Argentina: Scioli vuelve al gobierno por su desquite, la derecha busca su derrotero
El tiempismo, las “buenas ondas” y la cara de “yo no fui” de Daniel Scioli forman parte de su personalidad, que difícilmente quiera y pueda modificar. Al final de cuentas esas características y algunos hechos fortuitos han transformado su carrera deportiva -ocho veces campeón mundial de monáutica- en la puerta para entrar en significativos sitios políticos.
Muy posiblemente Scioli no puede marcar grandes diferencias con la mayor parte de los políticos cuestionados por la opinión pública. Sin embargo el hecho de provenir del ámbito deportivo y el accidente padecido le han proporcionado cierta inmunidad y le han permitido, una y otra vez, tener superlativas aspiraciones políticas.
Diputado y Secretario de Turismo y Deporte, durante el menemismo, fue vicepresidente de Néstor Kirchner (2003/2007) y gobernador de la Provincia de Buenos Aires (2007/2015). A pesar de no contar con las simpatías de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner y de la agrupación La Cámpora, estuvo muy cerca de romper el maleficio por el cual ningún gobernador de la Provincia de Buenos Aires pudo llegar -por el voto- a la Casa Rosada.
Derrotado por Mauricio Macri, en las elecciones presidenciales de 2015, en el 2020 volvió a la función pública, como embajador en Brasil, estableciendo buenos vínculos con Jair Bolsonaro.
Su reciente designación para el cargo de Ministro de Desarrollo Productivo, forma parte del intento de Alberto Fernández de restablecer el vínculo con Cristina. Para ello separó de dicho cargo a Matías Kulfas que había formulado apreciaciones que cuestionaban a Cristina y sus funcionarios.
De este modo el Presidente abandona a uno de sus peones más fieles pero “salva” al Ministro de Economía Martín Guzmán, sostén de su política con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Ahora Scioli tiene 18 meses por delante para atender a dos desafíos que pueden llevarlo a que cumpla sus sueños presidenciales. Uno, es el de -por lo menos- mantener el nivel de actividad económica que le permita sostener el diálogo con los empresarios, contribuyendo a que la situación no se desmadre. El otro es apelar a sus mejores dotes para emerger como candidato de unidad en las próximas elecciones y alcanzar -ocho años después- el objetivo que se le negó en el 2015. Ninguna de estas tareas es de fácil cumplimiento.
Scioli tiene una gran ventaja respecto la mayoría de sus competidores, no tiene porqué fingir un peronismo que no siente, ni vive, pero que su pragmatismo tampoco cultiva. Es un conservador popular y no lo oculta, ni niega. Es la más fiel expresión del peronismo como partido del poder, en función del cual sobrevive y se organiza.
Ese realismo de Scioli es una buena síntesis de esas últimas cuatro décadas argentinas. Hubo diferentes gobiernos elegidos por el voto, cada uno de ellos siempre fue haciendo “lo posible”, sin pararse a pensar que ese “posible” es el pequeño margen que nos deja el sistema de poder dominante.
Entretenidos en ese juego no se nos ocurre pensar que hay otra Argentina posible, que no es esta reiteración de fracasos que está dejando a la mayoría de los argentinos en la pobreza y sin futuro.
La coalición derechista y el feo rostro de la disgregación
La coalición derechista Juntos por el Cambio (JxC) atraviesa una ambigua sensación. Para algunos, se puede pensar en el jefe de gobierno capitalino Horacio Rodríguez Larreta o –en menor medida- en el expresidente Mauricio Macri, para quienes este tiempo no es más que la transición hasta el próximo triunfo electoral.
Para otros es el momento de la disgregación del espacio JxC, en beneficio de lo que se pueda armar con un sector del peronismo: por ahí transitan los hermanos Manes, Gerardo Morales, Emilio Monzó, Rogelio Frigerio, o en beneficio del ahora vapuleado ultraderechista Javier Milei, donde confían alegrarse Patricia Bullrich y Ricardo López Murphy.
En los últimos días habló el exministro peronista Florencio Randazzo, uno de los que espera sacar ventajas de esta perspectiva. Reconoció sus conversaciones con Morales y los Manes, en torno a una alianza entre franjas peronistas y su contraparte de origen radical. Esa misma idea la viene fogoneando el gobernador cordobés Juan Schiaretti junto a su ladero y ex colega salteño, Juan Manuel Urtubey.
A 18 meses de las elecciones nacionales nadie puede asegurar las características de las alianzas para las mismas. De todos modos es probable que éstas pongan fin a las aristas más duras de la actual “grieta”, que tiene como principales protagonistas a Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri.
Más allá de estas dudas lo que sí se puede asegurar es que mientras la soberanía no vuelva a su origen y razón de ser: el pueblo, no se podrán esperar transformaciones profundos en la realidad cotidiana y el símbolo de la democracia será poner una papeleta en una urna cada dos años.
