¿Qué tienen esas personas que nos llevan a enfrentarlas o a seguirlas, a condenarlas o a exaltarlas, a tergiversarlas o a interpretarlas? ¿Cuál es el punto que hay que mirar: la persona, sus ideas, el colectivo que lo acompañó o el colectivo mayor al que quiso servir?

Se cumplen, este 19 de junio, 259 años del nacimiento de José Gervasio Artigas. El hombre a quien los avatares políticos y el consenso popular han puesto en el lugar de héroe nacional, aunque sigamos -como sociedad- intentando explicar el porqué, para tal vez así poder aproximarnos al sentido de nuestra nación, de la América toda, de los pueblos y las ideas que la componen.

En especial, de los pueblos y las ideas que la componen. ¿Qué sería Artigas sin esas mujeres que se sumaron a la lucha al frente de sus ejércitos, sin indígenas que lideraran sus tropas, sin negros libres, zambos y criollos pobres como objetos de sus principales medidas? ¿Qué sería Artigas sin el artiguismo? Y también, ¿qué sería del artiguismo sin Artigas?

Reglamento de Tierras

En ese transitar mundial de los feudos al desarrollo de una institucionalidad distinta, es que en nuestra región se fueron gestando iniciativas para resolver el problema del arreglo de los campos. Se buscaba superar el atraso técnico, el estancamiento económico, la despoblación, consolidar las fronteras y arraigar a la tierra al elemento rural. Las disputas políticas -sociales, militares- continentales aterrizaron en nuestra Banda y todavía buscábamos cómo superar los atrasos, además de recomponer la producción devastada por las guerras.

El Reglamento provisorio de la Provincia Oriental para el fomento de la campaña y seguridad de sus hacendados, de 1815, puede ser analizado de muchas formas. La historiadora Ana Frega, por ejemplo, sostiene que “la revolución planteó un nuevo escenario a viejos conflictos sociales”(1). Lo que sí está claro es quiénes lo aplicaron, quiénes se sintieron perjudicados y quiénes por primera vez se sintieron tenidos y tenidas en cuenta… ya que tienen nombre y apellido.

Como su nombre lo indica, el Reglamento era provisorio, ya que en un futuro (que -hasta el momento- nunca llegó) y cuando se saliera de la situación de conflicto constante, se ajustarían las medidas. No obstante el corto período de tiempo en el que se aplicó, las confiscaciones de tierras tuvieron lugar, y los latifundistas de origen español junto con los ‘peores americanos’ sintieron el peso de la revolución y de la distribución. Esas tierras, junto con las ‘tierras realengas’ (es decir, que pertenecían al gobierno desde la época en que éramos colonia española); fueron repartidas como ‘suertes de estancias’ “con prevención que los más infelices serán los más privilegiados”.(2)

Si bien “la dimensión política del discurso predomina claramente sobre la exposición doctrinaria de las ideas, por lo que, aunque con claridad de rumbo (…) los contenidos y significados se ponen claramente al servicio de la estrategia política de la revolución”(3); parece evidente que el criterio imperante era el de justicia social -aunque no fuera planteado en esos términos-.

Con la invasión de la Corona Portuguesa en 1816, con el apoyo de ingleses y orientales acomodados,(4) muchos y muchas orientales fueron despojadas de las tierras que les habían sido donadas dando cumplimiento al Reglamento Provisorio. El invasor extranjero en conjunto con la oligarquía local redujo a la miseria a hombres y mujeres cuyo compromiso revolucionario les había valido la seguridad de una porción de tierra en la que levantar un techo. Así, “el enemigo fue grande, tan grande y poderoso como la miseria que distribuyó”.(5)

Autoridad que emana

El congreso de abrilLa soberanía fue una de las grandes preocupaciones del artiguismo, tanto así que en las palabras que pronuncia para abrir el Congreso de Abril (del que surgirán las diferentes versiones de las Instrucciones del Año 1813) pronuncia la ya conocida frase “mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana”(6) y se retira para que los representantes de los diversos pueblos que componían la Provincia Oriental pudieran deliberar libremente, sin que la presencia del propio Artigas presentara una limitante.

El Congreso de Abril había sido convocado tras el cambio de autoridades en la Provincia de Buenos Aires y su convocatoria a darse una Constitución. Artigas, consciente de que “darse una carta constitucional en aquellas circunstancias implicaba definir un sistema político y optar por una forma de gobierno”(7) convocó a la mayor cantidad de diputados posibles, incluso a sabiendas que esto contravenía las órdenes de Buenos Aires que solamente esperaba un diputado por la Provincia Oriental. Ello respondía a que respetar la soberanía particular de los pueblos exigía la mayor representatividad posible, porque aunque “al inicio de la revolución, no todos coincidían en cuanto a qué significaba ‘soberanía popular’, si entendían que era el fundamento al que debía recurrir cualquier gobierno que pretendiera ser legítimo”.(8)

Vuestra presencia soberana

El Artiguismo deja de molestar e interpelar cuando solo se trata de Artigas y de sus frases, lindas en los muros, adornando las fechas patrias o sirviendo de extrañas analogías en un partido de fútbol. El Artiguismo desaparece cuando solo se trata de Artigas, inmóvil, en un caballo, en el medio de una plaza, en pleno centro de Montevideo.

El Muerto |||: La oración de abril
«Nada podemos esperar sino de nosotros mismos»

Es por eso que insistimos, incluso en el propio natalicio de Artigas, en hablar de Artiguismo, porque entendemos el papel de los colectivos en los procesos. Entendemos y defendemos el proceso Artiguista, no como un relato romántico de una historia lejana sino como un proyecto trunco que debemos seguir levantando.

Y para levantarlo, hay que comprenderlo. Y para comprenderlo, hay que bajarlo del bronce. ¡Avivarlo! Porque seguimos entendiendo que sin nuestros países hermanos no tenemos chance, ni de progresar ni de defendernos.

Porque seguimos defendiendo nuestro derecho a elegir, sin que elegir signifique aislarnos del continente que nos contiene.

Porque seguimos buscando la pública felicidad; seguimos buscando ser un pueblo instruido y soberano, que lucha y seguirá luchando por la verdadera independencia, reivindicando la certeza de que los más infelices tienen que ser los más privilegiados y que solo el ejercicio de nuestra soberanía garantizará el pleno goce de nuestra libertad, el derecho inalienable a nuestra autodeterminación.

 

NOTAS

(1) Ana Frega, Pueblos y soberanía en la Revolución Artiguista (Montevideo, Uruguay: Ediciones de la Banda Oriental S.R.L, 2007), 85.

(2) José Artigas, «Reglamento provisorio de la Provincia Oriental para el fomento de la campaña y seguridad de sus hacendados», 1815.

(3) Gerardo Caetano y Ana Ribeiro, eds., Las instrucciones del Año XIII. 200 años después. (Montevideo, Uruguay: Editorial Planeta, 2013), 20.

(4) Ejemplo de ello es la participación de Nicolás Herrera que asesoró al ejército lusitano en aspectos militares, políticos y económicos.

(5) Coordinador Histórico, Vigencia del artiguismo (Montevideo, Uruguay: CADESYC, 2007), 5.

(6) José Artigas, «Oración inaugural del Congreso de Abril de 1813», 1813.

(7) Caetano y Ribeiro, Las instrucciones del Año XIII. 200 años después, 12.

(8) Caetano y Ribeiro, 117.