sino que su significación última o principal radica en los espacios de reflexión que permitió reimpulsar: algo en lo que la academia acaba perdiendo su margen de protagonismo inicial y cediendo tales relevancias al movimiento anarquista propiamente dicho y a sus escenarios naturales y reiterados de lucha.

Digamos, sin entrar en detalles de engorrosa enumeración, que las ponencias en sí abarcaron, con las diversidades y originalidades del caso, buena parte de la temática que los ácratas suelen frecuentar en este tipo de eventos: la situación del movimiento en Chile y en América Latina, la relectura de los clásicos, la investigación histórica, la formulación de ciertos problemas teóricos, las características y los fundamentos de una economía autogestionaria, el rescate de los aportes femeninos, la reflexión sobre las modalidades comunicativas, la pedagogía libertaria, los enfoques anarquistas en literatura y artes visuales, etc.

Un elemento novedoso estuvo constituido por dos ponencias orientadas a dejar planteados algunos puntos de convergencia con el pensamiento anarquista desde las visiones humanista y cristiana.

Se trató, en suma, de una temática rica y nutrida que dejó en el tapete numerosas áreas de preocupación y elaboración ulterior. De nuestra parte, si tuviéramos que seleccionar y destacar algún aspecto en particular, no tendríamos duda en dejar asentada la grata sorpresa que produce encontrarse con un movimiento abrumadoramente joven y que, no obstante, se muestra ya en condiciones de librar en un buen nivel de profundidad las discusiones que imperiosamente está necesitado de dar.

Esas discusiones fueron precisamente las encargadas de darle al Congreso un ánimo y una temperatura que las exposiciones por sí mismas no estaban en condiciones de brindar. Sin embargo, no es posible ofrecer una versión taquigráfica de tales discusiones ni tampoco parece demasiado interesante tan siquiera resumirlas ponencia por ponencia; algo de lo cual los organizadores del evento se habrán de ocupar.

Lo que sí nos parece de mayor trascendencia es descifrar la infraestructura de las polémicas puesto que en ella subyace efectivamente la trama de controversias al interior del movimiento anarquista chileno. De tal modo, hacemos ahora formal acto de abandono del Congreso mismo para intentar una radiografía muy pero muy gruesa del panorama que caracteriza a la fecunda constelación de agrupaciones actuantes en ese medio.

No debería llamar la atención la constatación inmediata de que el modelo de organización a construir y sus prácticas distintivas es uno de los principales puntos de desencuentro. En cierto modo, puede decirse que dicho desencuentro remite, en los años inmediatamente anteriores, a la experiencia del Congreso de Unificación Anarco–Comunista; un prematuro intento de convergencia de dicha corriente que cerró su ciclo en el año 2003 y del cual sólo sobreviven sus esquirlas.

De ese mismo año 2003 data la separación entre la Organización Comunista Libertaria (OCL) y la Corriente Revolución Anarquista (CRA), agregándose en el año 2005 la escisión del Frente Anarquista Organizado (FAO); dicho esto de tal modo sólo para mencionar los fragmentos que mantuvieron una presencia colectiva.

De tales grupos, la OCL parece ser el que cuenta con un perfil más definido y una organización más compacta, pero son precisamente dichos atributos los que forman a su alrededor una separación cierta con el resto de las agrupaciones libertarias. A tal punto es así que su discurso se aproxima más al de la izquierda revolucionaria latinoamericana de los años 60 y 70 que al propio de los nucleamientos anarquistas de nuestros días.

Por lo pronto, se conciben a sí mismos como un “partido” que ubica entre sus cometidos “la alfabetización política de las bases sociales en torno a la comprensión de la totalidad”, con la misión de “orientar, conducir y educar”, cuyo papel es “irremplazable en el actual orden de cosas” y que “debe apuntar en la etapa a elevar los niveles de desarrollo de conciencia para que la implementación del poder popular sea real”.

