Argentina. – PRESO Y EN HUELGA DE HAMBRE POR ALGUNAS HOJAS

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Irineo Mora Sandi –el ciudadano boliviano bajo prisión preventiva desde hace casi un año por tenencia de hojas de coca– elevó la apuesta que juega con su propio cuerpo: entró en huelga de hambre «seca», sin ingerir líquidos, en demanda de su libertad. Desde hacía 16 días ya venía sin ingerir alimentos. A la debilidad que resulta del ayuno se sumaron, en los últimos días, síntomas como dolores agudos en la espalda e imposibilidad de orinar. Ello no obstó para que el juez Carlos Ferreiro Pella, que lo mantiene detenido, ordenara su traslado desde el penal de Marcos Paz hasta la sede del juzgado en Lomas de Zamora.

Allí, sin embargo, no fue interrogado por el magistrado sino por una empleada que le tomó declaración «para que nos explique los motivos por los cuales se halla en huelga de hambre». La tenencia de hojas de coca, para consumo personal o para la venta, no está prohibida en la Argentina, pero el juez consideró el vegetal como «precursor de la cocaína» y, además, negó la excarcelación durante el proceso. Por su parte, la señora de Mora Sandi relató que policías bonaerenses, cuando allanaron su casa, la obligaron a desvestirse, además de destruir bienes de su propiedad.

«Según las actuaciones, usted ha iniciado una huelga de hambre. El traslado de hoy es para que explique los motivos por los cuales tomó esa medida», dijo ayer una empleada del Juzgado Federal de Lomas de Zamora, a cargo de Carlos Ferreiro Pella, al dar comienzo al interrogatorio de Irineo Mora Sandi, de 26 años, en huelga de hambre desde el 5 de este mes. No estaban presentes el juez ni el secretario del juzgado.

«Quiero que se resuelva mi caso lo antes posible, que me escuchen de una vez; y de hoy en adelante, si el juez no me da importancia, empiezo a hacer huelga de hambre seca», contestó Mora Sandi.

«El juez quiere saber los motivos por los que inició esa medida de fuerza», repitió la empleada. «Eso. Lo que dije», contestó el detenido. Y pidió ver el expediente de su causa.

«La causa está en el ministerio público», contestó la empleada. Luego el abogado que acompañaba al imputado, Gabriel Juricich –vicepresidente de la Federación Argentina de Colectividades–, preguntó por el pedido de sobreseimiento que había efectuado. La empleada le contestó que «·no se hizo lugar» y explicó que la notificación no había llegado porque «no sé si hubo un error en el domicilio».

«Quiero aclarar algo –intervino Mora Sandi–: a mí me sacaron de casa, me allanaron, me rompieron todo. Ni siquiera mostraron una orden de allanamiento. Me tiraron…» Según Juricich, la orden de allanamiento correspondía en realidad a la casa contigua a la de Mora Sandi. El diálogo entre el detenido y la empleada se desarrolló de la siguiente manera:

–¿Qué es lo que quiere que conste? –Requirió la empleada.

–Que todos los días estoy rezando para el juez y para el fiscal que yo soy inocente.

–Si quiere que ponga todo, espere, porque no alcanzo a escribir –solicitó la empleada.

–¿Esto cuándo va a terminar? –preguntó el hombre que llevaba 16 días sin comer.

–…Reza para el juez y para el fiscal que usted es inocente –leyó la empleada–. Me dijo algo más que no alcancé a escribir…

–Quiero que me dejen encerrado en la celda, sin tomar líquido, hasta que se resuelva mi situación.

–Eso ya está expuesto arriba: si quiere se lo leo.

–Ponga que no me dejan revisar la causa.

–No es que no lo dejamos: no la tenemos –contestó la empleada, y preguntó–: ¿no quiere que lo saquen de la celda?

–Hasta que me entreviste personalmente con el juez –contestó el preso.

