Asamblea General de la ONU: los pobres tendrán que esperar

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David Brooks*

Al inaugurar la Asamblea General, el secretario general Ban Ki-moon advirtió que la crisis financiera pone en peligro todo el trabajo de la ONU y el gasto social requerido para lograr las MDM, e instó a los países miembros a renovar este compromiso; “es lo menos que se merecen los pobres del mundo”, afirmó.

Pero a la vez, hoy hubo un giro extraordinario en el debate con algunos de los países del tercer mundo ofreciendo evaluaciones, recomendaciones y ejemplos ha seguir por Estados Unidos y el primer mundo para salir de su crisis.
 
Aunque el presidente George W. Bush, en su acto final ante este escenario mundial, repitió una vez más su mensaje sobre cómo el combate al “terrorismo” es la prioridad, los otros oradores colocaron la crisis financiera y la desigualdad socio-económica como el desafío más importante que enfrenta el mundo, y en particular la crisis que ahora azota Estados Unidos. Bush fue obligado a referirse al tema y declaró: “hemos tomado pasos audaces para evitar una irrupción severa de la economía estadounidense, lo cual tendría un efecto devastador sobre otras economías alrededor del mundo”.

Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina, dijo que “hoy ya no pueden hablar del efecto caipirinha o del efecto tequila, del efecto arroz, o del efecto que siempre denotaba que la crisis venía de los países emergentes hacia el centro. Hoy, si tuviéramos que ponerle un nombre, deberíamos decir tal vez el efecto jazz, el efecto que va desde el centro de la primera economía del mundo y se expande hacia el resto”.

La presidenta recordó que “se nos dijo a los países de la región de América del Sur, durante la vigencia del Consenso de Washington, que el mercado todo lo solucionaba, que el Estado no era necesario, que el intervencionismo estatal era nostalgia de grupos que no habían comprendido cómo había evolucionado la economía. Sin embargo, se produce la intervención estatal más formidable de la que se tenga memoria precisamente desde el lugar donde nos habían dicho que el Estado no era necesario…”.

Luiz Inacio Lula da Silva, presidente de Brasil, afirmó que “la euforia de los especuladores ha generado la angustia de pueblos enteros, en la secuela de desastres financieros sucesivos que amenazan la economía mundial. Intervenciones indispensables de las autoridades estatales han desafiado a los fundamentalistas del mercado y demostrado que este es un momento para decisiones políticas. Sólo la acción decisiva de gobiernos, especialmente por los países en el corazón de la crisis, podrá controlar el desorden que se ha dispersado a través del sector financiero mundial, con impactos perversos sobre las vidas cotidianas de millones de personas”.

Citando al economista Celso Furtado, Lula instó a que no se permita que “las ganancias de los especuladores sean siempre privatizadas, mientras que sus pérdidas son invariablemente socializadas. No debemos permitir que la carga de la avaricia ilimitada de unos cuantos sea aguantada por todos”, y concluyó: “La economía es un empeño demasiado serio como para dejarlo en las manos de los especuladores. La ética también tiene que aplicarse a la economía”.

El modelo del sur

Lula y Fernández de Kirchner, subrayando la necesidad de cambios en las capacidades y formas de trabajo de organismos multilaterales tanto para enfrentar la amenaza del capital financiero especulativo como la desigualdad en el ámbito internacional, ofrecieron ejemplos de su región, destacando sobre todo el esfuerzo actual de Unasur (organización de todos los países de Sudamérica) para apoyar el gobierno legítimo de Bolivia, y Lula recordó que Brasil será sede de la “primera Cumbre de América Latina y el Caribe, sin ningún tutelaje, basada en las perspectivas propias” de los países de la región.

Otros, como Evo Morales, ofrecieron sus luchas en sus países como ejemplos de lo necesario para rescatar no sólo sus naciones, sino también al planeta. Mahmud Ahmadinejad, en un discurso que a veces era más sermón religioso envinado de referencias estereotipadas sobre una “conspiración sionista” mundial a la que le otorgó un gigantesco poder, también invitó a los líderes de los poderes del primer mundo a “regresar al camino de Dios”. Ofreció que “Irán y otras naciones están preparadas para ayudar en rescatarlos de su situación actual y establecer paz y prosperidad”. Después de hacer una larga lista de los abusos de los poderes mundiales en África, el mundo islámico y América Latina, advirtió que “el imperio estadounidense está llegando al fin de su camino, y sus próximos gobernadores deberán limitar su interferencia a sus propias fronteras”.

Algunos dirigentes del “primer mundo” reconocieron la necesidad de un cambio en el mapa multilateral. Nicolás Sarkozy, presidente de Francia y hoy también hablando a nombre de la Unión Europea, declaró que las instituciones globales tenían que reflejar los cambios en el mundo, afirmando que “ampliar el Consejo de Seguridad (de la ONU) y el G-8 (los principales países industrializados) es la condición necesaria para poder actuar de manera efectiva”, y dijo que era hora de incorporar a China, India, Sudáfrica, México y Brasil a estas dos instancias.

El secretario general de la ONU reiteró que la crisis financiera y económica amenazaban las metas de esta institución, y ofreció una lista poco alentadora de esta coyuntura: “Todos reconocemos los peligros de nuestra coyuntura. Enfrentamos una crisis financiera global. Una crisis de energía global. Una crisis de alimentos global. Las negociaciones de comercio se han colapsado, una vez más. Hemos visto nuevos estallidos de guerra y violencia, nueva retórica de confrontación. El cambio climático amenaza cada vez más nuestro planeta”.

El presidente de la Asamblea General, Miguel d’Escoto, abrió la sesión esta mañana recontando los mismos desafíos, con más detalles de lo que sufren sobre todo los pobres. “El mundo está enfermo y su enfermedad es aquello que, hace más de cien años, Tolstoi calificó de egoísmo demencial”. Pero advirtió contra el derrotismo, declarando que “el mundo ha llegado a un momento en que no hay alternativa: o nos amamos los unos a los otros, o nos morimos todos”, y afirmó que es hora de “forjar los niveles de unidad y solidaridad que necesitamos en las construcción de un mundo nuevo, conscientes de que otro mundo es posible”.

Mientras tanto, al parecer, los pobres tendrán que esperar mientras los ricos son rescatados primero. 

*Publicado en La Jornada.

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