Para mayores similitudes con la izquierda setentista, el “partido” también levanta “la bandera de la lucha soberana y popular de liberación, contra el imperialismo y sus aliados”. Afirmación esta última retocada algunos días después haciendo referencia en este caso a “la lucha soberana y popular de liberación contra nuestro enemigo común, el imperialismo y el Estado de Chile”; aunque ahora nos deja sin saber –en el plano específicamente teórico y previo establecimiento de una relación de igualdad– si el Estado chileno es percibido meramente como un “aliado” del “imperialismo” o si también se lo considera una agencia de dominación con estatuto propio.

La sintonía anárquica de las otras dos agrupaciones mencionadas es obviamente mayor. Ahora no se trata de “alfabetizar” a nadie y una frase distinta es la que puede resumir el posicionamiento de la CRA: “Queremos hacer la Revolución Social en Chile (y), para lograrlo, necesitamos potenciar un movimiento popular real, activo y crítico frente a las condiciones injustas que caracterizan al capitalismo. Un movimiento popular que se construye con el esfuerzo y el interés de trabajadores y trabajadoras, pobladores y pobladoras, estudiantes, cesantes, indígenas, jóvenes, niños y niñas de la clase explotada y oprimida”.

Asimismo, la CRA desdeña adoptar la ambigua consigna de “poder popular”; la que, sin perjuicio de los contenidos definicionales libertarios que se le quiera dar, parece pensada más en tanto probable espacio de encuentro con otras corrientes que como expresiva de una finalidad anarquista.

De igual modo, la escisión del FAO también parece un intento por recuperar algunos elementos anárquicos que la OCL fue dejando por el camino: concretamente, la necesidad de promover una campaña abstencionista en las elecciones y de animar una metodología libertaria cabal en la vida orgánica.

Pero, por supuesto, estos no son ni por asomo los únicos debates realmente existentes. ¿La teoría o la acción?, ¿la formación de ideas o la propaganda por los hechos? Naturalmente que tales cosas son perfectamente congeniables, pero los énfasis momentáneos bien pueden establecer más de una separación. Por lo pronto parecería existir al respecto una diferencia latente pero todavía fraternal, por ejemplo entre quienes se muestran más inclinados a la reflexión y a la elaboración teóricas y aquellos que privilegian la agitación y el enfrentamiento inmediatos.

La expresión más clara de la primera opción está constituida por las intersecciones entre la librería–biblioteca Emma Goldman y quienes procuran revitalizar el Instituto de Estudios Anarquistas. Del otro lado se encuentran los grupos a los que cabría calificar de “informales”, entre los cuales destacan okupas como el Ateneo Libertario, Sacco y Vanzetti o Tiao Yungay, publicaciones como Acción Directa, Sin(A)psis y Pólvora Negra o grupos estudiantiles como el Columna Negra de la zona de Valparaíso y Viña del Mar.

Es probable –pero no seguro– que en este caso planee como tema a dilucidar el ejercicio, el tono y la gravitación que asuma la violencia callejera; una diferencia que probablemente sea más aguda con grupos como las Fuerzas Autonómicas y Destructivas León Czolgoscz o la Federación Revuelta Sección Antipolicial Antonio Román Román, que ya cuentan en su haber con episodios clandestinos y nocturnales.

Podría decirse que otro gran tema está constituído en torno al arraigo en los movimientos populares de base. Así, con claras preferencias en tal sentido, podemos encontrar a la Sociedad de Resistencia de Penco afín a la AIT, Construcción Obrera de Santiago y quizás también el boletín Agitación, volcados fundamentalmente hacia el medio sindical; al Frente de Estudiantes Libertarios, con presencia cierta en los ambientes universitarios públicos y privados de Santiago y de Concepción; al grupo Ni Casco ni Uniforme, vinculado a las movilizaciones contra el servicio militar; a Mujeres Creativas, ligado a redes feministas chilenas e internacionales al tiempo que ha producido trabajos de recreación histórica en su área específica; y, en fin, también a aquellos espacios de actuación fundamentalmente orientados a las labores en las llamadas “poblaciones”, donde agrupaciones o individuos anarquistas animan radios comunitarias, periódicos e instancias varias de organización social.

