Argentina: Frutas y verduras envenenadas y la guerra del «vale todo”
A medida que se aproxima la elección presidencial, Argentina entra en una guerra donde todo vale, y donde el presidente Mauricio Macri hace todo lo posible para retener el cargo, mientras la opinión pública quedó sorprendida por informes oficiales que confirman que la ciudadanía está consumiendo frutas y verduras envenenadas.
Un estudio conjunto del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y la Universidad de La Plata coincidieron, en líneas generales, con un Informe del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) sobre la presencia de plaguicidas, pesticidas, insecticidas –producto de fumigaciones- en diversas frutas, hortalizas y verduras de consumo masivo.
Sobre estas cuestiones reinaba un llamativo silencio hasta que el año pasado un recurso de amparo motivó que Senasa rompiera el silencio oficial y afloraran algunas informaciones que son preocupantes. Los principales controles se establecieron sobre el Mercado Central que abastece el consumo de estos alimentos a la mayor parte de los 16 millones de pobladores del área de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires.
Así es como nos fuimos enterando, por los controles realizados entre 2011 y 2013, que en el 63% de los mismos se verificó la existencia de restos de unos 80 agroquímicos, cuatro de los cuales estaban expresamente prohibidos. En una síntesis más reciente (2013/2016), según información oficial, tal envenenamiento no solo se sigue verificando, sino que se incrementa. Se comprobó el hallazgo, en los alimentos, de mayores cantidades de sustancias peligrosas para el consumo humano.
Acerca de los controles y mediciones realizadas existe una polémica entre Senasa y los medios agroecológicos acerca de cuáles son los “Límites Máximos de Residuos” que se admiten. El debate está concentrado en varios temas: El tope aceptable de tales residuos y el hecho que Senasa no considera los efectos de esa acumulación en el organismo, ni discrimina entre las diferentes características de las personas que los consumen.
Más allá de este debate, en la mayor parte de los casos, los valores verificados están por encima de los límites establecidos. Lo anterior nos deja ante una certeza y otra duda. La certeza que estamos consumiendo alimentos con residuos venenosos en proporciones indebidas y la duda sobre alimentos que se consideran sanos y no lo son.
Como poco y nada se ha avanzado -en estas cuestiones- es bueno traerlas a la actualidad, explicando algunas razones que por las cuales estos temas tienen escaso peso en los grandes medios y el debate político cotidiano.
En el estudio de la Universidad Nacional de La Plata y el Conicet se verificó que en seis de cada 10 frutas, que se venden en verdulerías de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, hay una indebida presencia de plaguicidas.
Las zanahorias, naranjas y lechugas aparecían como los alimentos más fumigados. En consecuencia nos enfrentamos con problemas de contaminación, por fumigación, que afecta a toda la sociedad. Ciertamente que un lavado intenso de estos alimentos reduce los riesgos para la salud por contaminación.
A esta altura de las reflexiones conviene preguntarse las razones por las cuales estos temas no forman parte de la agenda diaria de la sociedad y sus gobernantes. El periodista Patricio Eleisegui afirma, en su libro “Envenenados” que “Estamos frente a una bomba química que nos extermina en silencio”.
El proceso que condujo a esta situación es de larga data, pero pegó un salto a partir de 1996. Fue cuando Felipe Solá, como Ministro de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos del gobierno de Carlos Menem, autorizó el uso de semillas transgénicas.
En aquel momento fue la soja, luego se amplió a maíz y algodón y ahora se está discutiendo respecto del trigo. La semilla transgénica viene acompañada de un paquete tecnológico que garantiza su productividad. Ese paquete tecnológico es vital para los intereses de ese coloso trasnacional que es Monsanto-Bayer.
El incremento de alimentos envenenados va de la mano con el crecimiento en el uso de los agroquímicos. En los 90´ se fumigaban nuestros cultivos con unos cinco millones de litros de agroquímicos. Su uso –luego- creció y creció bajo diferentes gobiernos y esa cifra llegó en el 2017 a los 380 millones de litros.
Sus efectos se hacen sentir en la extinción de especies animales; además de otros fenómenos como las crecientes inundaciones, por el modo que dichos cultivos y esos compuestos químicos afectan los drenajes del suelo. Además de otras nefastas consecuencias como la forzada migración de poblaciones a las villas miserias; la destrucción de ecosistemas y los cada vez más graves problemas sanitarios.
Esa matriz de cultivos transgénicos se ha hecho bajo el manto de conceptos como “Crecimiento sin límites”, “Hambre cero”, “Progreso indefinido” que alimentan esta tragedia de la humanidad. Ella se popularizó como una “revolución verde” que le daría de comer a pobres y hambrientos.
