ARGENTINA: LAVAGNA NO NECESITARÁ RESUCITAR

Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

fotoAhora entiendo. Tuve que leer mucha prensa y observar atentamente varios programas y «noticias» en la TV para comprender mejor el mecanismo que mueve a la derecha política para desterrar los éxitos de un presidente, Kirchner, también de derecha –están desinformados, o no saben ver quienes lo sitúan en la izquierda o la centro izquierda–.

La derecha extrema está muy organizada, no deja nada al azar y, llegado el caso, mata. Se llama derecha política –a veces se utiliza la expresión «poderes fácticos»– a aquellos núcleos de empresarios acostumbrados a mandar a los presidentes de cualquier república a que obedezcan sus órdenes para engordar con negociados seguros y sin riesgos las entradas en las arcas propias, prescindiendo de las necesidades o exigencias fiscales.

Digo los presidentes de cualquier república, porque hablo de empresas trasnacionales, sin fronteras, oportunistas de las ganancias inmediatas y fáciles, protegidas por un aura de seguridad jurídica hecha –la mayoría de las veces– a la medids de sus necesidades, y por una imagen de honor y ética empresaria inexistente en la practica.

Estos empresarios, muchos de ellos banqueros internacionales, traman desde la sombra sus finas telarañas. Saben que si se los vincula en una lucha frontal con un gobierno «disidente» se desgastan y podrían perder sus batallas (léase el objetivo de lucro fácil); arman entonces a militares complacientes, instruyen las bocas de hombres elegidos para esgrimir los argumentos más oportunos, deciden los gestos de aquellos comprados para tal finalidad, cuentan con la complicidad de la prensa internacional asociada –cuando no representante de los mismos intereses–.

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Son los casos, para poner algunos minúsculos ejemplos locales, de Mauricio Macri, Ricardo López Murphy (los más conocidos y que están «de moda») junto a una infinidad de economistas desocupados cuya única ocupación es la defensa de esos intereses que entremezclan lo foráneo con el saqueo nacional. La última adquisición de estos grupos económicos, es el ex ministro de economía Roberto Lavagna.

Establecer políticas

El juego es sencillo: Si un ministro cuenta con apoyo popular se lo llama –en secreto, eso sí– para que se ponga a disposición del modelo de política que los empresarios estiman necesaria para el éxito de sus emprendimientos. La apuesta es alta y el futuro «operador» tendrá beneficios absolutos. Fuerte ayuda económica con cifras tan altas que no se pueden rechazar, participación en comisiones y, sobre todo, el dinero mal habido de los negociados futuros que se concretarán.

La otra finalidad es herir de muerte a un gobierno, que debe calificarse objetivamente en la derecha –aunque «civilizada»– del espectro político, pero que aún así muestra un sesgo que estos empresarios odian: el nacionalismo.

El nacionalismo no autoriza a las trasnacionales / multinacionales y a los banqueros, que viven como «cuervos» de sus negocios, a repartirse en forma plena mercados desarrollados por empresarios con una fuerte vocación de producción industrial nacional. Eso se debe principalmente al tipo de política económica implementada. Estas multinacionales pierden mercados cuando estas políticas están orientadas a desarrollar el mercado interno.

De hecho Kirchner es tan de derecha como ellos, por lo que respecta a la economía. Pero su gobierno propone un tipo de desarrollo económico basado en recursos propios y nacionales, con un fuerte estímulo para el desarrollo de la industria local. Propone un país que habla con idioma propio y se proyecta en los otros desde su propia plataforma. Es ahí donde el diente de las multinacionales duele.

Hurgando en la globalización

Las multinacionales –la «globalización» en el lenguaje contemporáneo– precisan mercados dóciles, obedientes a sus normas, con las industrias locales arrasadas, incapaces de generar producciones propias, hechas polvo, con muchos desocupados para disponer de mano de obra barata. En suma son diferentes intereses: un grupo que mundializa los mercados para que sean obedientes a sus reglas y otro que quiere, desde la plataforma del mercado nacional, desarrollar y fortificar un mercado interno que dé un sólido sustento a la economía local con desarrollo tecnológico propio y expansión hacia mercados externos.

Es la lucha de quien quiere desarrollarse y crecer frente a quienes no los dejan.

