Apocalíptico. – OZONO: CUARENTA MILLONES DE TONELADAS MENOS

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Hasta hace unos pocos años algunos institutos y organizaciones científicas –de algún modo ligados a los distintos complejos industriales– solían tranquilizar a la opinión pública mundial asegurando que la capa de ozono fluctuaba naturalmente, expandiéndose en determinada época y contrayéndose en otras.

Se trataba de no alarmar, por una parte, y sobre todo de que no se vinculara el fenómeno con la influencia de determinadas actividades económicas. Cuando, a fines de la década de 1991/2000 la disminución del ozono creció de manera alrmante y se hizo evidente que –como en otros casos de agresión ambiental planetaria– el asunto estaba relacionado en forma directa con prácticas industriales, se lanzaron tímidas campañas para contrarrestar esa disminución.

Bajao la consigna de que «todos somos responsables», se ocultó qué actividades son realmente causantes en gran escala de la disminución del ozono. El vuelo de un reactor de pasajeros o de carga, evidentemente, no puede igualarse al funcionamiento de una heladera tradicional.

La disminución de la capa protectora

El denominado «agujero» en la capa de ozono sobre la Antártica fue descubierto hacia 1985 y desde entonces no cesa de agrandarse. La Organización Meteorológica Mundial dijo a principios de octubre de 2006 que se acerca a los 29 millones de kilometros cuadrados, triste «récord» que se registró en 2000.

Sin embargo los números «deportivos» son engañosos. Puede que el agujero no tenga todavía la suprficie de hace seis años, pero su profundidad –y el peligro que ésta entraña– es mayor: 40 millones de toneladas de ozo ya no están, según cálculos dados a conocer el dos de octubre de 2006.

Los expertos de las Naciones Unidas esperan que la capa de ozono –que debe estimarse como un escudo de la vida sobre la Tierra– vuelva a sus niveles «normales» para 2049; otros cálculos señalan que ello no ocurrirá, pero que podría esperarse un mejoramiento recién para 15 o 20 años después.

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Lo concreto y real es que una sere de subproductos de la actividad industrial, como los clorofluorocarbonos (CFC) son teóticamente los grandes responsables de este hecho. Los CFC contienen cloro y bromo que agreden a las moléculas de ozono, desintregrándolas en la alta atmósfera.

La mayor parte de los CFC producidos en el mundo se utilizan en refrigeradores, congeladores, acondicionadores de aire, aerosoles y plásticos expansibles, que tienen múltiples usos en la construcción, la industria automotriz y la fabricación de envases, la limpieza y funciones similares.

Están formalmente prohibidos desde 1985, aunque en las economías del Tercer Mundo no siempre los controles son fiables. Tampoco la conducta de las corporaciones industriales.

Un segundo grupo de sustancias, los halones, destruyen más ozono que los CFC. Las concentraciones de halones se duplican en la atmósfera cada cinco años. Las sustancias químicas más peligrosas tienen una vida muy larga. El CFC I dura en la atmósfera un promedio de setenta y cuatro años, el CFC 12 tiene una vida media de ciento once años, el CFC 113 permanece durante unos noventa años y el halón 1301 dura un promedio de ciento diez años. Esto les da tiempo suficiente para ascender a la estratosfera y permanecer allí, destruyendo el ozono.

Otros compuestos de cloro y bromo, como el tetracloruro de carbono, el metil cloroformo y el bromuro de metilo, también son dañinos para la capa de ozono. El tetracloruro de carbono, que se usa para combatir incendios, la limpieza en seco y los fumigantes para cereales, entra en la composición de pesticidas; es más destructivo que el más dañino de los CFC.

Fuentes

– La AEE, www.esa.int
– agencias de prensa citadas por la prensa internacional
– Pro Diversitas, www.prodiversitas.bioetica.org

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Addenda

La capa de ozono, descubierta alrededor de 1912/13, se investiga en forma permanente por lo menos desde la tercera década del siglo XX; se la ubica en la alta atmósfera –estratósfera–. Si desapareciera, los rayos ultravioleta del sol esterilizarían la superficie de la Tierra haciendo imposible la vida en ella.

El ozono es una forma de oxígeno cuya molécula tiene tres átomos, en vez de los dos del oxígeno común. Es muy vulnerable ante los compuestos –naturales o no– que contengan nitrógeno, hidrógeno y cloro.

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