Argentina. – LA IRA Y LAS MONEDAS DEL CAMPO

913

Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

¿A QUÉ SE DEBE EL PARO DEL CAMPO?

El aumento de las retenciones a la soja y el girasol provocó el conflicto rural más importante de los últimos treinta años. El gobierno dice que es un «paro de la oligarquía», pero los pequeños productores son presencia mayoritaria en los cortes y manifestaciones.

José Castillo *

Gran parte del crecimiento económico de los últimos años fue consecuencia de los altos precios internacionales de los productos del campo. Así el gobierno acumuló reservas y tuvo superávit fiscal récord. Los grandes ganadores fueron unos pocos, entre ellos el grupo concentrado de los grandes negocios del campo, favorecidos por un modelo económico que privilegió el dólar alto y subsidió el gas oil para los grandes exportadores.

Ahora el gobierno decidió aumentar sustancialmente las retenciones a la soja y el girasol. Trata así de apropiarse de una parte de la tajada de estas «superganancias». La Sociedad Rural Argentina (que representa a los grandes productores, terratenientes y cabañeros), Confederaciones Rurales Argentinas (federaciones regionales de ganaderos, agricultores y tamberos), Coninagro (cooperativas arroceras, frutihortícolas, algodoneras y fundamentalmente lecheras, como Sancor) y la Federación Agraria Argentina (pequeños productores individuales, arrendatarios y cooperativistas, tanto de la ganadería de cría, como de la agricultura y los pequeños tambos), llamaron a un paro que, al momento de escribir esta nota, todavía continúa con carácter de indefinido.

Los representantes del agro depusieron el paro poco después de publicado este artículo.
N. de la R.)

Concentración feroz

El discurso del diario La Nación y de los voceros «tradicionales» del campo es que ya no existe más la «oligarquía agropecuaria», habiendo sido reemplazada por miles de pequeños productores, «la gente del campo». Del otro lado, el gobierno descalifica a todos de conjunto: «son la oligarquía, millonarios terratenientes». Pero en el campo no todos son lo mismo: están los grandes terratenientes, referenciados en la Sociedad Rural Argentina. Pero también existen los pequeños productores, muchos de ellos organizados en la Federación Agraria.

Según el último Censo Agropecuario Nacional, del año 2002, en la Argentina hay 170 millones de hectáreas agropecuarias y 317.816 productores. Pero sólo 4.000 de ellos poseen 74,3 millones de hectáreas (más de la mitad). En la Pampa Húmeda la concentración es mayor: 4.110.600 hectáreas están en manos de 116 dueños. El 69% de las explotaciones tienen menos de 200 hectáreas, pero representan sólo el 3% del total de la tierra agropecuaria. En la otra punta de la pirámide, el 10% de los grandes establecimientos, con más de 1.000 hectáreas, ocupan en 78% de la superficie.

Esta concentración feroz ha ido en aumento. Comparando los números con el Censo anterior, que es de 1988, se verifica que entre ambos desaparecieron 100.000 explotaciones. Y toda la tendencia indica que desde el 2002 para acá la concentración siguió creciendo a pasos agigantados. Analicemos que pasa con el cultivo «estrella» de los últimos años, la soja, hoy la mitad de la superficie sembrada del país. Los pequeños y medianos productores, en campos que producen hasta 1.500 toneladas por año, son el 96% del total de los establecimientos, pero levantan apenas el 40% de la cosecha. El otro 60% lo producen 2.817 grandes explotaciones.

Esta «parte de arriba de la pirámide» del negocio del campo se compone de tres actores: lo que queda de la vieja oligarquía terrateniente (los Ledesma, Amalia Lacroze de Fortabat, Gómez Alzaga, el Grupo Bunge); los nuevos capitalistas del agro, entre los que se destacan Adecoagro (Grupo Soros), Bemberg, Werthein, los Grobocopatel, LIAG Argentina S.A., Benetton, Cresud; y los «pooles de siembra», de hecho capital financiero especulativo que hoy «entra en el negocio», en general arrendando tierras por un año, concentrando y produciendo en cantidad.

