Argentina: Kirchner, dos años no es nada ni es tango

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Eligió Néstor Kirchner recordar la gesta de la Independencia de su país –y dos años desde que asumió el gobierno– lejos de Buenos Aires, en una de las provincias más pobres y conflictivas de la Argentina: Santiago del Estero. La solemnidad del Te Deum, así, no fue en la catedral de la capital, sino en el templo santiagueño mayor.

Lo que pudo interpretarse como la voluntad presidencial de reconocer el federalismo argentino, fue analizado, en el menor de los casos, como una excentricidad de un mandatario al que suele tildársele de excéntrico, autoritario y antiprotocolar.

Tal vez la más dura –pero indirecta– crítica a la gestión del señor K, sin embargo, no provino de los ofendidos estamentos porteños, sino de un dignatario eclesiástico, que disparó con munición gruesa desde otra provincia. Al arzobispo de Rosario (Santa Fe) y titular de la Conferencia Episcopal Argentina, Eduardo Mirás, no le tembló la voz el 25 de mayo para –a través de una filípica sobre los valores de la sociedad argentina– poner en la mira la conducción presidencial.

Afirmó el prelado en su homilía: «nos falta acatamiento a la autoridad legítima, a la Constitución y a las leyes». Señaló también desde el púlpito: «La vida social se desarrolla a merced de la cultura de lo fácil, de lo cómodo, del capricho consumista que despersonaliza y que acaba en frustración, en la desesperanza del individualismo y en la ausencia de solidaridad». Dijo también que se perdía –en el país– “la perspectiva de la historia».

Ni el presidente ni su cónyuge Cristina Fernández, también dirigente política, son gente de misa. El gobierno viene discutiendo sus relaciones con la poderosa Iglesia Católica argentina –que no ve en general con buenos ojos el laicismo del ejecutivo en materia educativa y de costumbres sociales, y tampoco los arrestos populistas de los Kirchner– desde que un dignatario utilizó una infortunada cita bíblica para calificar a un personero de gobierno.

Los puntos de fricción inmediata entre Iglesia y gobierno se refieren a que éste estimula el uso de condón como una manera de intentar detener el avance del sida y los embarazos de adolescentes y no deseados; la política de educación sexual de los jóvenes tampoco gusta al cardenal Bergoglio, jefe del catolicismo en el país.

EL BALANCE NO ARROJA PÉRDIDAS

El mayor déficit de la complicada gestión de Néstor Kirchner es la falta de crecimiento del empleo –el mes anterior la oferta de trabajo formal creció apenas sobre el uno por ciento, lo que contrasta con los más de 2.200 millones de pesos de superávit fiscal en el mes de abril (aproximadamente US$ 800 millones)–.

Fuera de la Iglesia Católica, y pese a haber maniobrado, al comienzo de su gobierno con celeridad, audacia y firmeza, obligando a renunciar a varios ministros de la Corte Suprema, Kirchner no ha logrado firmar la paz con el Poder Judicial. Como en Chile, en Argentina la majestad del ejercicio de la magistratura puede calificarse de connivencia –algunos dicen complicidad– con los designios de la dictadura (1976-1983).

El Ejecutivo no ha conseguido de la Corte Suprema un pronunciamiento sobre dos leyes que licúan las responsabilidades de las violaciones de lo derehos humanos, que bajo los gobiernos militares segaron no menos de 30.000 vidas. Las leyes de Punto Final y Obediencia Debida fueron anuladas por el Congreso en 2003, pero a ellas se había ya acogido la mayor parte de los torturadores y asesinos que “ejercieron” su miserable oficio durante los años citados.

No obstante que en estos últimos dos años el pago de los intereses de la deuda externa ha drenado los fondos que el Estado hubiera podido emplear para poner en marcha un plan económico creador de fuentes de trabajo –en realidad las negociaciones argentinas referidas a la deuda «eterna» que corrientemente ocupan espacio en la prensa latinoamericana, se refieren a una quita de intereses de los bonos fiscales en manos de particulares (empresas, capitalistas “buitres”, ahorristas en general europeos y estadounidenses) y no a la masa de capital recibido a título de préstamos.

De cualquier manera, Kirchner ha conseguido un inédito índice de popularidad y confianza de la ciudadanía, algo que difícilmente hubiera podido pensarse cuando asumió el gobierno tras perder la primera vuelta electooral –que ganó el ex presidente Carlos Menem, que rehusó ir a un segundo acto eleccionario–.

EL “AMIGO” DEL NORTE

El gobierno de Estados Unidos, como ocurre con otros de los llamados progresistas en el subcontinente, no comprende la filosofía política del gobierno argentino ni la razón de aquellas medidas que ha tomado en “perjuicio” de la libre empresa. Le molesta de sobremanera, además, que la Argentina se muestre remisa al acuerdo de libre comercio de las Américas (ALCA).

Pese a los roces que se mantienen con Brasil, el primer mandatario argentino sigue firme con el MERCOSUR y no da indicios de querer echar pie atrás en una relación estratégica con Chile, que en cierta forma es visto como el gran muelle para el comercio entre los países atlánticos y Asia.

Con la incomprensión nacida de la tradicional ignorancia del Departamento de Estado y la Casa Blanca de las culturas –valores, tradiciones y costumbres– y necesidades ajenas, los funcionarios estadounidenses de cualquier nivel se refieren a Kirchner como un demagogo populista.

La jugada es antigua, la retórica también. Lo cierto es que –alicaída y sin terminar de recuperarse de la destrucción resultante del decenio menemista y los años de su sucesor, Fernando De la Rúa– más allá del ámbito agrario, muchos sectores de la economía argentina compiten con las exportaciones estadounidenses de manufacturas, aunque desde luego en un nivel inferior a Brasil.

Por otra parte hasta la Argentina, en el norte, llega el Acuífero Guaraní, una enorme reserva de agua dulce; agua también –y tierras– es lo que abunda en la Patagonia, para no pensar en las riquezas minerales andinas. El Veladero en la provincia de San Juan y el también emprendimiento de la minera Barrick, Pascua-Lama, en la frontera con Chile –que despierta profundo rechazo social por su efecto sobre el ambiente– indican, más que las tímidas políticas sociales de Kirchner, las razones del disgusto estadounidense.

En todo caso si en estos dos años el señor K pudo obtener una cuota de poder político a la par que disputar la tradicional influencia de los viejos caciques del peronismo, habrá que esperar todavía otro año para un análisis serio de su tarea como estadista.

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