Johan Dietrich-Strauss.*
El hecho, queremos decir, es que dice el poema que el escultor, agotado y frenético, golpea el mármol hasta que la figura "se estremece y salta". Es una metáfora.
El texto de Gabriel D’Annunzio, pues a él nos referimos, bien puede ser el último escrito posible de ser asimilado a lo que alguna vez se llamó la magia del arte, la fiebre de la inspiración, la aureola del genio u otra sandez ideológica al servicio del atesoramiento por los poderosos de las obras del ingenio humano.
Alimentar al menesteroso
Nada de eso aplaca los ánimos turbulentos de los italianos.
No comprenden la generosidad y la entrega del pueblo estadounidense —que incluso desangrándose por la democracia en un continente lejano, o en dos, quizá mañana en tres, dio lo mejor de sí a la figura un tanto —consideraron— esmirriada de la versión original de la obra renacentista.
* Crítico e historiador. Informe del investigador Jean Araud.
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