Siendo claros: todos estos «grandes jugadores» son los responsables no sólo de que los precios de los alimentos estén por las nubes, sino de esquilmar diariamente al pequeño productor, al que le pagan centavos por sus cosechas, animales o leche. Pero, también tenemos que ser coherentes y decir que, hasta ahora, la política del gobierno, por acción u omisión, siempre favoreció la concentración.

¿Para qué las retenciones?

D´Elia y Moyano dicen que hay que defender al gobierno, incluso movilizándose contra los cortes y manifestaciones y disolviéndolas por la fuerza. Se trata de una actitud patoteril y autoritaria, rayana con el fascismo, repudiable desde todos los puntos de vista. No queremos dejar desde estas líneas de fijar posición al respecto.

Pero vamos al fondo de la cuestión. Desde el punto de vista de los intereses de los sectores populares es absolutamente correcto plantearse cobrarle fuertes impuestos a los grandes monopolios, que incluye obviamente a los del campo. Pero el problema es que este aumento de las retenciones no es simplemente «cobrarle a los que tienen más para darle a los que tienen menos». Primero porque los pagan todos por igual, el pequeño productor y el grande. Mientras que a este último le recorta un poco sus superganancias, al chico directamente lo funde. Eso «libera» tierras, saca productores del medio, y eso es justamente lo que necesitan los grandes monopolios del agrobusiness y los pooles de siembra.

Y segundo porque no es cierto lo que dice el ministro Lousteau: que este aumento de las retenciones sirve para luchar contra la inflación, ya que aumentaron las de la soja y el girasol, que se exporta en su casi totalidad, y se bajó las del trigo y maíz, que sí tienen incidencia en los bienes que componen la canasta básica. Tampoco sirve para evitar la «sojización» promoviendo otros usos de tierras, ya que aún con las nuevas retenciones seguirá siendo el cultivo más rentable. Si el gobierno estuviera realmente interesado en evitar la tendencia al monocultivo pondría en práctica otras herramientas como la modificación de la Ley de Arrendamientos, presentada por la Federación Agraria al Parlamento y cajoneada por el propio bloque oficialista.

El gobierno aumenta las retenciones porque lo que necesita es «seguir haciendo caja», no para dedicar esos mayores recursos a las necesidades populares o al desarrollo regional. Lo que sucede es que el gobierno está seriamente preocupado por los efectos de la crisis mundial y sabe que se le acaba el «viento de cola» que le permitió crecer estos años: no hay más financiamiento fácil y por eso necesita dinero para empezar a pagar «cash» los futuros vencimientos de deuda externa.

La rebelión del campo

Es necesario clarificar el conflicto. Hay un hecho real: La Sociedad Rural, una de las entidades convocantes del paro representa efectivamente a los grandes terratenientes, tiene un pasado de apoyo a las peores dictaduras y su consigna central de «no a la retenciones», planteada en general, refleja un planteo ideológico de no aceptar ceder un peso de sus superganancias a nadie.

Pero en el conflicto también están los pequeños productores, que levantan sus legítimos reclamos, esquilmados por los «grandes» del campo y por las políticas oficiales, muchos de los cuales se referencian con la Federación Agraria. Es cierto que la consigna «No a las retenciones» en general, no le sirve al pequeño productor, que seguirá sufriendo la concentración. Es urgente poner como centro los reclamos del pequeño productor, diferenciándose de los grandes monopolios del sector.

No se puede desconocer la realidad (que el gobierno concientemente niega y oculta), de que se ha generado una verdadera rebelión en el campo, con centenares de cortes de ruta, movilizaciones, y virtuales puebladas, todas llevadas adelante por los pequeños productores.