Hay más. Estas trasnacionales / multinacionales en connivencia con los bancos de su propio país (como es el caso, si miramos la Argentina, de EEUU y España) giran sus ganancias al país de origen, que de este modo se fortalece en lo económico al exportar su propia inflación y deja los problemas sociales y demás inconvenientes (desocupados, sub empleo, mano de obra barata, etc.)  en el país que los hospeda.

Es un juego sucio y perverso que sólo se puede llevar adelante con la aprobación de un gobernante local cómplice de estas fechorías, como fue el caso de Menem en este país.

Al igual que La Biblia –que promete el paraíso a quienes se portan bien e incita hombres pobres a ser comprensivos con quienes son dueños del «capital» «porque de ellos nunca será el reino de los cielos»– estas trasnacionales prometen un paraíso de dinero increíble. Con el dinero la promesas de vivir de por vida libre de trastorno y morder cuanta veces se desee la manzana de las tentaciones con toda impunidad.

El affaire Lavagna

Es lo que ha sucedido con Roberto Lavagna, ex ministro de economía. Invirtió en sí mismo lo necesario para fomentar su fama a expensas del gobierno de Kirchner. Vale aclarar que la idea de manejar la economía de la manera que lo hizo Lavagna no fue del propio Lavagna. Fue el presidente quien le marcó el rumbo económico a seguir: muchas veces el ex ministro de economía hubiese tomado medidas diferentes con el FMI.

Después, cuando ya estaba madura su salida de las filas del gobierno, da el portazo –operando en desacuerdo con la línea gubernamental– con una denuncia de corrupción en Obras Públicas, bien típico del asesoramiento de esa derecha apátrida cuyo tablero de juego carece de fronteras nacionales.

Pero estos actos de convencimiento no suceden solo con políticos. También se compran programas –si no la programación completa– de la televisión: Tinelli y otros son el ejemplo en este caso; y canales enteros, como canal 9 de la Argentina.

Además también se compra «al por mayor» todo tipo de «libertad de prensa», como los periodistas más influyentes de diarios cubiertos por una pátina de prestigio o influentes en determinados círculos, como La Nación, Ámbito Financiero, Clarín –todos ellos de Argentina; en el caso de los vecinos chilenos se podría nombrar la «formación de opinión» a través de las cadenas periodísticas de El Mercurio y La Tercera, etc. etc. Un listadao extenso abarcaría todos los países del mundo. Donde quiera que se encuentre un nicho de comunicación inexplorado allí la derecha multinacional posará sus ojos. Si no, miren Venezuela. Lo importante es dominar la opinión pública.

fotoNunca es mucho lo que se invierte en estas maniobras, porque siempre se cuenta, cuando se llega al poder, con hombres dóciles que aseguran el sagrado retorno de los buenos negocios en un Estado pronto a dejarse saquear. Pero para eso precisan figuras públicas de buena imagen y de conducta aparentemente intachable, como es la fama y la imagen de las multinacionales que desde la sombra tejen su telaraña. Ahí, ¡gulp! con el glotón bocado Lavagna.

Buena imagen con la gente… Señor Lavagna, pase al nuestro lado, pise nuestra vereda. ¿No conoce nuestro paraíso? Venga, charlemos…

Se podría aprovechar la oportunidad para hacer una pregunta al señor Lavagna: ¿No sabe que todos los sistemas de gobierno del mundo entero son, sin  excepciones, corruptos? ¿Que la entera humanidad es esclava de esta corrupción? ¿Acaso no ejerció usted también en esta condición? No me diga que es usted un niño inocente que no sabe como se gesta esta corrupción en las altas esferas políticas y que sólo ahora la descubre.

Sospecho, como simple observador, que ya debe haber sacado su buena y sagrada tajada junto a otros colegas, y que la esconde al igual que todos, con cuidado respecto de miradas indiscretas y curiosas. ¡Que me viene a hablar de patria, de principios, de deberes públicos, cuando el corazón late por un puñado de dólares! Vamos, digamos la verdad una sola vez. Ya somos grandes para eso. ¿Para que se jura con la Biblia? ¿Para ser cómplice de la iglesia o la iglesia cómplice de quien jura?

Los argentinos hemos dejado de chuparnos el dedo de la inocencia.

¡Amen!

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* Periodista argentino. Director del portal Los buenos vecinos (www.losbuenosvecinos.com.ar).

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