Argentina/Chile: – PERIODISMO Y RELACIONES VECINALES

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La convocatoria para el encuentro, los días 25 y 26 de mayo de 2006, señala: «Los organizadores pensamos que un primer acercamiento contribuirá a debilitar los estereotipos que muchas veces dificultan la fluidez de las relaciones.

«Nos proponemos analizar las percepciones que reproducen los medios de comunicación, examinar la agenda actual de las relaciones y el rol de los medios de comunicación en la construcción de una nueva agenda bilateral, generando un espacio de conocimiento mutuo entre periodistas, actores políticos y representantes de organizaciones de la sociedad civil, con el objeto de intercambiar conocimientos y miradas que permitan enriquecer el tratamiento del temario propuesto».

El seminario de periodistas de la Argentina y Chile –Medios de Comunicación y Relaciones Vecinales: Percepciones y Construcción de Agendas– organizado por el Colegio de Periodistas chileno, dentro del marco las conmemoraciones de su quincuagésimo aniversario, cuenta con la colaboración de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.

El encuentro. Asistentes

Asistirán seis periodistas argentinos: Paloma García, de Canal 7 de TV y corresponsal de Telesur; Julio Sevares, jefe de editoriales del diario Clarín; Eduardo Kimel, redactor internacional de la Agencia Télam; Modesto Guerrero, de Argenpress; Luis Lovecchio, del portal Los Buenos Vecinos, y Alejandro Verano, decano de la facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata. Argentina.

La parte local estará representada por Raúl Söhr y Libardo Buitrago, analistas de política internacional; Claudio Fariña, de Televisión Nacional de Chile; Rodrigo Browne Sartori, académico de la Universidad Austral; Ernesto Carmona, consejero nacional del Colegio de Periodistas; Claudio Salinas, de ChileVisión; y Alejandro Guillier, presidente del Colegio.

Además intervendrán el rector de la Universidad Austral, Carlos Antmann; el ministro Secretario General de Gobierno, Ricardo Lagos Weber; Daniel Alvarez, subdirector de la FLACSO, y los embajadores Carlos Enrique Abihaggle, de Argentina, y Luis Maira, representante chileno en Argentina.

Objetivos del Seminario

Como dijo Alejandro Guiller: “Un primer acercamiento contribuirá a debilitar los estereotipos que muchas veces dificultan la fluidez de las relaciones. Nos proponemos analizar las percepciones que reproducen los medios de comunicación, examinar la agenda actual de las relaciones y el rol de los medios de comunicación en la construcción de una nueva agenda bilateral, generando un espacio de conocimiento mutuo entre periodistas, actores políticos y representantes de organizaciones de la sociedad civil, con el objeto de intercambiar conocimientos y miradas que permitan enriquecer el tratamiento del temario propuesto”. Para agregar:

“Nuestro encuentro se propone establecer si los periodistas seríamos o no capaces de introducir cambios en un enfoque que coadyuve a un sano propósito integrador bilateral. Nos proponemos analizar las percepciones que reproducen los medios de comunicación, examinar la agenda actual de las relaciones con el país vecino y el rol de los medios de comunicación en la construcción de una nueva agenda bilateral, generando un espacio de conocimiento mutuo entre periodistas, actores políticos y representantes de organizaciones de la sociedad civil, con el objeto de intercambiar conocimientos y miradas que permitan enriquecer el tratamiento del temario propuesto”.

Ambiciones que construyen futuro

No sólo por la violenta ineficiencia del poder universal monopolar, que pesa con desmesura sobre las formaciones sociales latinoamericanas, sino por los cambios en la conducta y actitudes de las sociedades y algunos gobiernos del continente, son deseables encuentros como el propuesto. Al fin y al cabo el desarrollo de una conciencia comprometida con el acercamiento e integración regional constituye un proceso en definitiva no muy diferente entre quienes difunden informaciones y opinión y quienes –para usar un término contemporáneo– la consumen.

Como lo prueban la crisis argentina –que tras una década de anuncios y señales explotó junto con el advenimiento del siglo XXI–, la pauperización extrema de extensos sectores de la población mexicana, la gravedad de la guerra civil no declarada en Colombia, en fin, la intervención política, primero, y militar después, en Haití –para mencionar sólo unos pocos hitos de una batería numérica inocultable–, la sujección de los sectores dominantes en la política y la economía latinoamericana a esa unipolaridad no parecen dar más que frutos amargos.