La salida, que el gobierno se niega a discutir, porque desnudaría su discurso de meter a todos en la misma bolsa, es una política de apoyo a los pequeños productores del agro, al pequeño ganadero y al pequeño tambero. Tienen que existir retenciones diferenciadas, incrementándolas para los grandes y eliminándolas para los pequeños. Si existen precios máximos, estos deben ser para los invernadores, feed lots, frigoríficos, grandes empresas lácteas, ceraleras y monopolios del complejo sojero, no para el pequeño tambero o criador de ganado. Por el contrario, para ellos debe haber precio sostén para granos, carne y leche, recreando las desaparecidas Juntas Nacionales de Granos y Carne. Tiene que lanzarse un plan de desarrollo ganadero para el pequeño productor, incentivando la cría para aumentar el número de vientres. Debe haber subsidios para la pequeña producción lechera, como existen en el mundo desarrollado.

Pero todo esto no existe. Y por eso esta protesta es un espejo de algo que venimos denunciando en estas columnas: el supuesto «modelo económico» del gobierno es para unos pocos monopolios, que cada vez concentran más, y así como no favorece a los trabajadores, tampoco lo hace al pequeño productor agropecuario. Su futuro dependerá de su capacidad de tender lazos con las reivindicaciones de la clase trabajadora y de su diferenciación de los planteos reaccionarios de la Sociedad Rural. Sólo así podrá torcerle el brazo a un gobierno que quiere meter a todos en la misma bolsa.

————————

* Economista. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda).
Un despacho de ARGENPRESS, agencia de noticias independiente de la Argentina.
www.argenpress.info.<

Otra óptica.
LA PROTESTA DEL CAMPO

La tele repetía monótona: 12 días de huelga del campo; 13 días; 14 días, 15 días. Crónica TV muestra un cartel con los días que que pasan desde que comenzó esta rebelión que tiene en vilo a un gobierno que se ha esforzado para hacer las cosas bien con ciertos beneficios para los argentinos, pero que sólo encuentra palos en la rueda, muchos más de los que encontró el ex presidente Menem que saqueó al país con su política económica.

Luigi Lovecchio *

Es difícil encontrar a primera vista las razones reales de la protesta. Cuando asumió Néstor Kirchner tuvo que salvar al campo de un desastre económico sin precedentes. La mayoría de los terratenientes pequeños y medianos estaban comprometidos. Habían hipotecados sus campos, las hipotecas estaban vencidas y la única solución era el remate a precio vil. Esos productores agropecuarios venían de soportar un gobierno de fracasos en todos los órdenes cuya política desacertada los dejó en la quiebra. Y la deuda de las hipotecas se había vuelto una pesadilla, porque la política cambiaria de la paridad monetaria (un dólar = un peso) había vuelto deficitaria la actividad del campo.

Kirchner, por medio del banco Nación, fue comprensivo y encontró la manera evitar los remates. Pero el gobierno fue mucho más allá: pudo completar y poner en marcha una política de saneamiento de la aftosa de manera que la producción de carnes argentinas fue finalmente exportable al cien por cien; con un dólar más alto (1 a 3) el campo pudo remitir al exterior sus productos con ganancias extraordinarias. Mientras tanto el Estado absorbió, con compras masivas de dinero en dólares, la tendencia del mercado de subvaluar la moneda norteamericana que, en esa condición, hubiese representado un obstáculo para las exportaciones del agro. Es bueno remarcar que esas compras en billetes estadounidenses representan un esbozo anual de 4.000 millones de dólares.

Cuando el barril de petróleo costaba 28 dólares también se le ofreció a la agricultura un gasoil subsidiado por cuyo precio el campo pagaba una cifra mínima de centavos que, no obstante los continuos aumentos petroleros no ha sido alterada. Todas esas medidas hicieron resurgir como ave fénix, la actividad y la gente del campo pudo restablecer con creces su economía.

