Apostasía: los rebaños desencantados con sus pastores

Alejandro Tesa

En un sentido estrictamente religioso-cristiano, apostatar es "negar la fe de Jesucristo recibida en el bautismo". Algo serio. En términos más amplios la apostasía es cambiar de doctrina, sustentar opiniones diferentes a las que se sostenían. De cualquier modo es una inflexión, un quiebre, quizá abrir paso a una nueva manera de vivir. En la Argentina los católicos romanos inquietos, descontentos, amargados y frustrados organizan una apostasía colectiva.

No se es apóstata por capricho, se llega a la renuncia de aquello que tanto enmarca como da contenido a la existencia a través de un viaje que, todo hace presumir, es triste. Los apóstatas no engrosarán necesariamente las filas del ateísmo ni abrazarán otra religión o dejarán de tener fe en el dios de su infancia; probablemente continúen su vida bajo los mismos principios morales, en sus mismas casas, ocupados en los mismos trabajos.

Cabe preguntarse por qué entonces, tras el íntimo convencimiento de que deben abandonar la Iglesia Católica romana, agruparse para un acto colectivo de semejante naturaleza. "Coincidimos en el rechazo a las imposiciones de la Iglesia Católica Argentina en la vida pública y privada de toda la ciudadanía, sobre católicos y no católicos por igual.

"Apostatar es una de las muchas formas que tenemos las y los bautizados para manifestar el desacuerdo y el repudio público a esta institución y dejar en claro que no nos representa ni habla en nuestro nombre. Sin embargo, no consideramos que sea la única legítima, ni la mejor.

"Una marcha, una pintada, una reflexión, la memoria de los genocidios que la institución apoyó y apoya, la lucha por la autonomía sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas, son otras tantas prácticas cotidianas de libertad".
(En http://apostasiacolectiva.com.ar)

Es importante recordar –se lee en la misma página-web–que la apostasía individual y la colectiva son dos acciones distintas:
– La apostasía colectiva a la que convocamos para el mes de Marzo de este año es un acto de repudio público a la manipulación e intervención de la Iglesia Católica argentina en la vida ciudadana.

– La carta individual —y el trámite que con ella se inicia— es una manifestación personal que tiene una eficacia diferente a la acción colectiva.

"Ninguna acción es más válida que la otra. Invitamos a participar de ambas".

En los próximos días tendrá lugar un acto ante el Arzobispado de Buenos Aires, circunstancia en que entregarán a la jerarquía sus cartas de apostasía. El motor primero de la ruptura –con la Iglesia, no abjurar de sus creencias personales, cabe insistir– es la necesidad de manifestar su repudio a la manipulación ideológica y material de la Iglesia Católica en la vida ciudadana. Es una forma de manifestar el desacuerdo con su política social, sexual y económica dejando en claro que no los representa y, por tanto, que se oponen a que la institución reciba del presupuesto del Estado subsidios y privilegios.

Subsidios y privilegios –entre los que se cuentan jubilaciones de sacerdotes y pasajes dentro del país a cargo del erario público– que la Iglesia recibe legitimándolos merced al elevado número de personas bautizadas "sin su consentimiento en el marco de un rito social"; agregan que además ésta –la Iglesia– subyuga y condena aquellas costumbres y aquellos valores que no se doblegan ante sus dictados.

Los apóstatas argentinos invocan la ley argentina de Habeas Data –protección de datos personales– para demandar se supriman de los registros eclesiales sus datos personales y se cumpla así lo dispuesto en el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que garantizan la libertad de conciencia y de religión.

La apostasía, lejos de ser un fenómeno de nuestro tiempo, casual e individual, marca indeleblemente la historia del catolicismo y en su génesis encontramos tanto razones doctrinales –rechazo a la venta de indulgencias o a infabilidad papal, por ejemplo– como otras de carácter social –la autonomía de las congregaciones, por ejemplo.

En la actualidad prácticamente en todos los países latinoamericanos existen movimientos apóstatas; lo mismo sucede en Europa y América del Norte.

 

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