Argentina: Los “acuerdos” políticos y las opciones ante la exorbitante deuda externa
Como si recién asumiera, el macrismo puso sobre la mesa y pide el acuerdo de una propuesta de 10 puntos. Más allá de su contenido -un decálogo neoliberal- ella forma parte de un plan electoral consistente en dividir la oposición y aislar al cristinismo. Pero a todos preocupa la exorbitante e impagable deuda externa, ante la cual las opciones son negociación, default o no pago e investigación (auditoría).
El macrismo, cercado por las huelgas de los trabajadores, las movilizaciones populares y ante la perspectiva de una derrota electoral, prueba a transitar por cuanto atajo se le cruce. Estas semanas agarró para el lado de los “acuerdos”, quizá demasiado tarde.
Lo hace en momentos que la presión social aumenta y estamos en las vísperas del inicio del cronograma electoral. Pero como esta cuestión está en el centro de las principales críticas que le llueven al gobierno, desde distintos sectores sociales y políticos, nadie puede mirar para el costado y todos se ven en la obligación de dar algún tipo de contestación.
Ya la Iglesia católica, dirigentes y fuerzas políticas, además de distintos gobernadores dieron diferentes respuestas a esa convocatoria, y algunos de ellos lo hicieron desfilando por la Casa Rosada. En medio de la soledad y crisis que atraviesa el macrismo, eso es un alivio y el gobierno lo festeja mientras que la oposición titubea y se mete en un debate inconducente.
Más allá de estas cuestiones, que parecen formales pero que constituyen el núcleo central de la política electoralera que sostiene esta propuesta, el contenido del decálogo está en línea con la orientación neoliberal del gobierno y las mentiras tradicionales. Su contenido porque es bastante claro:
- Lograr y mantener el equilibrio fiscal.
- Sostener un Banco Central independiente, que combata la inflación hasta llevarla a valores similares al de países vecinos.
- Mayor integración al mundo, promoviendo el crecimiento sostenido de nuestras exportaciones.
- Respeto a la ley, los contratos y los derechos adquiridos con el fin de consolidar la seguridad jurídica, elemento clave para promover la inversión.
- Creación de empleo a través de una legislación laboral moderna.
- Reducción de la carga impositiva, a nivel nacional, provincial y municipal y enfocada en los impuestos más distorsivos.
- Consolidación de un sistema previsional sostenible y equitativo.
- Consolidación de un sistema federal, basado en reglas claras, que permita el desarrollo de las provincias y que impida que el Gobierno nacional ejerza una discrecionalidad destinada al disciplinamiento político.
- Asegurar un sistema de estadísticas transparente, confiable y elaborado en forma profesional e independiente.
- Cumplimiento de las obligaciones con nuestros acreedores.
En este texto no hay una palabra sobre los más acuciantes problemas de la inmensa mayoría de los argentinos. Producción, trabajo, ingresos, una estanflación que está destruyendo al país, su economía y las familias. Acerca de todo ello nada se dice. En fin, acordar sobre esas bases, si ese fuera su objetivo real, sería legitimar, aprobar el suicidio colectivo.
Por las señaladas razones de tipo electoral y por la inconsistencia de estas propuestas el acuerdo planteado por el gobierno, salvadas las respuestas de compromiso que irán apareciendo, tiene un destino claro y rotundo: el basurero de la historia.
Resurge el “cordobesismo” y ensaya plan nacional
Córdoba –el segundo distrito electoral por cantidad de votantes- reeligió a Juan Schiaretti como gobernador y será la tercera vez que dirigirá esa provincia. El radicalismo, dividido, arrastró a una nueva frustración de la alianza macrista Cambiemos, que ocultó su hecatombe no participando como tal.
Macri recogió -en 2015- más del 70% de los votos cordobeses. Este triunfo del peronista ortodoxo da pie a una nueva y definitiva etapa del juego de candidaturas con vistas al cierre de listas del 22 de junio.
Las cosas cambiaban, crecieron dudas, egos, desconfianzas y también la imagen de Cristina, que se fortalece aún más con su acto en la Feria del Libro presentando su “Sinceramente”. En el medio, apareció Roberto Lavagna pero ese acuerdo -ahora llamado Alternativa Federal- del peronismo ortodoxo no levanta vuelo.
Cristina profundizó su estrategia nacional y -dejando en el aire a sus candidatos locales- decidió apoyar a Schiaretti, preocupado en aclarar que eso no fue un pedido de su fuerza.