Si bien todo este panorama resulta rico de por sí, es importante aclarar que las asociaciones que hemos hecho entre algunas de las agrupaciones y sus correspondientes signos de distinción sólo cubren una parte muy limitada de la geografía chilena y a lo ya señalado habría que agregar las presencias constatables por lo menos en ciudades como Temuco, La Serena, Copiapó, Antofagasta, Iquique, Arica y Puerto Montt así como –entre aquellos rasgos que no hemos mencionado todavía– la atención solidaria que se le presta a la problemática del pueblo mapuche, las experiencias en el ámbito de la contra-información o las acciones en el campo contracultural. Algunas decenas de agrupaciones anarquistas ejemplifican y protagonizan aquí y allá un movimiento de ebullición relativamente reciente que tiene todavía muchos problemas para resolver y muchas definiciones por adoptar.

Ahora bien: ¿debemos lamentarnos de tanta dispersión o simplemente celebrarla como tal? ¿habrá que execrarla o asignarle el papel que puede estar cumpliendo sin que nos percatemos inmediatamente de ello?

En principio, parecería que los distintos agrupamientos responden –además, lógicamente, de la proximidad territorial– a diferentes prioridades y a las afinidades que éstas permiten concitar. Ni la organización ni la elaboración teórica ni la agitación ni el enfrentamiento ni el arraigo son temas menores o triviales desde una lógica anarquista y tampoco debería concebírselos como recíprocamente excluyentes: de hecho, cualquier proyecto de trabajo libertario inmediato o de largo plazo tendría que estar en condiciones de compaginarlos sin traumatismo alguno.

En principio, es claro que la dispersión reconocible –en Chile como en cualquier otro país de América Latina– no es más que la forma espontánea que el movimiento ha sabido darse para afrontar un abanico de tareas que ninguna organización pretendidamente autosuficiente está en condiciones de cubrir razonablemente y con ponderación. De tal modo, la dispersión no constituye un problema sino que éste hace su aparición escénica en tanto tal desde el momento en que la misma comienza a traducirse en un revoltijo de rivalidades irreductibles o bien en el intento por “resolverla” a partir de un discurso y una práctica hegemónicos y excluyentes.

Sin embargo, no se trata tampoco de rendirle culto a la dispersión extrema y permanente sino de valorarla cuando es tierra fértil y de corregirla en el momento mismo en que se transforma en síntoma de rencilla sobrante y de evitable debilidad.

En el caso chileno, daría la impresión que estamos todavía en ese tramo augural en el que la dispersión de agrupaciones y experiencias es un elemento de enriquecimiento y una actitud tácita que permite cubrir espacios que seguramente no serían cubiertos desde un centro político omnisciente y reductor. Mientras tanto, la dispersión permite y habilita encuentros múltiples y el establecimiento de redes parciales y de circunstancia que van potenciando a algunos segmentos del movimiento y dotándolos de una mayor amplitud de miras.

No es casual, por lo pronto, que los días 22 y 23 de diciembre se realizaran jornadas conmemorativas del centenario de la matanza en Santa María de Iquique y que en su organización hubieran coincidido diversos colectivos: el Centro Social Ocupado y Biblioteca Sacco y Vanzetti, las Ediciones Acción Directa, el Espacio Comunitario y Libreria Anarquista Emma Goldman, el fanzine Zona Temporalmente Autonoma, la Productora de Comunicación Social Sin(A)psis, el periódico Agitación, el colectivo de Difusión Libertaria Usa Tu Inteligencia e Individualidades Anarquistas Atenienses. Sin duda que este tipo de cosas, en su proliferación y en su perseverancia, constituyen pasos ciertos en el sentido de coordinaciones más profundas que las actuales. Pero ésta es una decisión que ya no le corresponde a los viajeros sino a los compañeros chilenos mismos.