Su abogado le preguntó si quería decir algo más. Irineo contestó, con la voz a punto de quebrarse: «Quiero mi libertad. Quiero justicia». Y se quejó: «Me duele la cabeza». Su abogado le explicó que era por falta de alimentación. «Y me duele toda la espalda. Me quema desde acá hasta aquí. Todo esto me quema, no puedo dormir. Y no puedo orinar. Y me da mareo».

–..Toda la espalda –leyó la empleada lo que acababa de escribir.

–Por favor, ¿me puede dar la fotocopia de lo que escribió? –le pidió Mora Sandi.

–Ahora no –contestó la empleada–. Después la pide, en todo caso.

El detenido insistió: «Quiero la fotocopia. Eso, nada más». La empleada volvió a negarse y leyó todo el testimonio desde el principio:

«Preguntado el compareciente por Su Señoría a fin de que manifieste los motivos por los cuales ha iniciado la huelga de hambre…»

–¿Y la fotocopia? –volvía a pedir el detenido y volvía a negársela la empleada.

–Entonces, no firmo –dijo Irineo– porque así me traicionaron.

Y contó: «Cuando no quise firmar en el allanamiento, me dijeron que se iban a llevar a mi hija. Y firmé. ¿Cuál era el motivo para que se lleven a mi hija?»

La empleada consultó por el pedido de fotocopia con el juez, quien ratificó la negativa.

Irineo volvió a solicitar: «Si me puede entrevistar el juez…»

–Yo soy una mera empleada. No manejo los tiempos del juez.

Irineo Mora Sandi está privado de su libertad desde el 30 de marzo del año pasado, cuando su casa –que también funcionaba como depósito de las especias y otros productos que vendían en ferias de la comunidad boliviana– fue allanada por efectivos que pertenecerían a la DDI de Lomas de Zamora. Según datos de la causa, se secuestraron 5,4 kilos de hojas de coca, cantidad que, en caso de ser procesada, sólo permitiría obtener 13,48 gramos de clorhidrato de cocaína. No se encontró ninguna sustancia química destinada a tal procesamiento, pero el juez Ferreiro Pella consideró a las hojas de coca, como tales, «materia prima» para esa elaboración.

Según la ley 23.737, «la tenencia de hojas de coca en su estado natural, destinado a la práctica del coqueo o a su empleo como infusión, no será considerada como tenencia de estupefacientes». La Federación Argentina de Colectividades señaló que la incriminación de Mora Sandi «no toma en cuenta la costumbre boliviana de consumo de estas hojas» y que «la ignorancia se transforma en foco de discriminación?

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El coqueo está autorizado

En la Argentina, el coqueo se practica especialmente en dos áreas: las provincias de Jujuy, Salta y Tucumán y la mayoría de las ciudades importantes, donde los inmigrantes andinos constituyen un porcentaje significativo de la población. Lo señala una investigación efectuada en la cátedra Derecho de los Pueblos Indígenas, de la Facultad de Derecho de la UBA, a cargo de la profesora Teodora Zamudio.

El trabajo, efectuado por Valeria Fernández y Carlos Sandro Vásquez, recuerda que, en 1989, «la tenencia de hojas de coca fue legalizada» en todo el país. «Esta norma no hizo más que dar cuenta de la realidad», ya que durante la prohibición, que había regido desde 1979, «la coca seguía entrando a la Argentina en forma ilegal, incluso como forma de protesta contra las autoridades nacionales a quienes se consideraba como gringos de la Capital que legislaban sobre lo que no conocían.

Habla la cónyuge del apresado

«Tengo fotos: nos rompieron todo lo que teníamos en casa. A mí me tiraron de la escalera, me bajaron el pantalón. A mi marido le pegaron», contó Vilma Marleni Puma Ari, esposa de Irineo Mora Sandi, refiriéndose al allanamiento que la policía bonaerense efectuó el 30 de marzo del año pasado, luego del cual su marido quedó preso por tenencia de hojas de coca.