La magnitud de ese poder único –que no pocos analistas convienen en llamar imperio– se expresa a lo largo del mapa latinoamericano en los tratados de libre comercio, en el Plan Puebla-Panamá y su extensión hasta Bogotá, en el desastre ecológico de los mares americanos, en proyectos de desarrollo mineros e industriales que entrañan una peligrosísima acción sobre los ambientes naturales y humanos, en la imposición de políticas económicas y financieras enrraizadas en la privatización –esto es: trasnacionalización de los recursos y actividades económicas fundamentales– con el consiguiente olvido de los gobiernos de los Estados de sus responsabilidades sociales básicas: salud, educación, vivienda, normar las relaciones laborales, relaciones con las naciones originarias, control sobre obras de infraestructura, distribución de energía, etc…

Cuando los zapatos aprietan se cojea, si son demasiado apretados caminar resulta imposible. El calzado que proponen las características de la mundialización económica en proceso amenaza con triturar los huesos del pie. Y es esa horma de hierro la que desencadena el brío del rescate ideológico de la América Latina entrevista a comienzos del siglo XIX y los intentos de integración que proponen la Comunidad Andina, el MERCOSUR, el ALBA. Y, con un sentido cultural étnico, la ya imposible de negar tendencia a la organización de las naciones originarias desde México a la Patagonia.

Trabajos, proyectos, intenciones que cargan contradicciones y dificultades, pero demostrativos de las profundas necesidades y aspiraciones sociales que trascienden el ámbito de los negocios y emiten señales nítidas a las superestructuras gobernantes.

No todo es la agenda

Tal vez seamos los periodistas los responsables de un vocabulario –un lenguaje en rigor– que referido a asuntos políticos en su más amplia acepción permea los distintos sectores sociales, esto es: a la ciudadanía, con una triste característica: el uso de una serie de conceptos deslavados, en los que prima la connotación anecdótica sobre los contenidos sobre los que inequívocamente dan cuenta.

La agenda es el cuaderno, la libreta donde anotamos lo que queremos o debemos hacer. También se comprende por agenda la relación de asuntos a tratar en una junta y las actividades que sucesivamente deben ser realizadas.

Las agendas, pues, no se construyen, resultan del programa de trabajo de aquel o aquellos que se han reunido para ejecutarlo. La agenda proporciona un orden para las actividades de los responsables de las mismas. Y ese orden –ese qué hacer y el método para hacerlo– dependerá necesariamente del proyecto diseñado ideológicamente por aquellos.

No son los medios de comunicación –y este es otro asunto que merece discutirse– los llamados a intervenir en la formulación de programas de gobierno o la manera de llevarlos a cabo.

La experiencia en Venezuela previa y posterior al gobierno bolivariano demuestra que los medios no pueden reemplazar a los legítimos actores del escenario político. Allí lograron –merced a la descontrolada corrupción de los gobiernos surgidos del Pacto de Punto Fijo y los procesos de vaciamiento ideológico de los partidos que alternados los encabezaron y fueron oposición– en cierto modo y de manera temporal sintonizar con las urgencias y disgusto social, pero a poco andar descubrieron –los medios, no el periodismo– qué intenciones calzaban.

La percepción es en lo sustantivo tener una idea, un conocimiento de algo, comprenderlo en sus líneas generales. Podría decirse –otro ejemplo– que la mayor parte de los medios argentinos y chilenos no tienen una percepción clara de la complejidad detrás de los reclamos mapuche a ambos lados de la Cordillera.

Entendemos pues que este seminario de periodistas y cientistas sociales organizado por el Colegio profesional chileno en la ciudad de Valdivia, que se realizará los días 25 y 26 de mayo convocado bajo el epígrafe Medios de Comunicación y Relaciones Vecinales: Percepciones y Construcción de Agendas, apunta a discutir –intercambiar– percepciones y modos de ejercer el oficio respecto del rol que pueda jugar en el orden de las relaciones argentino chilenas y de qué manera podrá influir en el diseño de los programas y las tareas que éstos demandan a los respectivos gobiernos.

El programa del seminario –que se incluye al final de esta nota– nos parece insuficiente, pero un paso muy importante para una –si cabe la expresión– entente cordial entre comunicadores.

Un fantasma recorre el disco duro

Probablemente ninguna discusión o intercambio de ideas, o de experiencias, en torno de relaciones vecinales –en especial en un marco inregracionista, la palabra integración no se puede soslayar en un debate serio– podrá más que formular una declaración neutra si se escamotea el asunto central de toda relación y cualquier intercambio amplio y abierto: la cuestión cultural.

