ANTE LAS PUERTAS DEL PODER POLÍTICO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

(Azkintuwe Noticias). Hace más de una década, una noche de tertulia, alguien lanzó como broma que los indígenas estaban a las puertas del poder político y, que apenas eso sucediera, vendría el efecto multiplicador que haría aterrar a los políticos tradicionales del continente, porque una cosa era ser pobre e indígena y carnada electorera para las clases políticas y económicas dominantes y, lo otro es que por sus propios medios formen un gobierno en alianza con los demás desplazados sociales.

Los primeros aldabonazos no se hicieron esperar, vinieron del sur de México, con el levantamiento zapatista que daba la bienvenida al Tratado de Libre Comercio en Norteamérica (TLC); resquebrajando el orden establecido, aún sin llegar al gobierno, en pocos años sus efectos derrotarían al mismísimo Partido Revolucionario Institucional (PRI), con setenta años en el poder.

Luego, la firma de los Acuerdos de Paz en Guatemala, que trajo un veranillo político para los mayas, con lo cual el movimiento indígena se consolidaba de alguna manera e irrumpía con fuerza su presencia en todos los estamentos del país; aunque dividido en estos momentos por las consecuencias de una guerra de mas de treinta años, está en recomposición y se espera que de muchas sorpresas en la política guatemalteca antes de 2015.

No había terminado esa década, a comienzos del 2000, la poderosa Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), protagonizaba una rebelión que hizo efectiva la caída del presidente Jamil Mahuad. El movimiento indígena acompañó al entonces Coronel Lucio Gutiérrez, actualmente preso en Quito por haber traicionado a su pueblo, sobre todo a los que lo llevaron a la presidencia. Luego, CONAIE salió del gobierno de Lucio para no ser acusada por el pueblo ecuatoriano, lo que ha hecho posible también que este ex presidente tome el mismo remedio que los corruptos de Abdalá Bucaram (1997) y Mahuad.

Ese mismo año, la Central de Inteligencia de EEUU (CIA) por intermedio del Consejo Nacional de Inteligencia, hacía público un documento en el que pegaba el grito al cielo para que los gobiernos del continente escucharan claro y fuerte, que en los primeros quince años del nuevo siglo XXI, «.. los movimientos indígenas de resistencia en América Latina serían uno de los principales desafíos a los gobiernos». (Global Trends 2015: A dialogue about the future Nongovernment Experts. P.46 – Diciembre 2000).

Tomando en cuenta los acontecimientos relacionados con los movimientos indígenas, podemos argüir que no es broma ni es casual la advertencia de la CIA. La marginación, discriminación y el sometimiento hacia los pueblos indígenas no han bajado de intensidad, menos desaparecido. Con la globalización, los problemas de nuestros pueblos se han globalizado también, por lo que la solución a estos debe venir desde diferentes puntos del continente con nuevos bríos y medios, incluyendo la conquista del poder político.

El movimiento indígena no está inventando nada nuevo, tampoco actúa desde la ilegalidad, está jugando con las mismas reglas establecidas en el mundo occidental, una democracia que nació siendo de los patricios –entiéndase ricos– y que fuera impuesta en esta parte del planeta por los colonizadores en un mundo que siempre fue de los indígenas (no de Colón).

Aunque se diga lo contrario, los indígenas han aceptado esas reglas contra su propia voluntad y de alguna manera respetan el orden impuesto, pero no ha habido hasta ahora la misma reciprocidad; se niega la plena participación indígena en el manejo del poder político, lo que hace que los mismos vayan buscando soluciones reales a sus demandas desde sus propias perspectivas, «… siguiendo las huellas de nuestros antepasados» (Kari-Oca 1994). De esta manera, no podemos obviar dos hechos políticos importantes que está marcando el movimiento indígena continental.

Primero, el intento del mapuche Aucan Huilcaman, en quien –teniendo todos los requisitos para ser presidente de Chile– dieron un zarpazo mortal a las aspiraciones de los pueblos indígenas, de competir en igual plano con otros partidos políticos. Esto no era sorpresa, estaba anunciado.

Unas semanas atrás, los políticos tradicionales y la Cámara de Diputados les recordaron a todos los «chilenos», que únicamente descendientes de europeos podían habitar en el Palacio de La Moneda –donde todavía por sus pasillos vagan almas errantes, víctimas de Pinochet–, desde donde se sigue ignorando a los pobres, en un país que quiere aparentar ser rico y de primer mundo. A muchos de estos políticos se les ha salido el cobre, de ser genuinos descendientes de alemanes nazis venidos como prófugos después de que su jefe Hitler se hubiera suicidado.

En segundo lugar, que más se puede decir de Evo Morales. Si no ocurren «accidentes», pronto tendremos un presidente indígena en Bolivia, lo cual avergonzaría a muchos gobernantes del continente por tener que dar pleitesía a un colega que debería ser uno de sus sirvientes. El Evo, el que defiende la sagrada hoja de coca, el que nació en una casa de adobe en Oruro, pero igual es aclamado en El Alto, La Paz, como en el trópico de Santa Cruz y sobre todo en Chapare. Y, ¿por qué no?, el que tendrá millones de votos más, de sus hermanos indígenas de toda Abya Yala.

Todo eso indica que las noches de tertulias y bromas de hace muchas lunas atrás, en las que eran participes Aucan y Evo, en los albores del nuevo milenio está haciendo temblar de rabia a los que no quieren reconocer que el mundo ha cambiado y seguirá cambiando a favor de nuevas concepciones de cómo gobernar para todos y con todos, pero eso sí, con nuevos rostros.

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* El autor es indígena Kuna de Panamá. Abogado, colaborador del periódico Azkintuwe (www.nodo50.org/azkintuwe).

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