Según un allegado a la familia, la detención de Irineo sería «una maniobra para proteger a un vecino, que sí vende cocaína y tiene vinculaciones».

Todo empezó «el último jueves de marzo del año pasado –recordó Vilma, que tiene 23 años–. Eran las diez y media de la noche. Habíamos estado trabajando todo el día, llegamos a las nueve y media. Mi marido estaba muy cansado, se bañó y se acostó. Yo también me tiré en la cama y nos quedamos dormidos.

«Nos despertó el ruido en la puerta, escuché cuando rompieron la reja. «Irineo, son chorros (ladrones)», le dije a mi marido. El salió descalzo, bajó por la escalera. Sentí que lo agarraban. Bajé yo también. Me tiraron al suelo y me bajaron el pantalón. ‘¡No la toquen, está embarazada!’, pidió mi marido, y lo empezaron a golpear».

Sin embargo, «cuando vi que eran policías, me puse contenta. Yo pensaba que eran chorros y nos iban a matar. En la puerta había esos coches grandes como colectivos, y policías con esas pistolas que te apuntan y aparece una lucecita en tu cabeza. Me dijeron: ‘Dame lo que tienen, ¿dónde está?’. ‘No sé qué buscan, no tengo nada’. ‘Vos sabés muy bien qué buscamos’. Mi marido estaba en el piso, tirado».

«Después empezaron a romper todo lo que había en la casa –continuó la mujer de Irineo–. Tengo las fotos: rompieron toda la mercadería que tenía; todo rompieron». La pareja almacena alimentos que vende en dos ferias de Lomas de Zamora. «Entre policías y testigos que trajeron, rompieron las bolsas, se comían las papas fritas, los chizitos. Mi marido les decía que no tenía nada, lo estaban golpeando. ‘Lo único que tengo es esto’, les dijo, y les alcanzó las hojas de coca que teníamos. El se las mostró.

«Subieron a nuestra pieza. Eran dos policías y dos testigos que habían llevado. No nos dejaron subir, ahí fue que me pusieron la granada. Pusieron una granada entre la ropa de mi hijito. Eran las tres de la mañana y seguían rompiendo mi cuarto. Se reían», agregó Vilma.

Según un allegado a la familia, el allanamiento a los Mora Sandi y la detención de Irineo constituyeron «una maniobra para proteger a un vecino, que sí vendía cocaína, estuvo a su vez detenido 15 días y lo largaron», y que tendría «vinculaciones».

«Nosotros trabajamos en las ferias de Olimpo y de La Salada. La casa la usamos como depósito y vivimos en la parte de atrás –explicó Vilma–. Vendemos condimentos, orégano, papas fritas, chizitos. Todo eso vendo». En el allanamiento, «mezclaron los chizitos con los pimientos. Todo se fue a la basura. Yo después saqué fotos; tengo las fotos».

Vilma fue varias veces al consulado boliviano en busca de ayuda: «Fui con mis dos niñas, llorando. Les conté todo, pero dijeron que no se puede hacer nada, que tengo que ser paciente».

La hija mayor de los Mora Sandi «va a cumplir tres añitos» y «la llevé a Bolivia, con mi familia, porque yo no la podía mantener». Hace casi cuatro meses, con el padre preso en Marcos Paz, nació la segunda hija. A Marcos Paz «no puedo ir todas las semanas porque no tengo plata. Quiero que me ayuden a sacarlo, no sé hasta cuándo va a estar ahí. Gracias a Dios, no le pegan».

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* Periodista. Información publicada por el diario Página 12 de Buenos Aires el 23 de febrero de 2007.

Addenda
Lomas de Zamora no es –como podría creer algún lector– un pueblo rural alejado de los grandes núcleos urbanos. Se trata de una importante ciudad, sede de comercio e industrias, a poco más de 20 minutos de Buenos Aires.

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