Al revés de lo que muchas veces enseñan los medios, la cultura no la representan ni reflejan la literatura, el arte, la danza, una clase magistral, el intercambio de tecnologías industriales o el viaje entre dos puntos de un cantante de moda o de un político en alza. En lo primario y primordial la cultura es el modo en que hacemos y elegimos las cosas cotidianas: la comida, el color del vestuario, lo que valoramos, aquello de lo que charlamos, lo que nos gusta y lo que no nos gusta, lo que usamos y cómo lo usamos, etc…

Relaciones vecinales sólidas son ante todo relaciones culturales, de lo contrario lo serán de otra índole, en lo básico comerciales. Y como el comercio – y la industria, buena parte de la infraestructura caminera y de comunicaciones, el manejo de las fuentes y distribución de energía, la educación y la salud– está en manos de corporaciones privadas, a menudo trasnacionales, si insistimos en cerrar la puerta a los asuntos culturales al discurrir sobre relaciones vecinales ni más ni menos lo que se hará es abrir la ventana al vampiro.

Por otra parte, para el periodista, el fantasma que recorre los medios no es la subversión o el terrorismo, es el a veces forzoso apagado de los motores que impulsaron la vocación: la independencia de criterio y la necesidad de comunicar lo que se ha logrado saber.

A lo largo del siglo XIX el periodismo se convirtió en empresa, los desarrollos tecnológicos –desde la prensa rotativa hasta la imagen de televisión– exigieron disponer de capital financiero, o créditos generosos, para transmitir el mensaje con la celeridad que imponía el telégrafo, lo que en principio no es nada para reprochar; pero esta necesidad de aggioirnamiento constante con el correr de las décadas del XX produjo el maridaje inevitable –indisoluble– entre la empresa periodística y los centros corporativos del mando capitalista; cuando no fue maridaje fue lisa y llana absorción.

Y con ello se impuso una técnica periodística, un manual de estilo, una franja de asuntos a tratar, un modo de considerar al lector de diarios y revistas, al auditor de radio, al espectador de televisión. Los resultados están a la vista. Entonces surge la prensa independiente, una alternativa a la idiotización. Pero…

Cuando se habla de prensa independiente en rigor se habla de empresas periodísticas capitalistas –sociedades, cooperativas, empresas unipersonales, etc.– al margen de los señalados matrimonios o tutelas. Eso quiere decir redacciones donde se estimula y respeta la opinión y la investigación periodística. La prensa de partidos, aquella bajo el alero del Estado, de empresas de otros grupos de presión no puede ser catalogada como independiente –no se trata de un juicio de valor sobre su actividad, se trata de no confundir más un universo que se ha hecho muy confuso–.

Un seminario como el programado por el Colegio de Periodistas de Chile, creemos, debería haber consultado estos asuntos mínimos en su agenda. Confiemos en que se harán visibles en una próxima convocatoria.

Addenda

PROGRAMA DEL SEMINARIO

(25 de mayo de 2006)

09:00 – 09:30 – Inauguración

Ricardo Lagos Weber, ministro Secretaría General de Gobierno (Chile)

Carlos Antmann Moyano, rector de la Universidad Austral

09:30 – 11:00 – Panel 1. Contexto Chile Argentina 1990 – 2006

Carlos Enrique Abihaggle, embajador de Argentina en Chile

Daniel Alvárez, sub director de FLACSO Chile

Claudio Fariña, deTVN

Alejandro Verano, decano Periodismo Universidad de La Plata

Ernesto Carmona, consejero Nacional del Colegio de Periodistas

11:00 – 11:30 – Café

11:30 – 13:00 – Clase Magistral

Luis Maira Aguirre, embajador de Chile en Argentina.

13:00 – 15:00 – Almuerzo

15:00 – 16:30 – Panel 2. Medios y Percepciones

Raúl Söhr, ChileVisión

Rodrigo Browne Sartori, académico de la Universidad Austral

Libardo Buitrago, Megavisión

Paloma García, Telesur – Canal 7, Buenos Aires

Julio Sevares, jefe Editoriales Diario Clarín de Buenos Aires

16:30 – 17:00 – Café

17:00 – 18:30 – Panel 3. Agenda y Experiencias

Alejandro Guillier, presidente del Colegio de Periodistas de Chile

Luis Lovecchio, Los Buenos Vecinos

Claudio Salinas, ChileVisión

Modesto Guerrero, Argenpress

Eduardo Kimel, Editor Internacional Agencia TÉLAM

18:45 – Cierre

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