Fue entonces que el gobierno se enfrentó a la dura realidad de los productores que, animados por las fuertes ganancias, reclamaban el precio interno de la carne (alimento básico de los argentinos) y otras producciones agrícolas al mismo precio que se pagaba en los mercados externos. Fue necesario poner retenciones por rubros que en el caso de la soja, llegaban al 35 %. Se equilibra así el precio del mercado interno de los alimentos con todo lo exportado y, de este modo, se cumplió con una fuerte necesidad social interna del país.

Simplificando el discurso: la historia es móvil y el precio de los alimentos creció de manera imprevista en todo el mundo. Este hecho aumentó la presión de los exportadores sobre el gobierno para equiparar los precios del exterior con el mercado interno. Argentina soportó los impactos de esta voluntad empresaria pagando con fuertes aumentos en la canasta familiar de los alimentos. Por suerte que eso se pudo disimular, de algún modo, porqué el gobierno generó también un gran crecimiento de los puestos de trabajo y con eso también una mejor distribución de la riqueza.

Para calmar esta voluntad empresaria de equiparar las ventas en el mercado externo con el interno, ya con la presidente Cristina Kirchner en el mando, se optó por aplicar retenciones escalonadas. Cuando más alto el precio de los alimentos en el exterior, más alta las retenciones. Estas oscilaban de entre el preexistente 35 por ciento hasta un 44 por ciento máximo. El 44 por ciento sólo se paga en caso que la soja llegue a los 600 dólares la tonelada. En la actualidad está en 460/70 por tonelada por lo tanto la diferencia de impuesto a pagar es mínima.

Con todo ese cuadro previo no se llega a comprender porqué el agro se rebeló a estas últimas retenciones. Pero la mano del mal está siempre al acecho. Veamos como esta opera.

En esta espiral de paranoia que invade las financias del mundo ante las dificultades que presenta el dólar devaluado, los precios de las alimentos se dispararon. La soja subió su precio hasta lo imposible y sigue en alza. La explicación se encuentra en la debilidad del dólar frente al euro. Los precios de la soja se manejan en dólares, pero se precisan más dólares para cubrir su valor en euros. La soja se reveló como una inversión vedette para los fondos de inversiones y las grandes transnacionales que comercian en granos.

Los fondos de inversión y las grandes transnacionales de los alimentos alquilan campos con actividad deficitaria a los pequeños y medianos productores; pagan por cien hectáreas cifras cercanas a los 100 mil dólares, pero en soja. Esta soja viene comprada por las transnacionales y los fondos que a su vez calculan el impuesto máximo de la retenciones, o sea el 44 por ciento.

En el hipotético caso de un pequeño productor de cien hectáreas, cobraría en soja los 100 mil dólares menos el 44 por ciento de impuesto que el fondo de inversión le saca a futuro no sabiendo como será el precio y el impuesto real en el momento que decida cerrar la operación de exportación. Son estas retenciones que enfurecen al pequeño y mediano productor, ya que lo mismo acontece en los más variados rubros alimentarios. O sea, a las bases de pequeños y medianos productores le quedan pocas ganancias.

En el principio de esta historia en parte se cobraba un impuesto reducido la recompra de la soja, pero con el nuevo aumento, las multinacionales y los fondos que invierten en esta actividad, como Monsanto, el Grupo Grobocopatel, Gargill y otros avisan que por “culpa de la nueva presidenta que aumentó el impuesto” ya no podrían haber tenido consideración alguna y el 44 por ciento se tenía que quitar de la compra de la soja. Las consecuencias de esta decisión de las multinacionales ha sido la chispa que encendió la mecha. Hay pequeños productores que tienen apenas veinte hectáreas, muy poco rendimiento para ver que el 44 por ciento de las ganancias eventuales se le esfuman por un impuesto.

Con muchas astucias las multinacionales de los alimentos aceptaron las reglas del juego que imponía el nuevo gobierno porque este último le había demostrado que aún con impuesto aumentado las ganancias subían a causa de los nuevos precios. Pero pérfidamente manipularon a los pequeños y medianos productores, quienes realmente sienten la perdidas en sus huesos. Con la mecha encendida el polvorín estalló.