La protesta social no creció, hasta el nivel necesario, porque había muchos beneficiarios: se nos convenció que ésa era la “economía posible”. El país, más o menos, “funciona”; los grandes monopolios llenan sus arcas y el pueblo lentamente se va envenenando.
Los ecos de este tema llegaron a la Iglesia. El Papa Francisco, en su encíclica Laudato Si, lo abordó señalando los riesgos del uso de los transgénicos. Sin embargo dentro de la propia Iglesia se escucharon otras voces reclamando por una consideración más profunda de un tema tan complejo.
Los “cuadernos sucios” y la guerra del vale todo
A medida que nos vamos aproximando a las fechas electorales “esta democracia” entra en ebullición. Parece regir el principio del todo vale. Mauricio Macri eligió el camino de confrontar y buscar que la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner sea su contracara. Desde hace tiempo practica ese deporte… y tan mal no le ha ido.
Ha logrado sobrevivir en la presidencia, a pesar del desastre que -para gran parte de nuestro pueblo- es su gobierno. Sus asesores le avisaron que la chance –cada vez menor- que le queda es llegar a una segunda vuelta y competir con Cristina. Esa carta se completa colocándola como la mayor enemiga y poniéndola al frente de toda la corrupción que están investigando.
La Justicia Federal -durante años- guardó un “prudente”, “saludable” y “beneficioso” (para sus protagonistas) silencio. Pero ahora, muchos de sus integrantes, pretenden ser más estrictos que el Profeta de Galilea, cuando -látigo en mano- echó a los mercaderes del templo.
En esta semana pasada hubo dos hechos que embarran a la Justicia Federal y profundizan las inquietudes de oficialismo y kirchnerismo.
Esos dos hechos notorios tienen como protagonistas al Juez Federal Luis Rodríguez y al Fiscal “estrella” de los “Cuadernos de la corrupción”, Carlos Stornelli. Rodríguez, cuyo caso ya está en el Consejo de la Magistratura, fue acusado de haber recibido una coima de 10 millones de dólares para permitir la enajenación de bienes que manejaba Daniel Muñoz, secretario de Néstor Kirchner. Lo acusa la pareja de Muñoz.
A Stornelli se lo denuncia de estar negociando, vía del intermediario Marcelo D’Alessio , un “reconocimiento” de 300 mil dólares de un presunto acusado en los “Cuadernos…”. Se trata de Pedro Etchebest, un productor rural que nunca habría sido mencionado y cuyo defensor hizo la denuncia, para terminar con la extorsión. Ahora Stornelli acusa al “intermediario”, que ha sido detenido, por “defraudación”.
Desde el kirchnerismo dan pruebas de la participación de este “intermediario” en actividades de apoyo al macrismo. Pero este señor, que se vanagloriaba de estar vinculado a la DEA, no parece tener convicciones muy sólidas. Durante el kirchnerismo corría carreras de Turismo de Carretera llevando en el coche la publicidad del programa televisivo (prokirchnerista) “6, 7, 8” y de Aerolíneas Argentinas y reivindicaba públicamente al gobierno kirchnerista.
Para agregarle más “barro al chiquero”, huestes de la diputada (aliada del macrismo) Elisa Carrió han denunciado que en el armado de esa acusación habría intervenido Roberto Baratta, hoy preso en Ezeiza y que fuera Secretario de Estado en el gabinete del exministro de Infraestructura Julio De Vido.
Desde el gobierno los temores son múltiples. A los negativos datos económicos, que tienen pocas posibilidades de mejora y de cuya influencia en el voto no quedan dudas, se le agregan las noticias sobre la desconfianza que el propio poder económico tiene del gobierno macrista.
La noticia de la reunión de los visitantes del FMI con los exministros de Economía Axel Kicillof y Roberto Lavagna aumenta los temores del oficialismo. Todo ello se complica con esta denuncia sobre el Fiscal Stornelli, cuya actividad es el “caballito de batalla” del gobierno en los “Cuadernos” y contra Cristina. De confirmarse esa denuncia la continuidad de Stornelli sería insostenible y correrían riesgo las investigaciones realizadas.
En el cristinismo, más allá de las dudas y dificultades que atraviesa la candidatura de Cristina, crecen otros temores que vienen desde la Justicia. Una es la aparición de algún testigo que pueda aportar evidencias físicas sobre los bienes de los que tanto se habla.
La otra duda, que se comenta en voz baja dentro del Edificio Patria, es el efecto que va a tener el show mediático de los juicios. Nadie duda sobre la capacidad discursiva de Cristina, pero todos saben el impacto –en la opinión púbica independiente- de la imagen de Cristina sentada en el banquillo de los acusados.
- *Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)