La debacle económica golpea con fuerza al sector del libro. En las últimas semanas, se despidieron espacios icónicos como Punto de Encuentro y La Cueva. Entre alquileres elevados y cambios en el consumo, los libreros enfrentan desafíos sin precedentes.
En enero del 2024, un informe de la Universidad Nacional de San Martín reveló que la Argentina tiene la mayor red de librerías de Latinoamérica. Los datos fueron motivo de festejo entre los trabajadores del libro y la cultura. Y aunque las librerías siguen siendo el punto favorito de encuentro entre los lectores, en un año el panorama económico se recrudeció y la venta de libros se desplomó.

Alquiler, servicios, empleados
A pocas cuadras, luego de 10 años de trayectoria, la librería Punto de Encuentro baja la persiana en Avenida de Mayo 1100. “Es muy difícil solventar los gastos de alquileres, servicios, más empleados. Otra cosa que pasó fue que la zona de Avenida de Mayo está muy abandonada, sobre todo la zona de la 9 de julio”, explica el librero Carlos Benítez en diálogo con Clarín.
En su caso, salieron a buscar un nuevo alquiler porque se vencía el contrato actual. “No había forma de resolverlo porque cada vez que encontrábamos un alquiler los precios eran exorbitantes. Entonces, la ecuación de alquiler, más venta, no coincide”, señala el librero. Sin embargo, no cierran la editorial que seguirá funcionando en su depósito en Boedo y a través de su tienda online.
La venta online fue un salvavidas para muchos comercios. “Muchas veces se vende más que en la librería. La gente se habituó a comprar por Internet después de la pandemia. Hay personas que viven a 20 cuadras de la librería y porque se acostumbró, o porque esto se ha impuesto, compra por Internet”, detalla Benítez que identifica este cambio en las formas de consumir a partir de la pandemia.
“También la gente está muy asustada y no sabe si puede gastarse un porcentaje de su sueldo en libros, son objetos que durante una crisis económica son lo primero que se prescinde, como ir al cine. Estamos esperando que empiece a mejorar un poco por el bien de todos, para que podamos materializar la nueva apertura de nuestra librería”, dice el librero.
Pero a estos factores desafiantes se suma la reducción del movimiento turístico que caracterizaba a la Ciudad de Buenos Aires. “Desde que asumió Milei, con el dólar fijo, no hay turistas. Somos muy caros para ellos”, apunta Benítez.
Además, la Ciudad de Buenos Aires también cambió, mientras que antes la concentración de personas se encontraba en el microcentro, actualmente la zona de Palermo tiene mayor circulación. “Antes Avenida de Mayo estaba llena de librerías, hoy todo se mudó a Palermo. Hay un montón de librerías muy lindas ahí”, analiza Benítez.
Otro problema es el aumento del precio del papel. “Al comprar un libro, hay que mirar con mucho detenimiento porque hoy cualquiera está entre 20.000 y 30.000 pesos”, señala. Los bancos ayudaron con cuotas en muchas oportunidades, y –para el librero– en ese sentido ayuda porque es un respiro financiero. “Pero nunca recibimos un apoyo directo”.
Retraimiento en la lectura
Más allá de los factores económicos, para Benítez se está dando un cambio cultural. “Hay un retraimiento en la lectura de parte del público. Hay poco apego a la lectura”, sostiene.
La librería estará abierta hasta el 31 de marzo. El jueves 20 realizaron un evento de despedida, pusieron en liquidación todos los libros. Fue un brindis con amigos, lectores, autores de la editorial, para charlar un poco y pensar cómo seguir para adelante. Pero no se trata de un “hasta nunca”. Punto de Encuentro estará en la 49ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que se realizará del 24 de abril al 12 de mayo de 2025, en La Rural.

Quienes leen entienden que el disfrute no solo pasa por el hecho de ir a comprar un libro sino por todo lo que acontece a su alrededor: un debate, una risa, un intercambio cultural, la posibilidad de un punto de encuentro.
“Nosotros vamos a estar en permanente búsqueda de algo que nos permita pagar razonablemente un alquiler. Hoy por hoy no lo podemos hacer, por eso guardamos los muebles y guardamos los libros”, anuncia Benítez.
Hasta acá la crónica, pero esta periodista se permite una anécdota cercana para cerrar. Mientras entrevistaba a Carlos, él me contó el origen del local. Antes de ser suyo, perteneció a un anarquista español. “Cuando el señor falleció, su hijo me vendió este espacio”, recordó. El dato resonó en mi mente porque soy nieta de un anarquista que dedicó gran parte de su vida a los libros.
Cuando se lo mencioné a mi papá, el punto de conexión se confirmó: la librería de la que estoy contando el cierre es, sin saberlo, esa que armó mi abuelo. La fachada se conserva, muchas de las estanterías también. “Esos fueron los últimos muebles que hizo tu abuelo, cuando todavía le quedaba fuerza”, recuerda mi papá y yo pienso que tal vez esta coincidencia no sea un cierre sino el punto de un bordado que augura una nueva historia.
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