Argentina: ¿surge una prensa venezolanizada?

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Para alivio de todos -en especial de la familia Garnil- apareció con vida Nicolás Garnil, de 17 años, el muchacho que estuvo secuestrado durante 20 días. Tras el desenlace su madre leyó ante las cámaras de TV una carta dirigida al Presidente de la Republica. Su texto tocó lo político y hasta puso en duda que haya sido un acierto de Kirchner el Museo de la Memoria, que recuerda los horrores de la época de la dictadura en la ESMA.

«He tenido que arrodillarme e implorar a los captores de mi hijo, ¿que espera, señor presidente, que todas las madres nos pongamos de rodilla frente a usted?» La señora de Garnil le pregunta al primer mandatario si no habría que hacer un nuevo «museo de los secuestros en un futuro próximo».

La carta, comprensible en parte desde el dolor de una madre, roza sin embargo la impertinencia -más allá de la osadía que pudo haber sido consecuencia de lo padecido- fue respondida en tono medido por el jefe del gabinete, Aníbal Fernández.

Inútil: la misiva permitió a todos los medios de comunicación «demostrar» que están a favor de la madre del chico secuestrado. Pero el asunto radica en que no se puede justificar todo lo que se diga -se ha meditado, escrito, antes de hacerlo público- bajo el pretexto del «dolor de una madre». No es el único dolor por estos episodios. Ni aquí, en Argentina, ni en el resto del mundo.

La estadística que dio a conocer el gobierno de Colombia, dicen que ese país carga -sólo en este mes de agosto- con tres mil secuestrados. Es que todas las sociedades del mundo conviven con situaciones dolorosas. Y lo que sucede es que en este país recién se sienten los efectos de una delincuencia global que acomula ese tipo de delito.

Hay que hacer algo. ¿Pero, se puede erradicar la pobreza provocada por intereses voraces, incontrolados que socavaron por décadas los cimientos de la sociedad y son responsables, en consecuencia, de la mayoría de los actos delictivos?


Olvidos y desmesuras

La prensa también ignoró por completo: a) que desde la institucionalidad no era posible concebir acción alguna sin poner en riesgo la vida de Nicolás; b) que, finalmente, estos secuestros son de difícil solución por estar organizados por los sectores de la policía apuesta en actividad duarnte la dictadura militar, época en que los abusos eran incentivados, y hasta la época del despilfarro menenista, pero cambiando la modalidad al robo de autos y otras actividades reprimidas por el actual gobierno.

Por último, estas (des)informaciones favorecen y son aprovechados -¿acaso estimuladas?- por la derecha política, cuyo interés es echar leña al fuego y sembrar dudas sobre la gestión oficial para «desinstalar» del poder político al gobierno vigente. Es difícil pensar que haya periodistas que lo ignoren.

Se advierte que el gobierno de Kirchner se esfuerza para dejar atrás la heredada y complicada situación argentina. Tal vez no se comunican estos logros de la manera correcta, pero si hay errores, algunos otros son notables. Lo que el periodismo no transmite a la gente.

Es un deporte nacional disparar dardos al oficialismo. Siempre hay una buena razón para hacerlo. Sucedió respecto de la actitud del ministro de economía al decidir pagar el vencimiento al FMI. Poco se abundó en la recomendación a esa institución para que «cierre la boca» y deje de ocuparse de la deuda que Argentina tiene con los acreedores «bonistas».

Lo que otrora hubiese sido aplaudido, ahora es cuestionado por la prensa como una maniobra peligrosa en la que «el ministro juega su propio destino político». Julio Blanck en el matutino Clarín de hoy lunes (www.clarin.com.ar) traza un paralelo entre los «dos Fernández» (Aníbal y Alberto, ministro del Interior y jefe del Gabinete, respectivamente) en el que se puntualiza que las virtudes que se exigen de un político, como trabajar mucho e interesarse por todo lo que sucede en su entorno, son defectos.

Con ironía Blanck se pregunta si la «dupla» de ministros es igual al «dúo dinámico» o a los cómicos Porcel y Olmedo. Lamentable. Demuestra que existe un periodismo interesado más en la publicidad que en ejercer el oficio. El oficialismo y la oposición deben actuar con la estatura que las pesarosas circunstancias argentinas requieren.

Un aroma venezolano

El manejo de la comunicación social en Argentina empieza a «oler» a Venezuela. Allí la prensa al servicio de los capitales le hace la vida difícil al presidente Chávez, más allá de los defectos que puedan achacársele. Es muy posible que algo de eso esté comenzando aquí. Los dueños de las multinacionales persiguen las mismas finalidades: sacar el máximo provecho de un país, sin importar el costo social. Pero la prensa local o no se da cuenta o nunca quiere pensarlo.

Veamos. Jorge Elías, columnista de La Nación de Buenos Aires (www.lanacion.com.ar), firmó el 16 del corriente una extensa nota bajo el título «Chavez y la estrategia de supervivencia heredada de Castro», en ella afirma que Castro -durante cuatro décadas o más- representó siempre un as en la manga de los gobiernos latinoamericanos «en tanto fueran civiles» -aclara-. Si esos «gobiernos se veían en aprietos se inclinaban a la izquierda para lograr cierto equilibrio y cierta independencia».

Parece hasta ingenuo al conocerse cuánta fuerza y capacidad de convicción dispone en la actualidad unipolar EEUU, un país que jamás dudó en demostrar su hegemonía ante eso de «volcarse levemente a la izquierda» por parte de cualquier gobierno en este continente.

Entre hombres de negocios cuentan los acuerdos y no el color político. Tenemos evidencia de ello con los golpes de Chile, de Argentina y otros, todos digitados desde la CIA y todos sangrientos. Pero el editorialista roza el grotesco cuanto dice que «la retórica de Chavez» no ha hecho más que exaltar el nacionalismo y, de ese modo, «postergar aquello que prometió con pelo y señales: erradicar la pobreza de Venezuela.

Como Castro -sigue Elías- Chavez descarga toda su ira contra la pretendida injerencia de Bush mientras, también como él (como Castro), «no muestra aversión alguna a los capitales extranjeros». Es evidente que Venezuela cayó en la pobreza más extrema bajo gobiernos de los señores de los capitales y nunca hubo cuidados para la clase desfavorecida.

La otra contradicción es que si Chavez es un nacionalista, como insinúa el columnista, no abriría la puerta de par en par a las inversiones extranjeras, presentes con toda tranquilidad -y haciendo buenos negocios- en Venezuela. Así se confunde a los lectores.

Lo que no dice Elías (¿por imprecisión?) es que las multinacionales, cuya bandera son las de Bush y sus asesores, quieren privatizar Petróleos de Venezuela para tener el control de la mayor cantidad de energía posible y luego negociar esa riqueza a su conveniencia.

Es lo que sucede con Repsol-YPF, que boicoteó el suministro de energía -creando, desde la penumbra, roces con el vecino Chile- para obtener tarifas que cuadren con sus perspectivas de ganancia. No importa si estas medidas encarecen el costo de vida y el pueblo se perjudica. No es un problema que le concierna.

No les incumbe la pobreza: es un problema de los gobiernos con economías desangradas por el vaciamiento y la corrupción provocados por ellas mismas. Sólo que las personas comunes, los pueblos, han comenzado a tomar más conciencia de estas realidades. Y por eso la necesidad de tener un periodismo que cumpla con el objetivo de (des)informar -o cuanto menos confundir- a la opinión pública.

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