Por muchos días que el gobierno se esforzó para que se deponga la actitud de protesta y se instale el diálogo, que la mesa de negociación estaba abierta. Sin embargo se pretendió mantener la protesta, lo que hace pensar en un operativo mucho más vasto y de carácter internacional. El apoyo masivo de toda la prensa al paro del agro hace pensar que detrás de Clarín, por ejemplo, puede perfectamente estar el fondo de inversión Goldman Sachs, socio de la Reserva Federal de EEUU.

Lo cierto es que la lucha por hacerse con los alimentos ha sustituido la antigua especulación por el dólar y los fondos, siempre atentos a nuevas inversiones fructíferas saben como hacer rendir bien el dinero.

Hay un factor importantísimo que contribuye a explicar la larga protesta. El gobierno de la presidente Cristina Fernández pudo percibir que la Argentina ganadera está cambiando en pos de la soja. Invertir en un campo de soja rinde más que invertir en el mismo tamaño en carnes. La soja le está sacando posibilidades a otras inversiones agrícolas. Esto, en un futuro puede significar hambre por la región. Las altas de las retenciones obedecen también a esta política de cuidar todos los aspectos de la agricultura. Pero los fondos de inversión presienten esta actitud del gobierno como un peligro para sus futuros negocios.

Que son son negocios inmensos. Comentaba un ejecutivo del sector, que me pidió no ser identificado, que las compras de soja hecha por su empresa, una de las más chicas del rubro, que con sólo pasar una tonelada de una boca de compra a la de un mayorista se ganaba apenas 50 centavos de dólar. Sin embargo su empresa, con solo pasar un papelito con las cantidades de un lado para el otro había ganado este año algo así como 800.000 dólares. Se puede imaginar el movimiento necesario para recaudar semejante cifra. Los fondos que llevan la parte del león en esta historia no quieren perder el negocio y le hacen la guerra a toda oposición al mismo.

Por último hay razones encubierta que pocos se atreven a declarar, ni el mismo gobierno. Con mucha lentitud se viene desarrollado un silencioso partido de póquer entre la Argentina y Estados Unidos. El comienzo de este largo partido fue abierto con una movida de una valija con 800.000 dólares que un tal Antonini Wilson buscó de entrar al país de manera ilegal. Esta “novela”, aún no se cerró. Cada movimiento legal obedece a un grado de extorsión del país del norte hacía la Argentina. El “humor” del juicio de Antonini W. en Miami se liga inevitablemente a las decisiones que tome elePoder Ejecutivo en materia de política económica y según a quién apoye en las relaciones internacionales. Esta protesta del campo puede inscribirse en el marco de este gran juego de intenciones.

——————————–

* Periodista. Director de la revista diogital Los buenos vecinos

www.losbuenosvecinos.com.ar

Citas del discurso de la presidenta argentina, que puso fin a las protestas

* Recuerdo esa Argentina de 2003, 2002 y 2001; de argentinos con piquetes, cortando calles y rutas porque faltaba trabajo y porque hacía años que habían perdido sus trabajos,o porque se habían apropiado de los depósitos de pequeños ahorristas. Eran los piquetes de la miseria y de la tragedia de los argentinos. Este fin de semana largo nos tocó ver la contracara: los piquetes de la abundancia, los piquetes del sector de mayor rentabilidad de la Argentina.

* Hoy, afortunadamente, miles de argentinos han recuperado la dignidad del trabajo y misteriosamente aparecen nuevamente los piquetes, pero esta vez mucho más violentos y del sector de mayor rentabilidad de los últimos cuatro años y medio o cinco.”

* Me acuerdo de los primeros tiempos, cuando los dirigentes ruralistas –que hoy amenazan no al gobierno sino a la sociedad con el desabastecimiento de comida– venían a pedir que por favor tuviéramos una política de recuperación en materia de crédito bancario para que no sean rematados sus campos.