 El periódico La Nación, por ejemplo, intentó realizar una semblanza del tema en su edición del 7 de mayo de 2006, en artículo que llevó el sugestivo título de “La resurrección de los grupos anarquistas y libertarios”.

 Inmediatamente después de los incidentes habidos en las movilizaciones del 11 de setiembre de 2006, se desarrollaron algunos operativos que apuntaron directamente sobre grupos anarquistas. Véase, entre otras transcripciones de prensa, “Se inicia operación represiva en Chile. Detenidos 6 anarquistas”, radicado en  http://clajadep.lahaine.org/articulo.php?p=7760&more=1&c=1.

 Vid. “La juventud comunista chilena afirmó que se armará para enfrentar a los… anarquistas(?!) en las futuras marchas” en www.alasbarricadas.org/noticias/?q=node/3510.

 El programa, tal como estaba previsto en el comienzo del Congreso, puede encontrarse en  http://congresolibertario.files.wordpress.com/2007/12/programacongreso.pdf.  Sin embargo, el mismo sufrió luego ligeras modificaciones; sea por ausencia o incorporación imprevista de participantes así como también porque algunos de los ponentes del segundo día resolvieron modificar sus exposiciones al calor de las discusiones de la jornada inaugural.
 La que, en esta circunstancia, estuvo obviamente centrada en el centenario de la matanza de la escuela de Santa María de Iquique, ocurrida en 1907; acontecimiento que, en buena medida, obró también como “excusa” para la realización del Congreso.
 
 La segunda ponencia finalmente no se produjo, pero cabe decir que la misma tenía el soporte orgánico del llamado Colectivo Cristiano Esperanza Libertaria.
 Todas las citas fueron extraídas de “Organización Comunista Libertaria: Análisis de Coyuntura – Diciembre 2007” recogido en A–Infos: www.ainfos.ca/ca/ainfos09460.html –cabe aclarar que el carácter prioritariamente anti-imperialista de las luchas sociales y políticas era típico de la izquierda latinoamericana de los años 60 y 70, delatando así su incapacidad para aquilatar a plenitud las derivaciones concretas y específicas de una entera trama de poder.

 En “Declaración y convocatorias ante el asesinato de Matías Catrileo”, recogido en A–Infos:  www.ainfos.ca/ca/ainfos09522.html; subrayado nuestro.

 Textualmente se dice: “Ni poder privado ni popular….¡A construir autogestión!” El artículo se denomina “Mucho ruido y poca claridad en la propuesta” y puede encontrarse en la página www.revolucionanarquista.cl/documentos1.htm.

La polémica correspondiente tuvo lugar, que sepamos, por lo menos en un foro de Indymedia. Vid., al respecto http://valparaiso.indymedia.org/news/2005/07/3886_comment.php.
Las Fuerzas León Czolgoscz se atribuyeron la explosión de un artefacto el 18 de enero de 2006 en las proximidades de la Agencia Nacional de Inteligencia y la Sección Antipolicial Antonio Román Román se responsabilizó por el ataque realizado en la madrugada del 20 de diciembre pasado contra la 18ª Comisaría de Carabineros.

 Es bien poco lo que pudimos recabar sobre este grupo en particular y no podemos manejar otra cosa que supuestos, pero nos inclinamos a asignarle esta ubicación a partir de su invocación a una “editorial proletaria”.
 Para más detalles sobre el tema, véase www.traidores.org/emma/.

 Otro ejemplo de colaboración más estrecha entre agrupaciones libertarias radicadas en distintos puntos de la geografía chilena puede encontrarse en torno a la distribución de la revista Acción Directa. Véase, al respecto, la información contenida en  www.fotolog.com/accion__directa www.fotolog.com/accion__directa.

 

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