Ahora el «cordobesismo» volverá al ruedo y dispuesto a jugar fuerte. Parece difícil que busque la candidatura para Schiaretti aunque es posible que trate de crear las condiciones para poder optar entre construir una tercera fuerza que deje afuera a Mauricio Macri y llegue a disputar con Cristina la segunda vuelta o acordar la unidad con Cristina y desde allí aspirar a la vicepresidencia y un peso significativo en el próximo gobierno nacional.
Tampoco faltan algunos demasiado audaces que plantean la posibilidad de un gran frente anticristinista –algo semejante a la Unión Democrática que enfrentó a Perón en 1946- que incluya al macrismo, sin Macri, quizá con Lavagna como líder.
La deuda eterna y la que nos espera
La deuda vuelve a estar en el centro del debate, de un modo semejante a lo que ocurriera en los años posteriores a la dictadura (1976/1983). En esos momentos creció la voluntad de investigar acerca de la legitimidad de tales reclamos. Inclusive, el PJ y la central sindical CGT incorporaron esa idea a sus Programas y un Juez Federal declaró el carácter fraudulento de la misma.
Años después el menemismo negoció el tema mediante la venta de las “joyas de la abuela”, tarea ejecutada por medio de la privatización de un grupo importante de empresas del Estado. Con la crisis del 2001 vino el default y las posteriores negociaciones que crearon las condiciones para un período de alto crecimiento económico.
El kirchnerismo redujo notoriamente el caudal de la deuda externa, y para hacerlo tomó los recursos de cuentas y entidades nacionales. El macrismo creyó ver en un nuevo endeudamiento externo la panacea para sus fracasados programas de un crecimiento dependiente en medio de un gradual ajuste interno. Cuando la plata dejó de fluir, en los inicios del 2018, toda esa idea voló por los aires y se sentaron las bases de lo que hoy está ocurriendo. Una economía en manos del FMI y prácticamente paralizada.
La imposibilidad de pagar esas deudas constituyen un aspecto nuclear para considerar el futuro. El gobierno que asuma el 10 de diciembre, si antes no estalla esta burbuja que flota sostenida por el FMI, a costa del bienestar popular y la soberanía de la nación, tendrá por delante las siguientes opciones.
Desde los sectores más conservadores y moderados, que van desde el propio macrismo hasta economistas que merodean al Instituto Patria –sede del cristinismo- se plantean diversas formas de negociación. Experiencia ya realizada por Jorge Remes Lenicov y Roberto Lavagna, cuando fueron Ministros de Economía de Eduardo Duhalde y también de Néstor Kirchner.
Es imaginable que en el marco de tantear una solución de este tipo anda por Washington Axel Kicillof y –en Buenos Aires- se reunió Máximo Kirchner (hijo de Néstor y Cristina, hoy diputado) con Felipe González, el ex presidente español y máximo lobista del gran capital europeo.
Un paso más allá lo dio, en medio de la crisis 2001/2002, el presidente Adolfo Rodríguez Saa, quien declaró el default –dejando de pagar las deudas con los bancos privados- y planteó la necesidad de una investigación sobre la legitimidad y legalidad de dicha deuda, cabe recordar que esto último no se cumplió.
La última y nunca realmente aplicada alternativa es plantear el default y hacer la investigación acerca de cuál es la deuda exigible y cuál no lo es. En este sentido correspondería aplicar el principio que hiciera efectivo el General José de San Martín en Lima, cuando declarara como “deuda odiosa” aquella contraída por los gobernantes que lo precedieron en contra de los intereses del pueblo.
Una tarea de este tipo podría demostrar de qué modo los endeudamientos afectaron al conjunto de intereses nacionales. Así por ejemplo, esta semana se ha cumplido un año del último endeudamiento con el FMI y sus resultados no pueden ser peores.
La economía en su conjunto cayó un 7,5% y la actividad industrial perdió el 13,4%; el consumo disminuyó un 9,5%; la desocupación, según las cifras oficiales, pasó del 6,7% al 9,1%; las ventas de las Pyme cayeron un 13,4%; la inflación –en ese mismo período- fue del 51,6%, mientras que los salarios apenas subieron un 34,6%. Y por último, el dólar –que tanto influye- pasó de valer 22 a 45 pesos. El sector que tuvo mayores beneficios fue el financiero cuyas ganancias crecieron en un 120% respecto al año anterior. No obstante ello sus acciones cayeron estrepitosamente por el crecimiento del “riesgo país” y las posibilidades de un default.
Para terminar vale la pena citar que las empresas de seguro de default que operan en Wall Street evalúan que existe más del 60% de riesgo que tal situación se dé, dentro de los próximos cinco años. Un año atrás ese riesgo era del 23%. Según la poderosa agencia Bloomberg “la permanencia de Macri en el poder parece más tenue cada día”.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)