Trabajadores ocupados y desocupados en complejo diálogo
El pasado miércoles hubo una inédita reunión. Ella se dio –por separado- entre los principales aparatos sindicales del país: CGT y CTA Autónoma con una representación de la Unidad Piquetera (UP), el principal agrupamiento de organizaciones sociales que están en oposición al gobierno del Frente de Todos (FdT).
Omar Plaini del Sindicato de Vendedores de Diarios, fue local y encabezó la delegación cegetista y festejó eufórico el “hecho histórico” de esta reunión, la primera celebrada en los últimos 92 años, según él. No fue menor la expresión de conformidad de los delegados de las organizaciones sociales. Algo semejante se reprodujo respecto de la reunión con la dirección de la CTA Autónoma.
En general las críticas globales y la gravedad de la situación social fueron compartidas. La delegación de las organizaciones sociales insistió en su idea de un Paro General y la previa elaboración del pliego de reclamos. La CGT –cercana al gobierno- redujo esas expectativas a la importancia de esa reunión y que las cuestiones planteadas serían analizadas.
No fue muy diferente el planteo y las conclusiones con la CTA Autónoma. Hasta ahora la relación entre la CGT estaba enturbiada por antiguas desconfianzas. En función de las mismas, el sindicalismo tradicional miraba de costado a las organizaciones sociales porque consideraban que los empleos precarizados de los desocupados contribuían a reducir sus ingresos o tener que negociarlos, en la mayoría de los casos a la baja.
A su vez, los desocupados veían como privilegiados a quienes tenían, como parte de sus derechos tradicionales, trabajos y salarios en blanco. La profundización de la crisis convenció a todos -o a la mayoría- que la pérdida de ingresos afectaba a unos y otros, que siguen perdiendo posiciones, en estos modelos económicos que tienden a una mayor concentración del capital.
Esta primera reunión limó asperezas y seguramente el futuro permitirá mostrar hasta dónde llegan las posibilidades de convergencia de intereses y –consecuentemente- de metodologías de organización y lucha.
Preocupan la falta del gasoil y su precio
Hace poco más de 100 días que empezó la confrontación entre Ucrania y Rusia. Desde su inicio se sabía que energía y alimentos eran dos sectores que se verían seriamente afectados. Era obvio que dadas las conocidas debilidades argentinas en materia de planificación y la falta de inversiones, ello se haría sentir.
Pasaron días, semanas y meses, desde el sistema político respondieron con lo que más saben: pensar en las próximas elecciones, sus roscas e internas. Pero como los problemas no se arreglan solos, siguen allí esperando soluciones.
En la Argentina, con su sistema ferroviario muy golpeado, son los camiones quienes vienen ocupando ese lugar: queda claro que el gasoil es insustituible.
Desde hace algunos días van creciendo las dificultades para el abastecimiento de gasoil para los transportistas, situación que se ha ido agravando. Hoy se puede afirmar que, salvo las provincias patagónicas, todo el resto del país padece la falta de este combustible.
El gobierno duda entre reconocer este hecho o atribuirlo a un lobby empresarial. Lo cierto es que el propio Jefe de Gabinete, Juan Manzur, lo reconoció pero avisó que sería resuelto inmediatamente. Los sectores vinculados al transporte estiman que este problema los acompañará todo el mes de junio, lo que afecta las cosechas de soja, maíz, caña de azúcar, limón, yerba mate.
Argentina produce el 70% del gasoil que consume. El resto debe importarlo a precios internacionales, superior al que rige en el orden interno. Estos precios se han incrementado notoriamente en los últimos meses, al mismo tiempo que las importaciones no alcanzan a cubrir la demanda interna. Según las entidades del sector estiman que las patronales adheridas reciben un 20% menos de su habitual punto de equilibrio.
Las consecuencias de lo anterior son obvias. El precio supera largamente al valor indicado (en algunos casos llega a duplicarlo), los transportistas reciben solo una parte de lo que necesitan con lo cual crecen las colas y se produce un retraso en la actividad económica a la que sirven.
Según la Federación Argentina de Entidades Empresarias del Autotransporte de Cargas (Fadeeac) el mayor desabastecimiento está afectando a quienes deben transitar las rutas nacionales 7, 9 12, 14 y 34 y que la mayoría tuvo que hacer colas y que un tercio de los mismos tuvo que esperar entre 6 a 12 horas, antes de ser atendido. La situación se grava cerca de las zonas de frontera, porque a las causas citadas se agregan quienes vienen a cargar a la Argentina, atraídos por los precios más baratos.
Mientras esta crisis se va profundizando no faltan las voces que se inclinan por otra solución. Proponen aumentar el porcentaje de biodiésel que podría reemplazar la falta de gasoil y suplir las importaciones que se deben hacer. Además sería una forma de contribuir a una mejora de la salud pública y el medio ambiente.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)