Malas noticias para las corporaciones mediáticas: toda acción manipulatoria contiene bajo su lógica el germen de su propia inoperancia. Claro que no abonamos la absurda y nada ingenua pretensión de negar la inmensa capacidad que tienen las estructuras del poder comunicacional para configurar escenarios favorables a determinados intereses.|ERNESTO ESPECHE
En cambio, sí advertimos que, bajo ciertas circunstancias histórico-políticas, esa capacidad queda –cuanto menos– relativizada.
Los resultados de las elecciones primarias desataron el desconcierto opositor. Esta vez, las fábricas de realidades virtuales no produjeron los resultados esperados: el control de la palabra publicada no impactó como se suponía en la opinión de las mayorías. ¿Qué falló? La virulencia con que atacaron al proyecto nacional y a la figura presidencial parecía un síntoma inequívoco de desesperación. Perdieron el sentido de realidad, y ese es un viaje sin retorno. Una constatación del derrumbe.
Un error poco frecuente de quienes conocen las claves para la conservación de un poder conquistado hace más de un siglo.
Llenaron las páginas, las radios y las pantallas con torpes mensajes apocalípticos. Pero la inflación de la palabra terminó con su sistema de credibilidad, único terreno que garantizaba su sustento. Fueron víctimas de su propio juego: la emisión descontrolada de enunciados sin respaldo tangible. Ya no funcionó ese filtro que impide el flujo indiscriminado de títulos incoherentes, de frases sin sustento y palabras sin sentido.
Como en buena parte de la región, asistimos a una ciega reacción defensiva, a una avalancha de trompadas al aire y a, finalmente, una caída fulminante. El burdo panfleto no conmueve ni convence, desnuda ambiciones e intereses, pone en evidencia la fachada descascarada tantas veces oculta bajo el maquillaje de un discurso independiente.
La eficacia del poder mediático no es compatible con la organización del tejido social. Los medios concentrados fueron el núcleo de la articulación neoliberal. Promovieron la desmovilización y el desencanto para neutralizar cualquier posibilidad de cambio. Hoy fueron derrotados por la política, ese espacio recuperado en un tiempo necesario, ese lugar maravilloso que hoy nos hace soñar con una transformación que no tiene techo.
*Director de Radio Nacional Mendoza, Argentina
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