* Es como que, cuando hay pérdidas, la sociedad debería absorberlas. Una suerte de socialización de las vacas flacas, y cuando las vacas vienen gordas, las vaquitas para ellos y las penas para los demás.

* El campo consume aproximadamente 4.000 millones de litros de gasoil que no tiene un precio internacional, sino un precio argentino, subsidiado por todos los argentinos.

* Y es el sector que exporta prácticamente todo, en euros y en dólares, pero cuyos costos son en pesos argentinos, que sostienen el empleo rural, que es el peor pagado de toda la escala salarial. El peor pagado y del que mayor empleo en negro hay pese a las constantes inspecciones.

* Se habla también de la voracidad fiscal. Si no hubiera retenciones quiero decirles a los argentinos que el pollo, la carne y la leche la verían por la televisión. Este superávit fiscal lo ayudan a sostener todos los argentinos, incluso los que menos tienen son los que más aportan, porque el IVA, que es el principal ingreso del gobierno argentino, lo pagan todos.

* Los datos de exportaciones en estos días de huelga. ¿Para quién es la huelga? Entre el 13 de marzo y el 23 de marzo han salido exportaciones por 402 millones de dólares, de los cuales 122 millones de dólares son de maíz.

* ¿Qué país queremos? ¿Queremos volver al país de poquitos o queremos volver a un país más justo? Las retenciones no son medidas fiscales, son medidas redistributivas del ingreso.

* Así como los llamo a la reflexión, les digo que no me voy a someter a ninguna extorsión, a ninguna.

* Finalmente quiero dirigirme a todos los argentinos y pedirles un esfuerzo muy grande de tolerancia, porque siempre las pujas distributivas y enfrentamiento con sectores generan violencia, que he visto mucho más en los sectores de alto poder adquisitivo que en aquellos que no tenían trabajo.

Addenda de última hora

A menos de 24 horas de haber levantado las medidas de fuerza para iniciar negociaciones con el gobierno, las organizaciones agrarias argentinas volvieron a bloquear las rutas, lo que recrudeció un conflicto que amenaza con desabastecer al país de bienes de consumo básico.

Las entidades que representan a los pequeños, medianos y grandes productores decidieron continuar con el paro agropecuario hasta el miércoles próximo, luego de que el gobierno ratificó su negativa a suspender el aumento de impuestos a las exportaciones de soja.

El paro incluirá el bloqueo al transporte de granos y carnes, pero dejarán circular los lácteos, para «asegurar la entrega de leche a los niños».

Los productores reclaman que se suspenda al menos por 90 días el aumento de 35% a 44% de los impuestos a las exportaciones de soja y la aplicación de un sistema de tasas móviles a las ventas externas que aumentarán o bajarán según la variación de los precios internacionales de la soja, el girasol, el trigo y el maíz.

Los productos primarios y agroindustriales representan el 61% de las ventas externas del país, que fueron de US$ 55.000 millones en 2007.

El gobierno ofreció liberar las exportaciones de excedentes de trigo y garantizar la rentabilidad a los pequeños productores, entre otras medidas, pero se negó a abordar la cuestión fiscal.

La liberación por algunas horas de las rutas permitió que varios centenares de camiones con frutas y hortalizas llegaran este sábado al Mercado Central de abastecimiento de Buenos Aires, que en los últimos días trabajó al 10% de su capacidad.

La tregua significó un poco de alivio para el desbastecimiento que comienza a reflejarse en las carnicerías y supermercados, pero ahora los productores volvieron a bloquear el paso, en varios caminos, como en la estratégica ruta 14, del Mercosur, por donde circulan las mercaderías entre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.

Los huelguistas amenazaron incluso con bloquear el paso a los camiones de origen extranjero, que trasladan materias primas para la industria argentina.

En respuesta, organizaciones sociales, políticas y sindicales oficialistas convocaron a manifestaciones para respaldar a la mandataria.

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.